R. Kelly- Hairbraider
Cargado por youngkingz12


- Cada vez que hablo sobre R. Kelly me siento incómodo y lleno de desasosiego como si estuviera yendo en contra de mis creencias y principios. Lo fácil sería descartar su música de un plumazo, reírnos de su vulgaridad mientras buscamos solistas y grupos tan políticamente correctos y adecuados al canon estético contemporáneo que nos eviten tener que defenderlos, que su grandeza es evidente e innegable. O retrotraerse al pasado buscando el salvajismo, el exceso y la crudeza idealizados por nuestras creencias para criticar un presente en el que esos mismos principios son negados e ignorados. No quiero defenderlo, ni presentar su personalidad pública o privada como un mal menor ante la personalidad de su obra. No quiero reducir la catadura moral del personaje, un ser humano repelente, egocéntrico, rastrero, zafio y capaz de hacer lo que se le antoje o llegar hasta donde sea por lograr conseguir satisfacer sus deseos, ya sean en el campo musical, el personal, el económico o el sexual como lleva demostrando desde hace décadas. Es todo lo contrario a querer presentar su obra situándola en un plano superior y distinto al que se encuentra su creador, digo que es importante por como toda su música está modulada por esa personalidad, hasta que punto todos los detalles y formas están embebidos, surgen o son un reflejo de ella, como estos son los rasgos reconocibles de un autor. Y si la música puede ser admirada o valorada por como la personalidad del interprete o el creado parece emanar de ella, R. Kelly pica definitivamente muy alto. Y si esto nos lleva a replantearnos la validez de este argumento, tampoco es mala cosa.

Uno de los rasgos distintivos es esa capacidad de hacernos exclamar “no se como lo ha podido lograr pero se ha superado”. Esa necesidad que tiene de marcar el territorio, subiendo el listón de lo que otros productores están haciendo en la actualidad un par de palmos, y sentado poder mirarlos, satisfecho, desde arriba. Esto suele llevar aparejado el hecho de superar los límites del buen gusto, la paciencia de uno o el grado de tolerancia al exceso, lo que en sí no es necesariamente malo, pero reconocemos que lo decimos desde un país que no lo escucha con regularidad y monotonía en la radio, los clubs, los móviles o saliendo de los coches al pasar.

Su nuevo single se llama “Hair Braider”, adelanto de su nuevo disco y es su entrada a degüello en el mundo tan transitado en la actualidad del efecto autotune aplicado en las voces en la música negra. Sobre una meseta que se podría extender hasta el infinito de lo precisa y prístina que es en su exposición y ejecución construida con sus percusiones entre lo acuoso y el chasquido, sintes untuosos, guitarras cremosas de líneas entrecortadas, delays, ecos, va construyendo armonías, coros, multiplicidades de pistas creando la consabida atmósfera no apta para diabéticos en la que exponer de forma exhibicionista -con delectación autoerótica y una confianza en si mismo casi infantiloide- su intimidad, sus palabras, pensamientos y pulsiones. Todo su mundo girando en torno a la cama, todo dispuesto en una atmósfera asfixiante y terminal por entregarse de nuevo al juego de la conquista, su cuerpo convertido en una tarjeta de presentación de su masculinidad y su música en una extensión de las bazas que debe jugar, tan convencido de su excelencia e infalibilidad como conquistador y amante, creyendo de forma tan ciega que está tocando todas las teclas adecuadas que nada de lo que pueda hacer, en este caso abrir la boca, podrá estropear lo que descansa en su capacidad y solvencia (como productor). Y el hombre que subtituló su recopilatorio “The R in R&B”, el que acabó con el romanticismo y cualquier sutileza que pudieran tener las canciones sobre conducir al cantar “Baby you remind me of my jeep/ I want to ride it” lo logra de nuevo. La canción no es mala, enfrentándose a ella de forma consciente, tampoco buena. Pero no hagan la prueba en un sitio donde otros seres humanos tengan que padecerla, porque desearan su muerte. Y pronto.

- Gracias a un programa de música experimental/improvisada que se emite en Rinse FM tuve la oportunidad de escuchar uno de los dos temas que ocupan el nuevo single de Chris Watson publicado en vinilo por Touch Records. Los títulos “3m” y “10m” se refieren a la profundidad a la que estaban sumergidos los micrófonos en las corrientes marinas. No de manera muy organizada ni atenta al momento, he seguido su carrera desde “Weather Report”. Watson se gana la vida haciendo capturas de sonido del mundo natural, normalmente para documentales. Sus dos primeros discos en solitario eran básicamente eso. En “Weather Report” el panorama cambia y la combinación del montaje perturbador, casi psicodélico de distintas grabaciones en el tiempo y el espacio crea una narrativa omnisciente, divina, apoyada en una sensación de desorientación próxima al hiperrealismo lograda para su destreza en el campo de la microfonía. Recuerdo haber leído esto, pero seguramente está aderezado o mezclado, pero en alguna entrevista daba una anécdota muy clarificadora: un día lo llevaron a una clase de niños para que explicara su trabajo y consiguió hacerlos llorar a todos con una de las grabaciones. Era de un grupo de hienas devorando un cadáver, y en lugar de hacer una captura lejana, el tipo alejado con el micrófono dirigido hacia allá, había introducido algunos dentro del cadáver. “Weather Report” se mueve entre la composición moderna y las grabaciones de campo, pero es un disco completamente intuitivo en el que el oyente se puede sumergir (la última pieza está construida a partir de los sonidos de un glaciar avanzando y desmoronándose) y salir, asombrado, oyendo el mundo de una manera distinta. El decidir cual es la relación real de su trabajo con el mundo de la fonografía, el de la ecología acústica o si es un uso creativo basado en la acusmática en lugar de un registro “objetivo”, me queda un poco lejos. Tengo algunos textos al respecto pero todavía no he tenido tiempo de leerlos con detenimiento.


