“I’m the truth and the truth don’t lie” Girlicious “Like Me”

La primera edición de “El pop después del fin del pop” de Pablo Gil es de noviembre de 2004 y venía de regalo con la Rockdelux. En lo básico una serie de entrevistas que giraban sobre un grupo parecido de preguntas a una serie de artistas que definían los valores artísticos que la revista/el autor defendían en ese momento. En cierto modo, no se si justa o injustamente, ese libro ha ido acumulando con el paso del tiempo para mi capas y capas de todo aquello que encuentro frustrante e irritante de alguna crítica musical. Pero en estos momentos no se si estoy proyectando cosas en el texto, si mis razonamientos están torcidos o equivocados de base, si es una manera de negar ciertos estilos musicales que no me han llevado a experiencias demasiado placenteras en mi vida, ver fantasmas donde otra gente sólo ve razones de peso. Tratemos de exponer esto en detalle.

Gil admite desde el principio que el título es una referencia y una respuesta (indirecta) al libro de Francis Fukuyama “El fin de la Historia y el último hombre”, libro que someramente viene a decir que la lucha de las ideologías ha desaparecido con la caída del comunismo y que a partir de ahora lo único que existirá es una democracia basada en los principios liberales. Supuestamente los atentados del 11-S, con el despertar de la sociedad occidental al problema del terrorismo global, evidenciaban que la teoría de Fukuyama era erronea ya que resultaba evidente que el conflicto no había desaparecido con la llegada del neoliberalismo, algo que no impide que Fukuyama siga escribiendo libros al respecto y dando charlas, supongo expresando que es un error debido a una lectura simplista y que el final de la Historia llegará cuando el liberalismo, con los mecanismos de control adecuados, esté presente en todos los rincones del planeta. Podemos esbozar una primera gran idea que articula el libro: la existencia de un nuevo pop (con otra ideología diferente a la mayoritaria) que nos despierta del letargo que nos había traído la globalización, las multinacionales y los artistas que estos promueven.

Una lectura simplista sobre quienes pueden formar ese “nuevo pop” la deberíamos encontrar leyendo los nombres de los entrevistados: Damon Albarn, Steve Albini, Beck, Björk, Peter Buck, Manu Chao, Jarvis Cocker, Ani DiFranco, Dj Shadow, Mark Eitzel, Noel Gallagher, David Gedge, Bobby Gillespie, PJ Harvey, John McEntire, Ian MacKaye, Robert Del Naja, Tricky, Eddie Vedder, Thom Yorke.

Antes de las entrevistas, se encuentra una introducción que propone una interpretación de la historia del pop mediante un modelo teórico, definiendo cual es el motor que provoca la evolución de las formas musicales populares, genera el devenir de los acontecimientos y en fin, propulsa el arte mismo. En concreto en este fragmento:

“El relámpago, el trueno y el eco

La música popular es el producto de una larga evolución que arranca en Estados Unidos, en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, como banda sonora de la sociedad de masas. El swing y los estándares desde las ciudades y el blues y el folk desde el campo fueron el punto de partida de un lenguaje que ha ido avanzando a empellones de genialidad. Y de constituir una manifestación sociocultural estadounidense y luego británica, ha terminado siendo adoptada por medio planeta, aunque la dinámica anglosajona aún marque los tiempos.

Los ciclos de esa evolución se podrían resumir así: unos pocos años de turbulento recambio generacional y de ideas lanzadas desde pequeñas compañías discográficas, y un largo período derivado. En ese tiempo, los artistas que protagonizaron el pequeño “golpe de estado” y sus herederos inmediatos desarrollan la nueva estética, son asimilados por las discográficas multinacionales y por el gran público, hasta que se vislumbra un relámpago y estalla un nuevo trueno. Generalizando: entre 1954 y 1956 surgen el rock’n’roll y sus descendientes; entre 1963 y 1965, el pop, el soul, el rock, el folk y la vanguardia; y entre 1975 y 1977, el punk, el disco, el heavy metal y el hip hop.”

A lo largo de esas páginas se nos narra el advenimiento de la época dorada de las independientes, la primera explosión comercial del rock indie, su caída y la llegada de aquel pop mainstream encabezado por gente como Britney Spears, Backstreet Boys, etc. y el surgimiento frente a este de nuevas formas del rock independiente o si lo prefieren underground ya que resulta menos genérico. Supongo que en mayor o menor medida, es una lectura con la que pueden sentirse identificados la mayoría de los lectores de este blog. Supongo que ya dan por conocido, que uno con el paso de los años tiene más y más dudas sobre esto, lo que implican dichos razonamientos y cual es su razón última de ser. Expliquemos algo antes.

Yo no tengo ningún problema con el indie rock como música. Hay cosas que me resultan interesantes, otras sobre las que tengo dudas, otras que son modas de unos días y otras que me aburren mortalmente. Como cualquiera. Tampoco problema alguno con los blogs, revistas, webs, programas especializados o de nicho, más allá de la habilidad para transmitir la información y abrirme puertas a géneros que había juzgado mal. Una de las primeras cosas que se hacen al hablar de un tema es la extensión del campo a explorar. Si existe un blog que se dedica a exponer toda la información y su opinión sobre cada disco de hardcore que se ha publicado en la escena de Washington D.C., uno que sigue todos los grupos de twee-pop que son y han sido en el mundo, uno que explica desde una perspectiva histórica o social el “sonido Caño Roto”, la psicodelia rock en Filipinas, etc. están cumpliendo una función importante y solo puedo juzgar si desempeñan bien o mal dicho cometido. Mi problema aparece cuando la crítica o el crítico en particular se considera “generalista” y habla de todo el espectro de la cultura popular o por ponerlo de algún modo de la monocultura, aquellos discos o canciones a la que un amplio sector de población de una comunidad o país ha podido tener acceso, desde una perspectiva informada por la ideología indie. Mi duda entonces está en si se provoca propaganda o información/opinión/crítica.

Es entonces cuando ese modelo teórico se convierte en un sistema teleológico, donde todo el pasado de la cultura popular del mundo se convierte en un antecedente que desemboca en el único sistema válido: el indie, el underground o como quieran llamarlo según el día. Gil explica como el pop es como un árbol, donde al principio las ramas son gruesas y divergentes, como esa sucesión de estilos tan brutal que sucedieron en las primeras décadas de la historia del rock, pero que a medida que pasa el tiempo, las ramas que se producen van siendo más finas y resultan menos visibles desde la lejanía. Odio los sistemas de interpretación basados en árboles, pero lo que debería resultar de esto, de géneros que conducen a microgéneros, estilos que surgen del cuerpo de los anteriores es una multiplicidad de escenas no interconectadas entre si. Sin embargo lo que parece señalar el libro no es una gran expansión sino una gran condensación de estas en forma de un concepto por ahora neutro que denominaremos “rock independiente”. Explícitamente la narración historica se concentra en este tipo de rock e implícitamente los invitados a ser entrevistados se mueven dentro de esta frontera con alguna presencia limítrofe con la electrónica, el hip-hop, el mestizaje, etc. que indican claramente una superioridad de aquellos frente a estos. ¿Cómo se produce esta selección, esta elevación de una escena sobre las otras? Supongo que mediante la toma de conciencia. El comunismo tiene el materialismo histórico, el neoliberalismo las libertades individuales defendidas por el sistema democrático parlamentario y sostenidas por el libre mercado, et.. Así que debo suponer que la validez de la perspectiva indie se debe a un proceso de reflexión e interiorización de este modelo (o de uno parecido, o una interpretación parecida de lo que sucede en el mundo), esta superestructura que domina el mundo artístico y que la única lucha posible, el único material artístico válido, se puede provocar desde este conocimiento.

Al usar el término superestructura (de origen marxista), sociedad de masas (supongo que de la escuela de Frankfurt) o estar planteado como una confrontación usando un texto neoliberalista, parecemos estar aceptando la idea de que el rock independiente en cierto modo es contracultural, progresista, de izquierdas. Esto es un error de interpretación. Los mismos motivos (la huida del rebaño y las masas adormecidas, la libertad de uno frente a esta) es uno de los principales argumentos esgrimidos por los liberales contra las izquierdas y su tendencia hacia lo comunal, ya que según estos esto sólo conduce a los regímenes totalitarios. Uno de hecho, cree que el rock independiente no tiene ninguna política que no sea la valoración de los individuos que se consideran integrados en dicho movimiento, la sustitución de unos valores por otros, nuevos rostros frente a los ancianos, nuevos estereotipos acabando con los anteriores. La interpretación puede deberse a la adopción por parte de la crítica de ciertos aires contraculturales, heredados de forma más o menos difusa desde entonces y como no, la presencia de figuras que han defendido con mayor o menor contundencia dichos valores a lo largo de la historia del rock y en el mismo rock independiente. La inclusión de estos o la validez que han tenido sus acciones dentro de la escena no implican que esta sea de un color político.

La duda que esta serie de entradas supongo no podrá resolver es averiguar cuales son las fuentes de las que bebe esa conciencia “histórica” y encontrar si sus planteamientos e implicaciones otorgan validez alguna a la autoridad que parecen poseer este tipo de críticas. Este es un blog abierto al diálogo, así que sus sugerencias, comentarios y contrargumentos serán de ayuda para explorar este terreno, y saber si estoy equivocado, mis razonamientos están teñidos o quizás tengan algo de verdad. Pero hagamos las cosas bien y arrojemos sombras y dudas sobre la validez del modelo propuesto en el libro de Pablo Gil. El uso de algunos textos que pienso utilizar los próximos días para criticar no implica que esta sea directa contra sus autores sino frente a las ideas y lugares comunes que sintetizan o capturan con claridad. Tampoco creo que en este modelo represente todo lo que puede inscribirse en la esfera de lo “indie”.

