Al final, parece, Simon Reynolds no se había vuelto loco, ni su mujer lo había abandonado ni siquiera era la falta de tiempo debido a sus dos hijos pequeños. Sin descartar la última y el trabajo pagado, la solución al misterio y las habladurías es algo que uno puede notar en su más o menos larga lista de los discos que lo han tenido enfrascado este año donde abundan los antiguos, los remixes, los EPs, temas sueltos, los recopilatorios y donde no aparece ninguno de los discos “esenciales” según la crítica (salvo Portishead) publicados en este primer trimestre. No había nada demasiado apasionante sobre lo que hablar.

Aunque diferimos de algunas de las posturas defendidas por el sr. Reynolds (además de la vehemencia con las que son defendidas sobre el papel*) no podemos dejar de admirar algunas de sus virtudes como escritor. Una de ellas es la capacidad para sintetizar en unas palabras, una frase o varias líneas de un párrafo el intrincado tejido de relaciones intersubjetivas en el que uno se sitúa durante la escucha de un disco. En su comentario sobre Booka Shade y Benga habla de que estos discos o canciones bien ensamblados, llenos de matices y variedad en sus soluciones que reconfortan pero no llenan donde la fuerza de la música parece residir en el esmerado diseño sonoro, en la habilidad para situarse en contextos, áreas de influencia, sonidos y sonoridades, encrucijadas estilísticas, proximidades o dibujar espacios entre regiones conocidas pero sin llegar a convertirse tal empeño en una aventura, convirtiéndose en un metadiscurso donde quizás no se llegue a la cita, el guiño, el homenaje y la referencia postmoderna como objeto último pero en el que el juego de referentes, el conocimiento del canon y de las fuentes, los sonidos sancionados por la experiencia y las tendencias de los conocedores, la apreciación de un lenguaje cuya emotividad se encuentra en el valor asignado a una serie de recursos y formas sonoras y la Historia que se establece entre el creador y el oyente resultan más definitorios que la fuerza, el coraje, la habilidad o la delicadeza con las que estas se ponen en práctica ni de la bondad de sus resultados cuando no se apoyan sobre estos cimientos.

Es algo que me alivió leer ya que pone nombre al conjunto de experiencias y situaciones que he padecido demasiadas ocasiones este año como oyente de música (del disco de Shelby Lynne al de Erykah Badu pasando por Fuck Buttons o Hercules & Love Affair). Y poder admitir que hay un problema es una manera de distanciarse de él y situarse en una perspectiva desde la cual poder solucionarlo. En mi caso el proceso es ese en el que uno se tortura porque asume que debería haber una constancia y una cantidad determinada de música que uno aprecia como la hubo en años anteriores. Al no lograr establecer ese capital uno entra en un circuito de retroalimentación donde uno se achaca el estar haciendo mal las cosas, el no haber profundizado lo suficiente en las novedades, la deficiencia de los filtros que uno se impone para poder lidiar con el sinnúmero de propuestas musicales que se presentan, la incapacidad de tu criterio de búsqueda de información, el conservadurismo de tus gustos sonoros sabiendo que las tendencias surgen y desaparecen donde tú te encuentras tratando de encontrar la energía de hace años en una escena que ya no es la misma lo que te lleva a pensar cual debe ser la nueva tendencia donde está surgiendo con fuerza la creatividad (ya que debe estar en algún lado) pero que no pareces (re)conocer. Y en esa situación uno se encuentra gastando y gastando más horas de su tiempo libre escuchando música que no te cautiva esperando implícitamente que esta te cautive, te emocione y te satisfaga, llegando a tal extremo de hacerte dudar de aquellas canciones y discos que sí lo hacen debido a la acumulación de escuchas y el modo tan desesperado con el que uno se ha aferrado a ellas. En fin, suponer que el problema está en ti y no en los discos o en la temperatura que marca en esos momentos la cultura de la música pop. A mi me pasó hace dos años y prometí no volver a pasar por eso.