Tamaki Nami - Gokigendaze! ~Nothing But Something~
Cargado por PPouet


-Supongo que vi el videoclip por el hecho de que el nombre me sonaba. Mientras sonaba la canción pensé que en lugar de escuchar más música japonesa y descartar entre todo lo más potable, me encierro cada vez más en lo que conozco. El nombre dio resultado. Llevaba dos meses tratando de encontrar el rastro para poder volver a escuchar esta canción, que en su momento (hace tres años) odié. Después conecté con la larga coreografía. Y mientras la escuchaba esta mañana tenía los ojos llenos de lágrimas. Aunque ese siempre es un dato a tomar con reservas: no se si lloraba por la canción o por haber terminado y superado el reto de la búsqueda. En un reportaje de Woebot TV había un coleccionista de discos cuya librería era tan grande, tan desbordante, que en ocasiones, cuando necesitaba algún disco en particular pero que no tenía localizado prefería volver a comprarlo antes que ponerse a buscarlo. El mundo de las descargas digitales se parece cada vez más a esa situación, al menos en mi caso: tengo el videoclip de esa canción grabado en algún lugar.


- Ya he terminado el segundo capítulo del libro, dedicado en este caso al blues. McClary toma prestado un término que le da mucho juego para poder exponer sus ideas. El término es “signifiyin(g)” y es desarrollado por Henry Louis Gates en su libro “The Signifiying Monkey: A Theory of African- American Literary Criticism” y que consiste en la práctica por parte de los artistas de poder usar su imaginación e inventiva pero haciéndolo dentro de formas narrativas tradicionales, es decir, que el artista no trata de evadirse de la sociedad mediante su individualidad o la experimentación con el texto como fin último, sino que busca reforzar los lazos con la comunidad participando en aquello que la hace ser. El ejemplo que pone la autora es el de una grabación de un grupo de gospel (The Swan Silvertones). Siendo las armonías y la estructura de los himnos algo estandarizado, la interpretación del solista y el coro varía de concierto a concierto (aunque en lo básico hace lo mismo), y estas dependen de la actitud del público. Uno de los motivos básicos de la música afroamericana es la llamada/respuesta. Deben imaginarse que el contexto inicial de una pieza de gospel es la interpretación frente a la congregación. Si la interpretación es ajustada, como en una película, el público moverá el cuerpo al ritmo de la pieza, dará palmas, contestará a las palabras, exigirán que el intérprete continué. Y a esa llamada, el intérprete responderá cantando notas más altas, haciendo exhortaciones o cualquier elemento que se le ocurra para corresponder al público. La idea de alcanzar un clímax en un determinado momento no es necesaria y este intercambio dura lo que dura, unos segundos, minutos, hasta horas en el caso de los intercambios rítmicos en ciertas músicas africanas. Y es esta acción, esta unión de toda la congregación, lo importante y no tanto, lo sublime de la pieza como objeto cultural.

Al parecer, en su libro, Gates usa el blues como ejemplo (musical, el resto es literario). Todo el mundo ha oído hablar de la estructura de 12 compases del blues. Y esta convención estilista en la forma tradicional, lo consensuado. El blues, al menos en origen, era música de baile aunque tratara los temas más dolorosos y espinosos posibles, y la estructura llamada/respuesta está dispuesta de distintos modos, tanto en la composición (la guitarra contesta a la voz y esta hace lo mismo, las primeras líneas repiten el texto que llega a su conclusión con la respuesta a la situación planteada, etc.) como en la interacción con el público. E igualmente, como en el anterior ejemplo, uno puede hacerse la imagen del cantante, llevado por el fervor del público que grita, baila y silba pidiendo más, usando los elementos más extravagantes para asombrarlo, ya sea fingiendo ruidos con la guitarra, tocando más rápido, cantando de forma más expresiva o croando o imitando a un pollo. Desde esta perspectiva, no es difícil entender como cambio cuando la música fue recibida por el público británico, enfatizando y suprimiendo elementos: subrayando la interpretación, improvisación y técnica, rebajando el aspecto rítmico y el baile a un simple menearse admirando la obra (y el sentimiento) del individuo artista situado en la tarima del escenario, siempre por encima del vulgo.


- El videoclip de Bun B del que hablabamos el otro día. Y en la camiseta pone "smart is the new gangsta".

- Tijeras, que ya se ha pasado la hora de entrega.

0 comentarios:

Archivo del blog