Cuando digo que el modelo histórico teórico es en realidad un sistema teleológico quiero decir que es una lectura de los acontecimientos históricos que parecen dirigirse de forma natural hacia un fin, digamos, la cultura independiente. Cuando se argumenta que todos los artistas “originales” (creadores de nuevas formas) representan el relámpago que viene acompañado del trueno (otros artistas que exploran estas formas, los oyentes y aquellos que graban, distribuyen y organizan conciertos, estos últimos independientes) que acaba desvanecido en el eco de los sucedáneos y el público amodorrado, lo único que se quiere sentar es un prerrequisito en el tiempo presente: la única música que tiene el potencial de ser original y artística por tradición tiene que suceder en las compañías independientes, y como corolario de esto, cualquier otra música es inferior. Esto es, una jerarquía artística basada en un tipo de infraestructura económica. Puede ser interesante en este momento repasar la lista de los 100 mejores discos de la historia del siglo XX según Rockdelux (que editó el libro, así que en algo se vería reflejada), por ejemplo los veinte primeros puestos y comprobar si la genialidad (siendo los mejores discos deben ser geniales) efectivamente surge de las infraestructuras económicas independientes:

Velvet Underground & Nico “S/T” Verve (el sello fue vendido a MGM en 1961)
Marvin Gaye “What’s Going On” Motown (indie)
Beach Boys “Pet Sounds” Capitol (adquirida por EMI en 1955)
Bob Dylan “Blonde on Blonde” Columbia (multinacional)
Public Enemy “It takes a nation of millions…” Def Jam (independiente con distribución por Sony Music en aquella época)
David Bowie “The Rise and Fall…” RCA (multinacional)
The Beatles “Revolver” Parlophone (multinacional, uno de los sellos que originaron EMI)
Sex Pistols “Never Mind…” Virgin (indie, después adquirida por EMI)
Television “Marquee Moon” Elektra (multinacional, indie hasta 1972 cuando pasa a Warner)
The Rolling Stones “Exile on Main Street” Rolling Stones (indie con acuerdos de distribución, en la época por Atlantic Records)
John Coltrane “A Love Supreme” Impulse (multinacional, subsidiaria de ABC-Paramount)
Love “Forever Changes” Elektra (indie, pasó a Warner en 1972)
Curtis Mayfield “Curtis” Curtom (indie)
The Clash “London Calling” CBS (multinacional)
Patti Smith “Horses” Arista (multinacional, subsidiaria de Columbia)
Joy Division “Closer” Factory (indie)
The Jimi Hendrix Experience “Electric Ladyland” Track (indie con distribución por Polydor)
Van Morrison “Astral Weeks” Warner : )
James Brown “Live at the Apollo” King (indie, en 1971 vendió el contrato de James Brown y su catálogo a Polydor Records)
Miles Davis “Kind of Blue” Columbia (multinacional)


De acuerdo que no es ninguna prueba definitiva; un fan underground podría llenar una lista con 100 discos que no conoce nadie. Se podría argumentar que muchos de esos artistas comenzaron en pequeñas compañías así que se origina allí pero no necesariamente se pierde en las grandes compañías. ¿Y entonces que importancia tiene el volumen de negocio que maneja una compañía? Nada, se trata de una cuestión de ética empresarial. Perfecto, pero eso es un añadido que se monta sobre el argumento, no hay nada en el texto que exprese eso, aunque obviamente se da por sentado a lo que nos estamos refiriendo. Así que de nuevo, se trata de ideología. Esto quizás deberíamos tratarlo aparte, pero primero tratemos de desmontar el mito económico.

El mundo de la música popular genera tres tipos de ingresos: el de las partituras (derechos del compositor), el de las grabaciones (derechos de intérpretes, contratos discográficos, productores, etc.) y los formatos (la distribución y venta de dichas grabaciones) y el de la venta de entradas para las actuaciones en directo. Estas tres actividades se producen dentro de un sistema capitalista: ni estado ni benefactores soportan al grueso de los artistas que deben vender su trabajo sometiéndose a la ley de la oferta y la demanda, las grabaciones se venden en grandes superficies o en pequeñas tiendas especializadas que se definen por el intercambio económico y por la rentabilidad comercial (quiero decir que no compran esos discos por ejemplo en una galería artística o en centros culturales o educativos), etc. Pueden citar casos particulares, movimientos y tendencias determinadas (copyleft, listas de correo, etc.), pero admitirán que la gran mayoría de los discos que surgen de la escena independiente trabajan dentro de esta mecánica.

Según Michael Chanan, en “Repeated Takes”:

“Above all, what the sectorial battles of the industry in the 1930s clearly signal is the overall transformation of the mode of production of music. Recording and broadcasting are not merely techniques of reproduction but, like Tin Pan Alley, tend to the industrialization of musical production itself. These developments therefore only exacerbated the control that music impresarios habitually exert over the musicians to whom they give employ, usually by the indirect method of determining the conditions of that employment and who gets paid for doing what. With industrialization the process extended the standardization of commercial music production initiated by Tin Pan Alley, enlarging the stereotypical use of musical formulae with a proven success rate, interlarded for the sake of variety with a token dose of novelty. The aim of flooding the market with standard products is to control it, to insure the producer against the whims of taste, or at least to cushion these risks; the result is also to induce the standardization of audience response, and thus of consumption”.

Si este es el proceder de la industria multinacional ¿se diferencia en algo realmente las pequeñas compañías? Sí y no. Algunas compañías independientes permiten un mayor grado de libertad artística, además de en algunas ocasiones un reparto de beneficios distinto entre artista y compañía pero no creo que nadie pueda afirmar categóricamente que cada disco que sale de un sello como Touch & Go, Matador o Acuarela es único y diferente a todos los demás discos y corrientes musicales. Hay estructuras musicales, hay convenciones de estilo, hay tipos de interpretaciones compartidas, hay unas mismas inquietudes líricas, la adopción de las mismas letras es otro ejemplo de “continuismo”, hay tipos de producción, un campo de texturas más o menos determinado, etc. Si quieren un margen de acción más ancho, lo cual no es malo, pero no se diferencia del modelo de multinacional si estas decidieran ampliar su registro.

Lo que me interesa aquí es buscar uno de los motivos recurrentes de la cultura independiente, el definir el mundo como una dicotomía entre underground y mainstream, el definir el nosotros como reacción a ellos y comprobar si dicha dicotomía es una lucha de subjetividades y proyectos de implicaciones radicales entre ellas o simplemente son los polos opuestos dentro de un mismo espectro. Quizás parezca una cuestión de intensidad, pero no lo es. El segundo solo quiere corregir lo que cree no funciona del sistema, pero cree ciegamente en la bondad de ese sistema. El lenguaje usado por la crítica indie suena a radicalidad de planteamientos, a combate a vida o muerte entre una u otra visión del negocio. ¿Pero existe este conflicto? Si aceptamos el discurso indie, las multinacionales deberían desaparecer para que la música popular mejorara, como respuesta al conocido mecanismo de explotación y robo que hacen estas. Pero ¿las multinacionales ven a las independientes como una amenaza a su modelo de negocio? Respuesta rápida: no.

Continuamos citando a Michael Chanan:

"In many ways the rise of a new generation of independents wasw only a repetition of what had happened in the 1920s, when small, often local record companies had flourished by serving minority buyers in regional markets, like the American ‘race labels’ which promoted jazz and blues. These labels were wiped out by the Depression, only to be replaced b a new generation which sprung out in the 1940s, when the response of the majors to the shortage of shellac was to cut back on minority markets and concentrate on mainstream artists. Most of the companies that stepped in to fill the vacuum collapsed when the majors reasserted their clout after the war, but this time there was no contraction in the markets they supplied. On the contrary, the end of the war saw a boom in sales. In 1946 most people in the business, say the industry historians Russell and David Sanjek, ‘believed that the released flood of pent-up post-war demand would improve conditions, but nobody was ready for the doubling of sales that took place, to $89 million and 350 million records’. All but fifty million of these were released by Columbia, Decca, Victor and Capitol. Thirty-two pressing plants were operating, supplying the additional fifty million records sold by the independents. A year later, sales exceeded the industry’s previous best in 1921, although they subsequently fell back again.

The fact that 90 per cent or more of the output tat resulted was played and sold for no more than a few weeks and then effectively disappeared does not negate the impact of this musical explosion. In the first place, the market was geared to instant success. As one writer puts it, no one cared about longevity. ‘It didn’t have to last. It probably wouldn’t. All it had to do was sell’. This was not just a mark of commercial philistinism but also a characteristic of the living popular culture from which the music came, which held no store by permanently fixed versions of anything. Hence, more important and striking is the link that appears between independent record producers and new currents of popular musical expression, which suggests that the growth of the market is not a purely passive affair.