Incluso me parece un excelente argumento para cambiar de modo de escucha y no considerar la música como un generador y transmisor de emociones inequívocas e infalibles. No estoy en contra de las emociones (estéticas, mentales (si es que no son las anteriores) o sentimentales) en la música y de hecho me suelo encontrar bastante con ellas, de hecho ahora con más frecuencia y gozo que cuando las consideraba el objetivo último de mis escuchas, pero encuentro que hay muchas más cosas a tener en consideración que mi al parecer importantísima subjetividad. El hecho de que una canción me emocione no implica que esa canción sea “importante”, “trascendente” o “buena”. De hecho el que una canción te guste mucho es quizás un indicio de que estás poniendo demasiado de tu parte o cargándola con significados personales de un momento específico de tu vida y que quizás no eres lo suficientemente objetivo para poder entrar a valorarla (sin salir herido si quieren). Yo lo hago (el descartar canciones que me gustan) aunque parece que no es un proceso habitual. No digo que la música que uno prefiera no deba gustarle a uno ni que deba hacerlo por los motivos correctos, pero sí creo que debe haber un balance entre lo que ofrece el disco y lo que uno proyecta en él o al menos la sinceridad de admitir que la música que escucha uno es “la mejor” simplemente por razones o criterios personales.

De hecho en este blog ni siquiera estamos en contra de este tipo de canciones y discos hechos con pericia y talento (desmitifiquemos un poquito el término que ya da grima) que acompañan más que otra cosa, que le ayudan a uno a sobrellevar las cosas y con los que uno vive y convive. Es más, nos gusta reclamarlos por la función que realizan. Según una extendida teoría místico-poética, el arte es como un amigo o un amante y es el encuentro con este lo que hace merecer la pena vivir la vida. Uno siempre ha pensado que los amigos o los amantes no los decide uno y son aquellos con los que uno se encuentra, se labra, se merece o ninguna de las anteriores. Quizás no sean los mejores, ni los más inteligentes, ni los más sensibles ni los más sensuales lo cual no hace que sean menos importantes para uno. Pero el hecho es que uno no los escoge arbitrariamente del montón ni recurre a ellos a placer o porque preferiría estar con otra gente “mejor”. Eso se llama prostitución, no amor. El desechar la función que cumplieron este tipo de canciones y discos en la vida de uno como anécdotas de tiempos muertos mientras se esperaba la llegada del GRAN ARTE, me parece mezquino, deshonesto y llevado a sus últimas consecuencias suicida. Pero también tengo en consideración que ha de haber un balance entre la ambición de distintos tipos de propuestas. Escuchar sólo este tipo de discos (y en este caso son los que he mencionado antes) conduce al aburrimiento.



Respecto a las recomendaciones de la lista. No he escuchado el disco de The Advisory Circle aunque tengo ganas de hacerlo. Supongo que hasta cierto punto su inclusión es predecible (casi todos los discos del sello han acabado en sus listas de lo mejor del año) pero al menos su aire de inquietud y sus momentos impredecible dejan con más ganas de Ghost Box. Además en una entrevista radiofónica que hicieron con la gente del sello este año prometían varios lanzamientos entre los que incluían, quizás un libro de arte. The Backyardigans supongo que generan cierta ruptura de esquemas e ideas preconcebidas (ver las reacciones que han generado las imágenes y textos entre los hipsters (entre los que me incluyo pese a no haber tenido dicha reacción aunque sí la de sorpresa) que parecen implicar que la música para críos no es música que pueda ser valorada o que no puede serlo dentro de un contexto comercial como es una serie de dibujos animados) y por ello mismo son bienvenidos. Por una parte la ruptura es menor ya que se integra dentro del concepto de autoría y por tanto se le otorga una validez a una opción que en principio parece estrambótica, pero en otro sentido, como los musicales, las bandas sonoras o la library music, su reivindicación es una manera (política) de proponer un mundo distinto al panorama de los grandes valores y lo que resulta válido como arte dentro del mundo burgués (el arte por el arte, el arte como lo sublime, el arte como objeto sin valor, el arte como objeto que se contempla, etc.) aunque dichos valores sean cuando menos cuestionables con el uso que se le da en la vida corriente. Pero resultará gracioso ver si los discos aparecen incluidos en muchas listas a partir de ahora y cuales serán los comentarios que se harán al respecto. Yo desde luego pienso buscar los recopilatorios y darles una oportunidad.