It is part of the pattern that when independents are successful, they succumb to the majors, whih are eager to acquire their artists (for they operate on the principle tat if they cannot buy the singer then they buy the company for which he or she sings). The process, which has been repeated many times, often begins with a distribution agreement, which may even run for several years before the smaller label loses the remains of its erstwhile independence. This leaves spaces to be filled by the next generation of indies, for what the majors cannot acquire is what a later decade will call street credibility. The result is that successive generations of independent labels are associated with successive musical styles, and the changing styles with successive generations of artists. These styles have a lineage, a genealogy, and the history of the independent labels is often the history of pop music itself. For example, in the 1940s, labels like Apollo, King and Specialty featured a new generation of singers such as Aretha Franklin performing a new style known as gospel, which has been called ‘the spiritual with a jazz rhythm and inflected by the blues’. In the 1960s, the growth of alternative rock and black music was again led by new labels like Motown and A&M. The souped-up strain of black gospel that put Motown on the map is called soul.
(…)
In the 1980s, when the compact disc appeared, something similar happened as a new generation of independents came into being to cater for what were now called ‘niche markets’, ranging all the way from early medieval to Californian New Age.

The truth is that the classic conditions described by Rosa Luxemburg in her study of The Accumulation of Capital also operate in the domains of cultural production, and the majors need the independents in the same way that industrial capital needs the small producers that play the role of pioneers towards new markets. Moreover another economic law operates here as well, namely the relative ease with which small operators can take advantage of expensive new technologies whose research and development has been borne by the market leaders. But music has another dimension too, and manages in this way to loosen its subordination to the market and claim the space for original currents of expression. The result is seen especially in the explosion of new forms of popular music in the 1950s, beginning in America, quickly taken up in Britain, and then rapidly conquering the world.”


Un ejemplo paradigmático de la interrelación entre independientes y multinacionales con las primeras sirviendo de operadores de entrada a potenciales nuevos mercados es el del sello CBS y el famoso Harvard Report sobre la música soul. Tras obtener información de distintos locutores, vendedores de discos, directores de programación y agencias de talento en el área de Boston, el estudio indicaba que entre artistas de color que podían ser pertenecer al soul, estar próximos o no tener conexión alguna, representaban un 10 % del mercado total de la música en EE.UU. (es decir, la tajada que podía conseguir la compañía invirtiendo en dicho mercado). Además indicaba la importancia estratégica de las emisoras de radio especializadas en el género para pasar a hablar de la posible competencia dentro del mercado. Esta se dividía en tres categorías: compañías a nivel nacional (si quieren grandes independientes) como Motown, Atlantic y Stax, otras multinacionales y pequeñas independientes (entendidas como compañías regionales). Las dos últimas eran desestimadas pudiendo superarse una mediante una penetración de mercado planificada y bien preparada a lo largo de los años y la otra mediante la adquisición. El problema estaba en las grandes compañías especializadas a nivel nacional ya que estas tenían la infraestructura para poder saltar a otras franjas de mercado. Además se criticaba a CBS por el desprecio que había demostrado ante este sector históricamente. Y entonces proponía soluciones.

Una de ellas era establecer relaciones con las emisoras negras, crear puestos de trabajo para gente de color y en fin, situar a gente que tuviera un conocimiento real del mercado. La siguiente recomendación era no adquirir ninguna de las tres compañías ni fichar a sus artistas emblema. Esto no fue muy seguido a rajatabla, pero se pueden comprender las recomendaciones: la posibilidad de convertirse en un monopolio (algo que no permiten las leyes norteamericanas) y que el hecho de fichar a los artistas punteros de estas compañías podría no resultar rentable ya que supondrían una gran inversión para unas ventas que no subirían en CBS. Simplemente porque estas serían vistas como una injerencia en grandes compañías de las que la comunidad negra se sentía orgullosa o que tenía en su imaginario. Es decir una nueva forma de colonialismo. De este modo se firmaron acuerdos de distribución con algunas y CBS proporcionó el capital para la creación de otras empresas, distribuidas por esta y con responsabilidades contractuales, dirigidas por artistas de color. La más conocida de esa década: Philadelphia International Records. De hecho, este modelo continua en activo y si ven los créditos de muchos discos de R&B o hip-hop, pertenecen a pequeños sellos, dentro de otros sellos, que “pertenecen” a multinacionales.

Lo que quiero decir es que resulta ridículo tildar de capitalistas a empresas capitalistas, porque lo único que buscan es seguir funcionando y obtener beneficios. Bien, aquí supongo que entra la ética independiente de las pequeñas compañías, como se puede observar en la distinta reacción y soluciones que plantean frente a la piratería, siendo más tolerantes con esta y ofreciendo argumentos en forma de incentivos para hacerlo de un modo legal. En una ocasión en una presentación de un programa de dibujo informático, el encargado de la presentación nos contó como teniendo un programa tan potente no eran este el programa estándar entre los posibles usuarios. La compañía que ostentaba (y sigue haciéndolo) ese puesto, al presentarse en grandes ferias y presentaciones cedían programas de muestra que podían ser fácilmente pirateados. Esto al orador en un principio le pareció algo suicida porque nadie compraría el programa y la compañía quebraría, pero lo que hizo fue que se extendiera su uso y mediante continuas nuevas versiones de esta que se convirtiera en el más usado por la industria y estudiantes. Esto puede sonar muy crudo, pero los valores de una compañía no son los que tienen unas determinadas personas, ahora se trata de una cuestión de branding, así que por muy bondadosos y loables que sean las acciones de determinadas indies, en realidad sólo se están garantizando la credibilidad ante su público potencial. Puro capitalismo.

Pero aquí hay una segunda lectura: la de la multinacional visto como el diablo, es decir, una humanización de algo que no lo es, una reificación. Este aspecto es bastante más grave y enlaza con los polos opuestos de un mismo espectro. La revolución que busca la cultura independiente no es ninguna revolución: es la sustitución de unos rostros por otros, una sensibilidad por otra, unos estereotipos por otros nuevos.

Supongo que he arrojado algunas dudas y sombras sobre la posible base del movimiento independiente en un movimiento histórico, a menos que se trate de una muy vulgar y execrable mistificación de ciertos procesos económicos. Así que debemos volver al agregado y pensar que ser indie significa algo más que una cuestión del montante que genera la empresa que publica los discos de determinados artistas y grupos. Decidamos pues que este tipo de artistas tiene unos “valores”, una rebeldía frente al sistema en que les ha tocado moverse y lo hacen mediante unas formas estéticas contrarias o más arriesgadas que las que presenta el mainstream. Esto desde luego dejaría sin valor el ejemplo de la lista de los mejores discos, pero conlleva una nueva problemática si volvemos al modelo inicial del libro: la de los genios, los originadores de formas. ¿Sólo nos debe importar la originalidad? ¿Cómo se define, cual es la extensión y el grado de detalle de esta, cómo se mide? ¿Y nos debe importar independientemente de los valores políticos, sociales, etc. en los que está embebida? ¿Vale la profundidad con la que se conjugan las posibilidades expresivas de estos nuevos géneros como originalidad o es un producto siempre secundario frente a aquellas obras primeras? ¿Y qué hacemos cuando no tenemos claro cual es el origen (como en el caso de la primera grabación de rock’n’roll)? Claro, estas preguntas tienen sentido dentro del ejemplo, pero no tanto aplicado a cada realidad individual, pero si creo que transmiten algunas dudas siempre presentes sobre aquello que separa del resto a lo que escuchan los indies y a que se debe esto: ¿la música es admirada por ser una representación exacta de sus valores y discurso? ¿la música es admirada por unas cualidades estéticas que originan esos valores y discurso? ¿qué evita que como en la canción de Girlicious esto se convierta en pensamiento circular? Es decir, saber si la “sensibilidad” indie equivale al conocimiento histórico que planteábamos bastantes párrafos arriba.

9 comentarios:

Ana Saturno dijo...

Hola:

Sólo quiero decirte que leí tu entrada y hay unas cuantas cosas que me gustaría decir al respecto, pero necesito tiempo. Si te da igual que pasen unos días, en algún momento buscaré esta entrada y trataré de ordenar y explicar mis ideas.

En cualquier caso, me ha gustado bastante leer tus teorías y que me hicieran pensar.

Saludos

anhh dijo...

No hay problema.

Ana Saturno dijo...

Bueno. Volví.

Acabo de leer de nuevo tu entrada, subrayando las cosas que me parecieron más importantes para ver si era capaz de darte mi opinión sobre si el indie y la política pueden tener algún tipo de relación o equivalencia. Durante estos días lo he pensado y siempre he llegado a la conclusión de que no. Hoy sigo pensando lo mismo, creo.

Para empezar, mi concepción de la política se sustenta en un marco muy simple en el que intento encajarlo todo. La derecha, en mi opinión, cree en las diferencias (la individualidad, los estados débiles en los que manda el mercado) y las fomenta. El problema es que siempre que se dice que dos cosas son distintas, se dice implícitamente que una de ellas es mejor y la otra es peor. Ese punto de partida justifica toda una serie de comportamientos que han movido al mundo desde el inicio de los tiempos.

La izquierda, para mí (aquí tengo que insistir en que es mi opinión, porque a cualquier cosa le dicen izquierda hoy en día), cree que todos, seamos como seamos, debemos tener los mismos derechos y oportunidades, sin hacer distinciones. Las diferencias entre las personas nunca son constitutivas, sino coyunturales, de forma que todos estamos al mismo nivel. Se trata de derribar barreras, no de levantarlas.

Hoy día, las reglas del juego están marcadas por el mercado y todo se juega en el campo del capitalismo. Las personas que se dedican a la música, sea como trabajo o como hobby, no tienen por qué distinguirse de las que se dedican a cualquier otra actividad. Es decir, que el hecho de tener un grupo o un sello musical, no implica ninguna actitud política. Las actitudes en música, como en cualquier otro sitio, se demuestran andando: con las opiniones y el comportamiento de cada uno. Creo que en todos los estilos musicales hay ejemplos de sobra de gente de izquierdas y de derechas, a no ser que sean estilos que en su propia definición incluyan un posicionamiento político, pero yo creo que esos son muy pocos y que además tienen siempre una contrapartida clara en el otro lado ideológico.

Dejo de lado a los artistas y me concentro en los sellos de música pequeños. Hace años, cuando una persona montaba todo un sello para sacar discos de artistas pequeños, estaba intentando dar una oportunidad de editar sus discos a gente que en las discográficas grandes no habían recibido nada de atención. Está claro que si pensaran que no iban a vender ningún disco, nunca hubieran montado la discográfica. Dicho en ese lenguaje horrible del marketing, tenían que creer en el producto para hacerlo. Pero también, probablemente, eran conscientes de que no se iban a hacer ricos, y simplemente les gustaba lo que hacían esos grupos y creían que valía la pena ayudar. Para mí, eso es una actitud de izquierdas. Se apoya al más débil, al que ha sido rechazado por el mercado capitalista; se le da una oportunidad y de alguna manera se le acerca al estatus de los artistas más grandes. No tendrían una enorme maquinaria propagandística tras ellos, pero al menos podrían ver su disco distribuido en algunos sitios.

¿Cuál es el problema de este planteamiento hoy en día? Que el capitalismo lo aguanta todo y lo chupa todo. En cuanto hay un pequeño nicho de mercado que se puede asimilar por la gran maquinaria, se va a por él y se asimila. Desde que la música independiente vende un mínimo, las compañías grandes empiezan a interesarse por ella. La adoptan y la pervierten a su manera. Convierten el término indie es un eslogan de mercado. En una excusa para crear nuevos canales de televisión y vender más ropa. Al cabo de unos años, los grupos a los que se da esa etiqueta no tienen ni un pelo de independientes.

Con los libros pasa igual. Se crea una pequeña corriente contra el estado general de la literatura en España, por ejemplo. Hay un libro en concreto, Nocilla dream, que se publica en una editorial pequeña y resulta ser un producto resultón que con el boca a boca se va haciendo famoso. Después de ser uno de los principales objetos de conversación en una red de blogs que hablan de sí mismos como “diferentes”, los periódicos grandes, siempre con muchos meses de retraso, acaban hablando de él. Y la continuación, Nocilla experience, ya no la publica aquella editorial pequeña, sino la todopoderosa Alfaguara.

Entonces, ¿de qué indie estamos hablando? ¿De un movimiento original que pretendía dar a conocer otra música distinta a la que jugaba según las reglas del mercado en un sistema capitalista? ¿O de la etiqueta que hoy día se le da por igual a productos prefabricados y grupos amateur? Yo creo que esta distinción ya no tiene sentido. Desde luegom no ideológico.

¿Es de izquierdas un sello independiente como Sinnamon, por ejemplo, al que todos los promotores de conciertos acusan de ser el culpable, mediante prácticas liberales feroces, de la situación de los festivales de música en España este año? Yo no lo creo. ¿Ha dejado de ser de izquierdas Billy Bragg por publicar discos en algún sello perteneciente a la Warner? Lo dudo mucho.

Intento contestar a algunas de tus últimas preguntas. No sé si la originalidad nos debe importar o no, pero si eso fuera lo único importante, escucharíamos un 0,5% de la música que oímos. Tampoco creo que se pueda hacer una distinción entre indies y el resto del mundo. Sí hago distinción entre personas que les gusta la música lo suficiente como para buscar algo más allá de lo que les muestra la radio y la televisión (pero esto lo hacen, por ejemplo, todos los amantes de un género concreto, sea el new-age o el heavy metal) y personas a las que no. Incluso escuchando sólo mainstream, las actitudes pueden ser muy distintas. No es lo mismo poner los 40 principales y comprarse el Disco Estrella cada verano o todos los de OT y no volver a oírlos después de un tiempo, que ser fan de U2 o Manolo García y seguirlos a todos sus conciertos. Y ahora que existe Internet y los discos de tirada escasa cada vez son más accesibles, tarde o temprano llegará el momento en que haya que admitir que el indie, como tal, ha muerto o ha sido pasto del mercado. Habrá que buscar otras etiquetas o, mejor dicho, otras representaciones, otros modelos, pero independiente, underground o como lo quieras llamar, creo que ya no sirve.

Llegará un momento en que la diferencia se mida sólo por salir o no en Internet. Los quince minutos de fama desaparecerán dentro de unos años con la cultura digital. Y la forma de mirar el mundo, también. ¿Crees que el libro de Pablo Gil se podría haber escrito igual este año? ¿Crees que ya estaba desfasado en el 2004? Hoy por hoy, en mi opinión, el mundo se comprime virtualmente cada vez más (artísticamente, por ejemplo, la mezcla entre distintos estilos para dar lugar a nuevas formas musicales, no originales, pero sí nuevas, está a la orden del día), mientras que sigue aumentando la brecha geopolítica.

No he leído el libro, pero si el “nuevo pop” está representado por esos artistas, es, desde luego, ya viejo. Quizá fuera nuevo en su día, quizá sea sólo una mirada al pasado, pero el mundo de 1994 y el de 2008 son tan distintos que se me hace casi imposible compararlos. Lo que pasa es que a lo mejor no hemos aprendido a definir este último todavía.

No sé si aporto algo al debate que tú querías provocar o si me he ido por otras ramas. Probablemente, si se trata de definir la representación indie del mundo, yo no sea la persona más adecuada para hacerlo. Pero ya ves que soy peleona y me cuesta callarme. :-D

Saludos

anhh dijo...

Supongo que para contestarte de manera apropiada necesitaré, aparte de escribir por aquí, hacer otra entrada en el blog para exponer con algo de minuciosidad algunas inquietudes (que no soluciones o grandes reflexiones). Esta mañana no tengo tiempo por cosas materiales, pero apunto algunas cosas: la ideología es la forma en la que se ve el mundo y esto incluye a la política, cuando mencionas que las independientes dan una oportunidad para ser como los artistas dentro de la gran maquinaria en cierto modo me recuerda a la deriva de la izquierda durante las últimas décadas cuando decidió dejar de querer cambiar el mundo y sólo hacerlo dentro del marco fijado, acordado o lo que se quiera, también me resulta interesante cuando eliges artistas del mainstream como ejemplo, ya que en cierto modo los que eliges se aproximan más a un cierto ideal de cultura burguesa, de arte, boato y refinamiento, mientras los otros, los risibles, seguramente son proletarios tratando de “triunfar” a toda costa. Y no estoy diciendo que tú estés defendiendo ni diciendo esto, esos razonamientos son lugares comunes en los que la mayoría de la gente coincidiría pero llevan implícitos esas asunciones y vicios formales. Mientras te contesto con mayor extensión te dejo este link con las 15 tesis sobre el arte contemporáneo de Alain Badiou. En el artículo, cuando se mencionan palabras como “verdad” se refieren a conceptos filosóficos suyos, pero no deja de ser una lectura interesante por el hecho de imaginar como podría ser la música pop que se acercara a ese ideal (y las mejores canciones son momentos en los que uno se abstrae de “la” realidad para entrar en otra), y replantearse algunas cosas por el camino:

http://www.lacan.com//frameXXIII7.htm

Ana Saturno dijo...

Hola!

Supongo que debería esperar por la respuesta larga, pero te comento un par de cosas antes.

Yo no estoy acostumbrada a pensar en teórico ni en abstracto, como ya habrás podido comprobar. No leo ensayo casi nunca, sólo ficción, y tratar de analizar mi ideología o mis posicionamientos políticos me cuesta horrores. Pero horrores de verdad. Creo que tengo asimiladas mis posturas desde hace tantos años que ya sólo me muevo por ellas a ciegas, y cuando tengo que reanalizarlas y ponerlas en contexto sufro muchísimo para dejarlas bien establecidas de nuevo. Quizá esto sea un defecto, para mí es un salvavidas.

Cuando leí tu entrada me hiciste pensar y traté de llegar a alguna conclusión sobre tus preguntas y tus teorías. Y me resultó muy complicado, aún lo es. Por eso decía que seguramente me había ido por las ramas y que no soy la persona más apropiada para un debate.

Es posible que el querer posicionar a unos artistas dentro del mercado sea una renuncia de por sí. Eso, claro, teniendo en cuenta que fuera una postura de izquierdas. Pero, tal y como yo lo veo, si no te gusta el mundo capitalista en el que vives y puedes poner tu granito de arena para llamar la atención sobre ese disgusto, da igual cómo lo hagas, que sea un esfuerzo mayor o menor, lo importante es que haces algo. Preferiría pensar que la izquierda no ha renunciado a cambiar el mundo, sino que simplemente han empezado a abordar metas pequeñas para luego poder llegar a las mayores. Al mismo tiempo, no considero que sean de izquierdas muchas actitudes que hoy reciben ese nombre.

Los artistas que elegí fueron los primeros que me vinieron a la cabeza, pero te aseguro que igual podría haber hablado de, yo qué sé, Take That. Las niñas que me encontré un día manifestándose por las calles de Madrid porque se disolvían (literal y verídico, con sus pancartas y todo) me parecían igual de dignas de respeto que cualquier otro aficionado a la música.

De todas formas, creo que si me empeño en comentar una discusión en la que no le doy mucha validez a mis opiniones es más por leer y aprender que cualquier otra cosa. :-)

Saludos

anhh dijo...