*Por ejemplo el comentario sobre la versión del arreglo de una versión en lugar del de la original sonando asombrado como si fuera la primera vez que sucede y no fuera casi una tradición dentro del mundo del garage.

2 comentarios:

Ana Saturno dijo...

Hace unas cuantas semanas, en una reunión con unos amigos, se planteó la pregunta "¿Cuáles son los tres grupos más influyentes de la música del siglo XX?". Uno de mis amigos sostenía que entre esos tres tenían que estar The Police. Yo intenté explicarle que Police podían estar entre sus grupos preferidos del siglo XX, pero no entre los más importantes, y que una cosa y otra eran distintas. Me dio la razón, pero seguía sin poder rellenar esa lista de tres sin incluírlos.

Este fin de semana se volvió a plantear la pregunta hablando con otros amigos. Uno de ellos dio la respuesta obvia: los Beatles, los Rolling y Led Zeppelin. Yo le dije que ésa no podía ser la respuesta porque no cubrían toda la música que vino después y que había que incluír algún grupo que pueda considerarse el origen de la música electrónica (les dije que igual Bauhaus o Kraftwerk, pero yo no tengo la respuesta a esa pregunta y sólo los puse de ejemplo). Me dijeron que si no me valían esos tres, entonces igual había que incluir a Nirvana o Sonic Youth. Algún grupo que fuera el origen del grunge. Yo les dije que el grunge no me parecía un movimiento tan importante como para necesitar incluir por ese motivo a otro grupo en la lista. Y no estuvieron de acuerdo.

El problema es que para contestar esa pregunta de forma satisfactoria es necesario olvidar la historia personal de uno, y por tanto olvidar los sentimientos y las emociones. Y, al parecer, es dificilísimo separar las emociones que nos produce la música de la música en sí.

Mi lista de esos tres grupos sigue vacía. Led Zeppelin es el único grupo que me atrevería a nombrar. Y ni siquiera estoy segura. Creo que habría que saber tanto, tanto, tanto de la historia de la música para poder contestar esa pregunta de forma objetiva y completa que quizá sólo puedan hacerlo unos pocos.

(No sé si esto viene a cuento de lo que tú contabas, pero a mí me pareció que sí. :-D)

Saludos

anhh dijo...

No llegué a leerlo pero en la introducción de un libro que compré “Emotion and meaning in music” de Leonard B. Meyer, hablaban de dos tipos de emociones respecto a la música. Una era la que se obtenía de las relaciones internas entre los sonidos (alturas, texturas, colores, la forma de desarrollarse la melodía, los motivos que aparecen a lo largo de la pieza y van dándole una coherencia temática) y otra son las relaciones externas que son formas aprendidas (este tipo de sonidos representa la tristeza, esta forma de tocar las guitarras la furia, los djs jugando con la EQ crean una dinámica de anticipación y relajo que refleja la excitación del público, etc.). Las primeras son objetivas y las segundas subjetivas. Yo no lo tengo tan claro y supongo que debería leer el libro completo, pero en fin, me queda un ratito para volver a verlo… Pero no creo que escuchemos la música pop de esa manera o que sea tan fácil ignorar toda la historia que resuena en ella.

Respecto a lo de los nombres y las listas… Puff, lo entiendo, yo también lo he hecho esa y muchas más, es parte del juego y del gozo de ser oyente y esas cosas, pero la pregunta se las trae. Resuma la historia de occidente en tres personajes (ficticios o reales). Me resulta sangrante y empobrecedor… Pero es una pregunta interesante más por las elecciones que por el contenido de las respuestas.

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