Supongo que lo que tengo que decir se puede hacer de forma muy breve, aunque después se tenga que desmenuzar en una gran extensión de matices:

En la canción de Skye Sweetnam “Hypocrite”, se hacía, entre otras cosas, una recopilación de todos los problemas que asaltarían a esta chica por haber adoptado la opción estética que había adoptado, moviéndose entre las preocupaciones materiales “hope my record doesn’t tank” hasta los insultos desde la crítica “Avril lite”. Una de las frases más despectivas que imaginaba era la de “I’m the movie of the week”. Es decir, que no se podía esperar de ella por haber adoptado formulas comerciales “gran cine”. No es que espere gran cosa de mi memoria, pero estoy tratando de recordar alguna película que pueda llamar “gran cine” al grueso de las producciones independientes norteamericanas, entendiendo por ello Sundance y demás, pero no me viene ninguna a la cabeza, a menos que sea de directores que proceden de otras generaciones o se encaminan hacia otros entornos (la financiación europea, etc.) para poder hacer eso. La idea que tengo es que si esas películas que se hacen llamar independientes (llenas de referencias, llenas de intenciones) no son, de otra manera, definitivamente con otros modos y quizás de otra forma, “feel good movies”.

El modelo de acción que propones, el ir alcanzando metas hasta llegar a los cambios importantes me parece muy válido. Piensas que, publicar a artistas que no tienen espacio es una forma de combatir esa, digamos, injusticia. Y de nuevo creo que tienes razón. Eso es una manera de cambiar el mundo, pero hay que sustanciarla. Si la idea es lograr que por ejemplo lograr que el mensaje de un grupo o artista se pueda oír, creo que estamos de acuerdo que el final de eso no sería hacer una tirada de 500 unidades, es decir, el hecho de publicarlos en sí, sino que consistiría en hacer que esa voz se oyera y pudiera seguir haciéndolo con el paso de los años. Pongamos el ejemplo de Dischord: su intención es documentar una escena y para ello, la empresa debe seguir existiendo mientras dicha escena exista pero además tiene que hacer que esos documentos sean accesibles y que se puedan obtener. Es decir que tiene que encontrar una distribución que permita establecer sus condiciones (las famosas políticas de precios) y reeditar los discos que están descatalogados (algo que no se si realmente hacen bien). Quizás Dischord sea un ejemplo demasiado utópico, en el sentido que su búsqueda de nuevos artistas está saciada desde el principio, mientras que la mayoría de los otros sellos van cambiando a medida que encuentran cosas y tendencias, pero siendo muy distintos en su estética, preocupaciones, objetivos y resultados, sellos como Factory en su momento, Hyperdub, Siesta, Touch, Ghost Box o Erstwhile, más que una imagen de marca transmiten una sensibilidad y una búsqueda común, más allá de que esta coincida con la visión de una o varias personas que están detrás del sello o de la consistencia de su catálogo. Estos son algunos que yo menciono (Siesta por ejemplo no lo sigo) y supongo que otros sellos en determinados momentos históricos hicieron lo mismo (no se, pienso en Warp o 4AD), supongo que se pueden mencionar más. Pero todo en esta entrada gira alrededor del como y el cuando. Hacer un sello exquisito que publica singles de vinilo en cantidades de 50, no sirve de nada aparte de para hacerse una leyenda (aunque la leyenda puede ser válida, pero normalmente no suele ser el caso y los singles acaban reeditados en una caja recopilatoria con profusas notas interiores) así como tener una personalidad y una política muy fuerte tampoco resulta en algo necesariamente positivo o saludable. Pienso por ejemplo en esta noticia:
http://www.clevescene.com/2007-10-03/news/hollow-victory/full
Así que se puede tener un negocio que sea rentable (en el sentido de que permita su continuidad) y que este cumpla una función, más allá de la continuidad de la empresa o lavarse el rostro para poder continuar con el negocio como las grandes fundaciones de las multinacionales. Otra cosa distinta es hacer negocio a partir del proselitismo.

Pero supongo que más que los sellos, nos interesan los artistas como “productores”. En este caso se trata de cómo su arte muestra digamos su rebelión. Lo tópico es pensar en cantautores y gente haciendo ruido y música violenta, y precisamente como tópicos son tópicos, no generan rebelión alguna por que sus formas están completamente asimiladas perfectamente pensadas para un público nicho que estará muy feliz de consumirlas sin discernimiento ni duda alguna de su bondad. No se, es como cuando estás en una manifestación y está muy bien que toda esa gente se ha concentrado mostrando sus ideas y sus protestas, pero se acaba y no queda más rastro que las pintadas en las calles. Tiene un valor simbólico y tiene su función, pero en la mayor parte de los casos no sirve para nada. Espectáculo, simulacro (después de ver las manifestaciones del PP con la gente viniendo en autobuses para mostrar siempre el mismo número durante la última legislatura, es imposible pensarlo de otra manera), en fin “feel good movies”, donde todo es tan bonito y emocionante hasta que sales de la sala o se acaba y tienes que continuar con tu vida. Esto intentaré explicarlo con mayor extensión en una entrada a partir de un artículo de Cahiers de Cinema, pero en lo básico, como tu misma has dicho, el capitalismo lo asimila todo y así lo que en un momento determinado y durante un periodo de tiempo era revolucionario deja de serlo en poco tiempo, pero que la reflexión o el mensaje siga siendo válido. El punk y el post-punk sucedieron hace muchas décadas y no supone ninguna revolución que por ejemplo ahora nos uniéramos para hacer un grupo de punk inspirado en The Exploited o un dúo post-punk inspirado en Gang of Four. Sin embargo el debate de lo que intentaron y lo poco que consiguieron continua en activo y otra gente se ha inspirado en aquello para intentar subvertir los códigos convencionales de otras formas. Pero supongo que podemos admitir que hay muchas intensidades y formas de hacer esto.

Mi eterno retorno al indie. El libro de Pablo Gil, con todo el respeto a la idea y el proceso de obtención de las distintas entrevistas que supongo duraría meses, era un tanto desangelado ya en su momento y con apenas cuatro años más la selección de entrevistados parece un tanto ridícula con gente que logró su pico creativo hace casi dos décadas o que tampoco dejó demasiada huella. Supongo que cuando mencionas el hecho de que ese libro ahora mismo no se podría escribir del mismo modo, lo dices por el hecho de que cosas como MySpace (en fin, digamos, páginas web que son gratuitas para los usuarios), la distribución de archivos mediante servidores virtuales como rapidshare o megaupload, la tecnología que permite los estudios caseros, los blogs y las páginas especializadas como mecanismo de promoción, etc. etc. han hecho que ahora un grupo pueda prescindir del sello o relegarlo a ser una presentación física de un trabajo o una obra artística. Eso en parte aumenta el margen de maniobra de las propuestas en relación con lo que permite el mainstream, pero a la vez pone de manifiesto que la propuesta del libro (digamos “all indies under one roof”) es más una utopía que una realidad o un programa que seguir. Veamos si puedo explicar esto de forma más o menos clara:

La definición de lo que entiende cada uno por indie (origen, ser, extensión) es más personal y única que una doctrina a la que uno se adhiere. Uno escucha una canción y la sensibilidad conecta contigo, o no sabes exactamente el porqué pero no puedes sacártela de la cabeza, o algo te deslumbra, da igual, en cualquier caso tratas de encontrar algo que se mueva en un nivel parecido, que se parezca a esa intensidad o que la lleve por otros caminos, encontrar emociones distintas y aprender a apreciarlas mediante ese lenguaje formal, etc. Construirse una subjetividad. Lo que pone de manifiesto esta explosión que ha surgido estos años es que se trata de una multiplicidad de géneros, subgéneros y distintos públicos que se pueden solapar o no en sus intenciones, es decir que ser indie significa tanto y tan poco como decir que se es punk, gótico o metal. Es una palabra supragenérica y la única manera tradicional que se ha encontrado de homogeneizar esto ha sido mediante el discurso crítico o los distintos puntos de encuentro (programas, libros, revistas o fanzines, salas de conciertos y festivales, catálogos de los sellos). Pero lo curioso es que mientras esas otras palabras tienen una manera con lidiar con el problema y fomentar la especialización mientras uno continua formando parte de la escena o el movimiento, el discurso indie cree que tales diferencias no existen (son matices) y que todo el mundo responde unívocamente a un mismo sistema de valores y juicios (algo que siempre chirría cuando se lleva a la realidad: pregunta a un grupo de indies sobre una canción que realmente te ha gustado), además de ser omnívoros en los gustos. No se: ¿cuánta literatura existe sobre el cristianismo en todos sus aspectos?¿sobre el comunismo?¿cuánta resulta necesaria para ser más profundamente indie?¿cuánta hay escrita al respecto? Curiosa filosofía de vida.

No estoy en contra de la independencia en modo alguno, pero el discurso indie se me atraganta. En concreto voy a usar el ejemplo de Rockdelux, porque ha sido y sigue siendo importante para la formación de unas cuantas generaciones en este país. Alguna vez he dicho que no leía apenas la revista los últimos años que la compraba y lo decía literalmente. Tratabas de leer una reseña y era tal la acumulación de lugares comunes, prejuicios, connotaciones, cosas que se dan por supuestas, axiomas, verdades a medias y demás, que en el momento en que uno empezaba a tirar del hilo se encontraba con un muro insalvable que impedía llegar a la música (que en algunos casos es simplemente el reflejo y la satisfacción de este discurso). Recuerdo por ejemplo una del primer single de los Arctic Monkeys, donde se narraba como un proceso heroico e histórico el hecho de que el primer single se había colocado en el número uno de ventas en Reino Unido, superando, humillando al grupo mainstream de las Sugababes. Podemos discutir sobre las bondades del grupo en particular, pero no creo que nadie pueda defender todo lo que vino después. Tampoco se repitió la “revolución” y la autopromoción por MySpace nunca superó aquel primer pico. Los grupos que fueron fichados por ello, a los pocos años tampoco estaban en una situación económica muy fina, así que tampoco podemos decir que crearan una base de fans. Esta dinámica ha creado el fenómeno del blog house o como se llame esa maquinaria de feedback que consiste en ser el primero siempre en descubrir a un pequeño grupo que serán lo más, que el resto de blogs hablen de la misma gente, que los foros hiervan hablando de las dos canciones que grabaron en maqueta que tienen en streaming, el fichaje por una compañía y cuando se publica el primer single, decir que ya no valen la pena, que las canciones en su primera forma estaban mejor, etc. Pero además, es lo falso del comentario respecto al mainstream. Arctic Monkeys vendieron más discos de su debut que Sugababes de ese disco, con diferencias de cientos de miles de copias. Arctic Monkeys habían contado con publicidad gracias al hype en revistas y periódicos, programas de televisión y una programación de la BBC que favorece este tipo de grupos de guitarras indies frente a cualquier otro género musical (quiero decir Sugababes no suelen estar en la lista de las canciones radiables por la BBC, como tampoco lo suelen estar Girls Aloud y otros grupos que representan al “mainstream”). Jamás se decía que Sugababes era un grupo que podía ser interesante, que el single, si no recuerdo mal “Push the Button” era bastante, bastante decente, su adaptación de los clichés musicales era tan interesante como el de los Arctic Monkeys, se ve que los grupos mainstream no están expuestos a las incidencias del mercado y los cambios de gusto del público porque aquel era el cuarto disco de las chicas y habían sorprendido a mucha gente por conseguir el número uno de las listas de ventas (el público de estas atracciones adolescentes crece y las deja atrás), etc. Pero obviamente, la crítica no podía asignar ninguna credibilidad a un grupo que hace coreografías, utilizan sus cuerpos para vender su música, no interpretan sus propias canciones, y bueno, eran mujeres (símbolo universal de la idiotez y el consumismo; ver quienes copan los resultados de las peores versiones de la historia del rock (esa gente haciendo cosas de hombres de verdad): http://news.bbc.co.uk/2/hi/entertainment/7468837.stm ). Lo cual es pura hipocresía (después se pusieron de moda los videoclips indies con coreografías que se inspiraban en la “magia” de los musicales, etc.). Pero cuando la crítica era favorable era igual de chorra, el último tipo que se había subido al carro del neo-folk condensaba en sus composiciones las enseñanzas de John Fahey, los dos guitarristas de Pentangle y algún otro más (enseñanzas que debían ser un asco si el trabajo de toda una vida se puede condensar en unos añitos imitando el estilo y que de ser de este modo, hacían más interesante este disco que las carreras enteras de aquella gente), la emoción pura, la poesía, el detallismo sonoro, cosas todas que quizás uno puede notar y apreciar, pero sobre las que nunca se explica nada sobre el dominio de la técnica, explicar cuales son recursos y la habilidad al administrarlos para que una canción tenga una “narratividad brutal”, etc. etc. Mi problema con este discurso no es que sea cerebral o que se construya sobre la experiencia y el conocimiento de la historia, es que, si tuviera que hacer una caricatura sería la de “un crítico que se hace el interesante”, y además resulta ser oscurantista y mistificadora.

Quizás sea yo, pero creo que aprendí más sobre la historia de la música leyendo durante un par de semanas la enciclopedia de la música pop que había en la biblioteca de mi ciudad, que durante cerca de una década leyendo esa revista. Eso sí, conocía un montón de grupos que se suponía me interesaban y en el futuro podían publicar una obra maestra (siempre sucede eso, lo mejor está por venir), discos que comprar y explorar porque un crítico del que me fiaba había visto un mundo increíble que la gran mayoría de la gente no había sabido apreciar. Una colección de discos, que me había costado todo mi dinero y un montón de sacrificios, en la que cuando uno no se sentía en un determinado “mood” y buscaba otras sonoridades se demostraba plana, llena de sonidos de guitarras, letras “profundísimas” con músicas de fondo, etc. Y además años y años de explorar mis emociones no servían para que hubiera dejado de ser el mismo cretino inestable, tímido, acomplejado y excesivo en sus reacciones. Y años y años de leer esa revista y sigo sin tener ni la más mínima idea de cuales son sus principios teóricos, cuales son los valores estéticos, cual es su modelo hermenéutico, cuales son las razones que hacen objetivos sus juicios, qué buscan, por qué lo que hacen es usar la razón si las razones o discusión alguna que no fuera de los prejuicios de cada uno se podían contar con los dedos de una mano. ¿Había aprendido cosas, ampliado mi cultura, conocido grupos interesantes, aprendido nombres de autores literarios, directores de cine, dibujantes de comics? Si. ¿Había merecido la pena? No. O mejor ¿podría haber aprendido mucho más y mejor al respecto? Sí, indudablemente.

Pero lo gracioso es que entonces me creía por encima del resto de la gente simplemente por mis gustos musicales y si aparecía alguien que supiera del tema, como macho alfa lo desestimaba como un farsante, alguien que tenía unos gustos superficiales. Y lo soberbio del misticismo de las emociones. Emocionarte en los conciertos pero no poder manifestarlo, el cuarto oscuro de las escuchas donde uno alcanzaba los éxtasis al estar en contacto con la música, el desconcierto cuando escuchando una canción del tres al cuarto a uno se le ponía la piel de gallina o se le saltaban las lágrimas, el llenar de sentido la expresión “capital emocional” como factor de diferenciación social, el ascetismo de todo el proceso, como si seguir esas directrices en la vida me abrieran las puertas al paraíso en la otra vida. Yo que se, me acabo de bajar el EP del nuevo disco de Annie y canta eso “Life is too short to get it wrong”. Gracias por los años de vida perdidos creyéndome tan inteligente y sublime y los que he perdido tratando de recuperar el tiempo perdido. En fin, que se note que me jode. Y lo gracioso es que como lectores forjamos nuestra subjetividad en ese discurso hasta ser excelsos en él. Resulta muy útil para hacer de troll en foros y comentarios de blogs y soltar perlas como que tal grupo es el más importante y que aquel disco es una obra maestra que nadie ha superado. Además vuelve a ser como las “feel good movies”: sientes que te reencuentras contigo mismo, que te reafirmas en tus valores. O sea, cumplir la función esperada.

Oriol Rosell, en un artículo creo que en el número de Rockdelux donde publicaron la lista de los mejores discos del siglo pasado escribía un artículo en el que hablaba de la evolución de las texturas. En lo básico, venía a decir que tras tantos años, revoluciones sonoras, evolución del estilo y demás, lo que hacían los Jesus and Mary Chain y mum, en realidad no era diferente: el corazón pop, las vestiduras de ruido, temáticas parecidas, estilos interpretativos más o menos predecibles, las mismas estructuras y los mismos significantes de la emoción, el reciclaje continuo de elementos musicales del pasado. Aunque eso sí, las texturas cambiaban rabiosamente. Como en “El Gatopardo”: todo tiene que cambiar para permanecer igual. Y todos estamos demasiados pendientes de la moda para cambiar algo, el poder y los desequilibrios permanecen y nosotros encantados de ello, porque somos tan cultos y encantados de ser especiales que nos importa más que cualquier otra cosa. Y ya se que soy muy subjetivo al respecto (como si no lo supieran ya a estas alturas). Trataré de exponer esto mejor, con más detalles y ejemplos en esa futura entrada. Ahora a tratar de leer a Althusser mientras escucho el nuevo de Vanessa Hudgens. Esto no es la última palabra de esta conversación, en la que si me ha resultado interesante lo que has comentado (aunque no se si te he contestado) pero me hace falta tomar un poco de distancia en estos momentos.

Ana Saturno dijo...

Hola, anhh:

Perdona que no haya podido escribir antes, pero sí he estado dándole vueltas a la conversación. Creo que lo único que puedo aportar son mis opiniones, que son, claro, subjetivas, así que he pensado que podríamos intentar cambiar el punto de vista.

Imagina que el sujeto del que hablar no es el indie, sino nuestra percepción del mismo. O nuestra percepción de la Rockdelux y de su tratamiento e interpretación de la música. Creo que tenemos algunos puntos comunes en la historia de nuestra relación con la revista y con la música en general. Los resumo:
- hemos leído la RDL durante unos cuantos años (yo a partir de 1994 y hasta 1998 más o menos) como si fuera la biblia.
- después de esa primera etapa, los dos dejamos de leer la revista. En mi caso, fue un parón temporal aunque de muchos años (hasta el 2002 o 2003), motivado por razones externas a la revista. Fue una época en la que escuché poca música y toda de otros estilos que no tienen nada que ver ni con el indie ni con el pop ni el rock. En tu caso, creo que el parón fue definitivo y se podría entender como una reacción contra la propia revista y lo que había supuesto para ti seguir una serie de cánones establecidos por ella.
- ambos consideramos haber aprendido más de música con otras fuentes. Tú hablaste de una enciclopedia del pop de tu biblioteca, en mi caso fue el coleccionable de la Historia del rock publicado por El País hace muchos años, que mis padres habían encuadernado.
- después de una etapa escuchando sólo música independiente, o lo que se entienda por eso, los dos hemos variado el abanico de nuestras escuchas. Yo lo he ampliado y tú creo que no sólo lo has ampliado sino que lo has girado hacia otros estilos, corrientes o como se pueda llamar.
- podemos entender lo que significa estar encerrado en una habitación y sentirnos especiales por estar escuchando un disco en concreto, y toda una serie de cosas asociadas a eso que tú ya definiste en tu anterior comentario, pero es una sensación que hemos aprendido o hemos intentado desechar.

Probablemente haya más paralelismos, pero creo que es suficiente con éstos. Mi pregunta es, con este punto de partida, ¿por qué nuestras reacciones hacia la RDL y el indie son tan distintas ahora mismo? Obviamente ésta es una pregunta retórica con una respuesta de lo más fácil: historia personal, forma de ser de cada uno, etc. Pero igual sí te sirve, para el objeto de esta conversación, que intente explicar cómo veo yo las cosas ahora.

Desde hace unos años (volver a Las Palmas tuvo mucho que ver en eso), yo compro de nuevo la revista todos los meses, pero la leo de forma muy distinta a como la leía antes. Ni siquiera son las mismas las secciones en las que hago más hincapié. No he terminado nunca de entender, igual que tú comentabas, cuáles son sus principios y cómo eligen a quién encumbrar y a quién machacar. Bueno, no es que no haya terminado de entenderlo, es que no he llegado ni a vislumbrarlo. Creo que me han descolocado infinitas veces con sus elecciones. Sin embargo, la sigo leyendo. La tomo como un trabajo colaborativo de muchas personas (igual que el Fotogramas, que lo leo de la misma manera), en el que cada uno está especializado en una serie de cosas determinadas y en el conjunto se tratan de que unos y otros no choquen demasiado. También la tomo como una fuente de información adicional. Ya no es la única ni tampoco la principal. Ahora sólo es un añadido más.

Con internet me pasa igual. Ahora mismo creo que los blogs sí son mi principal fuente de información, pero leo tantos y tan variados que al final junto todo tipo de aportaciones y opiniones contrapuestas. A ninguna le doy más validez que a otra, y eso me permite seguir mi propio criterio. Que lo hay, aunque no lo parezca. Y en tu caso, ese criterio será bastante más fuerte que el mío (aunque sólo sea por el nivel de conocimiento que tenemos sobre la historia de la música, que el tuyo es abrumadoramente mayor). Porque al final, y a lo que yo voy, ¿no se trata siempre de opiniones? Cada uno las expresa en el medio que puede, y siempre tendrá más repercusión lo que escriba alguien en la RDL que lo que comente uno con sus amigos en un bar. Pero son opiniones, al fin y al cabo, y hay que aprender a tomarlas así y no como dogmas. Incluso aunque se trate de un libro en el que se pretende sentar cátedra. Lo que se pretende al escribir y lo que se alcanza en realidad son dos cosas distintas y que pueden estar incluso muy, muy alejadas.

Yo no tengo problemas es disfrutar de discos independientes, minoritarios o underground. Tampoco me siento especial por ello. Sólo creo que tengo inquietud por la música como otras personas la tienen por cualquier otra afición. Al mismo tiempo, tampoco tengo problema en reconocerlo cuando me gusta una canción más radiada. Sí me molesta, sin embargo, cómo funciona el establishment cultural de este país, que considero pobre y obtuso, y no sólo en el plano musical. Y eso lo achaco al capitalismo y la tiranía del mercado (también a periodistas inútiles y poco preparados). Pero con esto no quiero decir que me moleste que no pongan artistas independientes, porque de hecho se publicita como que sí los ponen, ni mucho menos. Se trata de otra cosa, de la estructura general de las cosas, de imponer una serie de productos a las personas en lugar de fomentar que piensen y elijan por sí mismos. Y hablo de todos los ámbitos culturales cuando lo digo.

Estoy de acuerdo en que desde ciertos medios considerados independientes se intenta funcionar de manera parecida, hablando machaconamente de una serie de artistas y menospreciando a todos los demás. Reinterpretan la historia a su manera. Pero creo que ése es un problema que a mí no me afecta porque soy capaz de buscarme otras fuentes. Y de que si me gusta algo, que me dé igual ser la única persona del mundo con esa opinión. Es verdad que otras personas quizá no tengan esa capacidad de investigar por su cuenta otro tipo de sonidos de los que habitualmente les ofrecen. Pero si no lo hacen, hoy en día, es porque no quieren, y creo que aquí es adónde quiero ir a parar desde el principio. El ámbito de influencia de un medio determinado es ahora mismo muy distinto al de hace unos años. Por eso no creo que valga la pena hacerse mala sangre por las teorías de un libro que ya cuando se publicó estaba (y lo digo sólo por lo que has comentado de él) obsoleto.

¿Te acuerdas de cuando dije que iba a pinchar dubstep una noche en Las Palmas? Lo hice dos noches seguidas, muy al principio de la sesión, cuando todavía estábamos sólo los habituales del bar. El primer día no hicieron mucho caso de la música. El segundo día, en un momento determinado, con una de mis canciones preferidas de las que estaba poniendo, me dijeron que eso era un rollo y que cambiara ya. Son personas que escuchan más o menos bastante música y más o menos de distintos estilos. Yo cambié, aunque me fastidió, y ya no he vuelto a intentarlo (aunque puede que vuelva a hacerlo un día de estos porque estoy empezando a estar cansada de pinchar siempre los mismos estilos para complacer a un público hipotético). Meses más tarde, llegó el Sónar y a mí me hacía mucha ilusión estar en la noche de la BBC 1. Cuando llegamos, resultó que estaba en el escenario más pequeño del Sónar de Noche y éramos, comparando con los otros, cuatro gatos. Entonces fue cuando pensé que cómo coño iba yo a pinchar aquello en Las Palmas si en Barcelona, el colmo de la modernidad, y en el festival más especializado del país, éramos tan poquitos los que estábamos allí. Si ya es difícil que aquí la gente reaccione mínimamente si pinchas a Justice, por ejemplo, que allí había miles y miles de personas viéndolos, imagínate con algo tan minoritario. Y ahora no sé por qué he dicho esto, pero te prometo que cuando me vino a la cabeza tenía algún sentido.

Al final, como siempre, me he liado y no sé si se entiende lo que he querido decir. Sólo te proponía analizar las cosas desde otra perspectiva. No centrarlas en la concepción del indie desde algunos medios, sino en el lugar que esos medios ocupan o deben ocupar.

Saludos

anhh dijo...

El tipo de fromclosertonear dice que el nuevo disco de Vanessa Hudgens está “bien”. Alguien en el Ruta66 dice que The Cure no tienen ni una canción buena. En otra revista, alguien decide que considera “When a man loves a woman” de Percy Sledge es una horterada insufrible, porque ha estado escuchando un montón de reediciones o ripeos de discos del catálogo Vanguard, así que supongo que estará más interesado en demostrar que la música de un montón de bohemios blancos universitarios es más importante históricamente. Alguien dice que Lily Allen se merecía abortar. Alguien dice que The Arcade Fire están acabados, a los tres meses de haber publicado su primer disco. Alguien dice que el último de Justin Timberlake es basura, para mostrar al tiempo su concepto de buena música: un concierto de Foo Fighters, Smashing Pumpkins y Bloc Party. Alguien sigue diciendo que “Metal Machine Music” no es música, es un corte de mangas. Alguien dice que la música dodecafónica no es música y que sólo la hacen porque no saben hacer música bonita. Alguien (que no es de Jamaica) dice que el dancehall actual no es música jamaicana. Un montón de lectores del muy fino, culto e histórico New Yorker escriben a uno de sus periodistas para decirle que el hip hop no es música. Un diputado del PP considera que los musulmanes son una amenaza para la democracia. Alguien del grupo Kasabian, dice tras el concierto de Jay-Z, que el rock recuperará Glastonbury.

Aunque tu postura me parece muy clara, inteligente y saludable (y seguramente me plegue a ella dentro de poco), no dejo de pensar si limitarme a tener criterio para descartar unas y otras es “suficiente” y lo único que debería hacer frente a todas las opiniones que hemos registrado en el párrafo anterior. O podría citar eso tan divertido de los comunistas: “eso son argumentos superados” (que continúan y continúan generación tras generación). Si eso me convierte en cómplice o si debo aspirar a que todo el mundo en una sociedad libre y democrática, tenga una opinión aunque no la utilice para decir nada. Puedo ver como la mayoría de webs o blogs de nichos, convierten sus secciones dedicadas a la comunicación (comentarios, etc.) en ejercicios continuos de “hating”, “trolling” o de argumentos que no tienen base fuera de lo que creen alguna gente dentro de esos grupos. Me pregunto si esa misma necesidad de comunicación es la que hace que la gente se dedique a joder las entradas de wikipedia, borrando los datos que han puesto académicos para que se ajusten más a lo que ellos opinan del mundo. A lo mejor eso es simplemente el impulso burgués, aquello de “nadie es más grande que yo ni siquiera Dios”. Y ese quitar cualquier importancia a un argumento, pero hacerlo sin ningún argumento simplemente “IMO”, hace que estudiar una carrera no tenga importancia o dedicarle veinte años a reunir evidencias para escribir un libro sea algo inútil (o si es preocupante que uno tenga un conocimiento de la historia “abrumadoramente mayor” que tú por haber leído algunos libros (no tengo ni cien sobre el tema, menudo asco de biblioteca) y sin embargo sentir cuando el mundo se pone a hablar de discos que consideran obras maestras que parecen haber escuchados estos durante años hasta conocer el más mínimo detalle y que lo dicen de esa manera porque la experiencia de cientos o miles de discos parecidos les hace afirmarse en ellos, en mi caso tengo un montón de discos que escuché unas cuantas veces, a los que quizás debería volver o quizás debería dedicarme a buscar entre los millones de grabaciones que han sido y serán a encontrar realmente las gemas y no aquello que pude “adquirir”). O para el caso, cualquier intento de cambiar la sociedad. Resulta más sencillo el creerse ingenioso, sarcástico, enterado de todo lo nuevo que leo en el mismo sitio que todos los demás, comprárselo, presumir de ello y tener palabras para todo. Y quizás este es el caldo de cultivo idóneo que busca el capitalismo para funcionar.

No tengo nada en contra de Rockdelux, o nada más allá que lo que pueda tener contra revistas como FHM, Elle o Tiempo. Buscan crear un perfil de lector y lo acaban encontrando. Que sus lectores después sean capaces de liberarse para mostrar su propio criterio utilizando el mismo sistema de prejuicios y razonamientos que han estado recibiendo pasivamente desde hace años, supongo que viene implícito en las leyes de mercado al ser incapaz la revista de satisfacer la demanda de sus consumidores. Se que es un grupo de gente dispersa trabajando dentro de unos objetivos más o menos comunes y que operan con unos márgenes de libertad más o menos estrechos que les permiten hablar de lo que realmente consideran importante. El problema supongo en que si ambos consideramos que como crítica resulta completamente opaca, unidireccional e impuesta y por tanto bastante inútil, y que sólo la compramos o la podríamos comprar por cumplir otras funciones (tener una magnitud y un indicativo de cuantos discos se publican y sobre que fechas, tener una visión de conjunto, hacer visible una serie de conciertos de los que uno no sabría si no fuera por la revista, etc.), la gente que participa de ella no acepta de forma más o menos implícita que hay que tragar con ello si quieren cobrar algo a final de mes. Y no lo digo porque la mayoría de ellos cobren por palabra escrita sobre música y apenas si alguna de ella tenga algún contenido musical aunque las demás sean muy bellas y estén seleccionadas con carácter. Mi problema sería el de buscarme una revista que hablara en los términos que yo considero, es decir buscarme un nicho que me aguante y en el que me sienta validado. Pero eso es una cuestión más sociológica. ¿Estaríamos teniendo esta conversación ahora si este blog hablara únicamente de cosas popistas, superficiales o de pervertidos o es algo que consideras tolerable porque sabes que tengo otras preocupaciones? ¿O que los habituales de tus sesiones se expusieran a música de un género que consideran aburrido por el hecho de que confían en tu buen hacer con otro tipo de selecciones? Supongo que es una cuestión de experiencia el compaginar unas inquietudes con la presión del grupo, pero la verdad me da que pensar si realmente estoy luchando por algo cuando escribo algo o lo hago simplemente para desfogarme del estrés, las dudas y la amargura de la vida cotidiana.

Y ya se que contrastar, buscar y construir una subjetividad, como haces tú, es algo que merece la pena hacerse y que propicia ese famoso “cambio”. Y esta entrada es un modelo para comprobar si las cosas se pueden hacer de otra manera o no resulta plausible. Dudas, dudas, dudas.

Ana Saturno dijo...

Aunque sigo teniendo que leer tu otra entrada, te contesto al último comentario.

Sí, yo sí creo que estudiar una carrera, especializarse, documentarse, leer miles de libros sobre un tema determinado, vale para algo. El hecho de que hoy día no se "premie" o simplemente se reconozca como algo importante el bagaje cultural de una persona es, como tú apuntas, un triunfo más del capitalismo. Ya no sólo se trata de crear una sociedad llena de individuos fatuos e incapaces de elaborar un pensamiento razonado, sino de que además desprecien a aquellos que sí lo intentan. La perseverancia y la voluntad son virtudes que se van desdibujando en una sociedad de consumo rápido. Y hacer frente a esta situación se me antoja muy, muy complicado. Toda la maquinaria del sistema está detrás y la televisión es su instrumento perfecto.

También estoy de acuerdo en que lo ideal sería encontrar una manera de enfrentarse a esa situación. Iba a decir “dentro de las posibilidades de cada uno”, pero quizá sea ése precisamente el quid de la cuestión. Por ejemplo: ¿de qué forma se puede atacar en internet una conversación con un troll para conseguir llevarla hacia el camino de los razonamientos y sobreponerse a los exabruptos? Reconozco que hasta ahora yo no he estado presente en ninguna discusión de ese estilo que me interesara lo suficiente como para intervenir. Mi conducta en todos los foros, listas de correo y blogs en los que participo está basada en ser siempre extremadamente educada y tratar de elegir bien las palabras que empleo. Hay muchas veces que quiero hacer una broma y acabo evitándolo por si no se entiende el tono o si se considera que no tengo la suficiente confianza con las otras personas. He presenciado muchas discusiones y me he mantenido al margen casi siempre. Me abstengo de hablar cuando alguno de los participantes pierde los nervios o emplea el insulto como método, cuando considero que no sé lo suficiente del tema como para intervenir (y eso es casi siempre) y cuando veo que se trata de una discusión estéril porque nadie está dispuesto a dar su brazo a torcer. Quizá sea una buena manera de evitar conflictos, pero desde luego no estoy contribuyendo a hacer del mundo un lugar mejor.

Intento rodearme de personas que pueden aportarme algo o que saben más que yo de las cosas que me interesan. Y si lo intento en la vida real, donde las relaciones son más complicadas, ¿cómo no iba a hacerlo en internet, si soy yo la que decide qué leo y qué no? Otra cosa distinta es que la gente a la que leo esté también interesada en hablar conmigo, pero si no es el caso tampoco me importa, me gusta el papel de lectora. Y de esta forma voy evitando opiniones ligeras y tópicos absurdos. Lo cual, por otra parte, no deja de parecerme un poco hipócrita si miro lo poco que puedo ofrecer yo en mi blog.

Esto viene a la disyuntiva que planteas sobre ser cómplice del sistema o tratar de hacer frente a toda la serie de gilipolleces que se leen y escuchan por ahí. Algunos de los ejemplos que citas, por cierto, también los he leído en algún momento y me han parecido vergonzosos. Mi respuesta es que no lo sé. Examinando mi propio comportamiento, como acabo de hacer, no creo que salga muy bien parada. Al menos yo, según mis cánones, no estaría orgullosa de mi él. Más que nada porque, volviendo a lo que hablábamos el otro día, sigo pensando que tengo que poner mi granito de arena para conseguir que la gente vea algo más allá de lo que el día a día en esta sociedad puede ofrecerles. Y evitar la confrontación quizá sea, de alguna manera, eludir mi responsabilidad adquirida. Pero, al mismo tiempo, la base de mis ideas y de mis argumentos siempre ha sido, y espero que siempre sea, el respeto hacia los demás. Y me resulta difícil conciliar todas estas cosas.

¿Estaríamos teniendo esta conversación si tu blog hablara sólo de cosas superficiales? Probablemente no, o al menos no aquí. Me explico. Yo llegué a tu blog porque leí algún comentario que pusiste hace tiempo en La increíble verdad. Cuando hago eso, pinchar en el nombre de alguien en un comentario que me ha resultado interesante, echo un vistazo al blog al que me lleva. Si dos o tres entradas me llegan a interesar y creo que me aportan algo que no tenían todos los demás blogs a los que estoy suscrita, lo añado. Si no, no. Hay personas que encuentro habitualmente en los comentarios de los blogs que leo y sin embargo a ellos no los sigo. No me aportan nada nuevo. Por eso digo que si tenemos esta conversación aquí es porque tu blog me interesa. Me daría igual si ahora te pasaras un mes poniendo sólo fotos de mujeres en pelotas, porque probablemente tarde o temprano volverías a escribir alguna entrada que me hiciera pensar o con la que aprendiera sobre músicos o libros que ni sabía que existían. Supongo que se podría pensar que sólo leo cosas que me suponen una fuente de conocimiento, pero también se trata de tener un poco de estimulación intelectual, de mantener las neuronas activas. Y con las revistas, a fin de cuentas, ¿no es esto mismo lo que buscamos?

No sé si tu blog te hará tener la sensación de estar luchando por algo o no, pero a mí al menos me ha servido de mucho. Primero porque me obliga a pensar en términos más teóricos de lo que estoy acostumbrada, y eso me gusta, aunque me cueste. Segundo, porque me ha ayudado a quitarme muchos prejuicios sobre determinadas canciones. Y quizá esto último sea uno de los fines que persigas.

Y lo último que digo. El problema de que me ponga a pinchar y a la gente le resulte aburrida o insoportable la música que pongo es de disposición más que cualquier otra cosa. Aunque les gusten mucho mis sesiones en general, si pincho una serie de sonidos que les resultan nuevos y extraños, es muy probable que no se queden a esperar que les digan algo. Me harán cambiar o se irán. Y eso pasa con todo lo demás, porque la sociedad en la que estamos viviendo es ésa. La gente quiere una serie de cosas y en un determinado momento, y no están dispuestos a abrir la mente hacia universos distintos porque cuesta trabajo y las satisfacciones no se encuentran a corto plazo. Mientras eso no cambie, poco se podrá hacer.

Saludos

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