Esta mañana he estado leyendo la reseña que El País hacía del concierto de Kylie Minogue. El crítico rockero descubría que había música pregrabada y pensaba que había pistas de voz que estaban también grabadas (en serio, ¿no puede cantar y hacer tres tipos de coros a la vez?) y viendo que aquello evidentemente era una mentira (un concierto es música tocada en instrumentos musicales en vivo, según parece), suponía que todo era una farsa y que aquello estaba lleno de farsantes que iban a ser engañados con un fastuoso y carísimo montaje digno de una gala televisiva. Vamos, que se dio cuenta que no fue a un concierto sino a un show, es decir que puede haber algo más allá de lo que él espera y considera válido. Ni me interesa ni defiendo el concepto escénico de esta señora, pero creo que en estos momentos me encantaría estar leyendo un periódico escrito por críticos musicales: un crítico rock opina sobre la opera china, un crítico rock habla sobre un congreso de cocina de vanguardia, un crítico rock habla sobre la meteorología esperada para este día en la península, un crítico rock habla sobre la rueda de prensa dada por el jefe de la oposición, un crítico de rock opina en la sección de sucesos, un crítico rock opina sobre la inestabilidad producida en los mercados por el alza en el precio del crudo, etc. Pero no como una manera de exponer las distintas facetas de estos como seres humanos, quiero la expansión de está lógica a cualquier aspecto de la existencia.

2 comentarios:

Ana Saturno dijo...

Me temo que los críticos no son los únicos que opinan así. Un amigo de Las Palmas tiene un grupo de electro-pop de tres integrantes: la cantante, él, que es el guitarrista, y un mini-disc con las bases. En los conciertos incluso presentan al señor mini-disc. A su público habitual nos parece bastante divertido, pero el resto de la gente suele mirarlos bastante mal. Creen que lo del mini-disc significa que los están engañando o estafando.

En fins.
Saludos

anhh dijo...

Tu anécdota me ha recordado a Big Black. El grupo estaba formado por cinco miembros, tres guitarristas, un bajista y Roland, que era la caja de ritmos. Pero supongo que nadie dudaba de la “humanidad” de la música producida. El otro día en La Sexta emitieron durante las noticias un reportaje sobre un tipo de actuaciones que se estaban poniendo de moda: artistas que tocaban en acústico en las salas de estar de cualquier casa o piso. Se supone que lo único que debían tener los pisos eran un determinado espacio y unos vecinos tolerantes. Lo que se cobraba era para las bebidas que estaban en el frigorífico y el resto para el artista. Y era eso, canciones en acústico, guitarras rascadas y palabras, el colmo de la autenticidad unplugged de la MTV y la máxima diversión que uno puede esperar de la música. Pero cuando entrevistaban al público estos estaban como en trance y argumentaban que podían sentir más intensamente las canciones o que no se podían creer lo cercano y próximo que era el artista (al que obviamente tenían que abrir la puerta y esas cosas). Es decir que no valoraban la experiencia estética del acontecimiento sino la sensación de cercanía que este desprendía. Pero uno recuerda algo parecido, un par de amigos que de repente se ponían a tocar delante del grupo y todos aplaudían como si la música se hubiera creado delante de ellos por pura magia, pero yo no sabía si aplaudir, porque sonar había sonado muy emotivo pero también tenía claro que eran cuatro truquillos que se hacían para despistar que apenas si habían tocado una tontería. Pero obviamente debías aplaudir por ser tus amigos.

En un foro alguien explicaba en que consistía la música griot tradicional (la de los músicos itinerantes, familias dedicadas por casta y siglos de continuidad). El griot llega al pueblo y las familias más importantes de este se reúnen. El griot empieza a tocar algo que se repite de manera continuada y que sirve de base para que el pueda contar la historia de esa familia, todas las cosas buenas que hicieron en el pasado y presente y alabar la figura del actual cabeza de familia. Esto podía durar horas, donde la música apenas variaba y mientras desgranaba todo esto, los familiares le iban regalando cosas, comida, dinero, etc. en respuesta al homenaje. Y así con todas las familias. Un concepto de las críticas de conciertos en el Ruta 66 que siempre me fascinó fue el de la “profesionalidad”. El grupo podía tener un repertorio penoso y no haber estado en las mejores condiciones, durante esa gira o de su historia, pero si estos se esforzaban, ponían ganas y sudaban en lo alto del escenario defendiendo lo que hacía no se les podía poner mucha pega, porque se lo habían “trabajado”. Yo creo que todo esto gira en torno a esa idea de trabajo. Pero la definición de ese trabajo es algo cultural. El griot no es bueno por tocar mucho o hacerlo bien, sino por narrar, descubrir a los jóvenes su historia y traer recuerdos a los mayores de su historia. En el caso del Ruta sería algo como hacer el ruido correcto para poder divertirse. En los del primer concierto la “emoción”. Siempre resulta curioso cuando uno se trata de salir de aquello que debe ofrecer. Cuando se disolvieron Diabologum, salieron dos grupos Experience y otro que ahora no recuerdo. Ambos vinieron a tocar por aquí. Experience encajan en un formato rock y había proyecciones y esas cosas, todo muy bien. El otro era un concierto donde el tipo casi estaba solo y cantaba, tocaba la guitarra y soltaba bases con el portátil que además controlaba las luces del escenario. En un momento de intensidad de una canción, el tipo se quedaba parado mientras las luces se volvían de un naranja intenso y la música se repetía hasta desaparecer. Era algo muy teatral, el tipo parecía suspendido y estar como en éxtasis, disolviéndose en la música. Las caras alrededor eran de perplejidad porque no entendían lo que hacía.

Cuando fui el año pasado a un concierto de Bruce Springsteen, todo el mundo estaba entregado de antemano y salieron efectivamente sintiendo que ese había sido el concierto de su vida. A mi me pareció un espectáculo muy, muy bien llevado, un show mayúsculo, pero el repertorio (el del disco de versiones) era una sucesión continua de querer llevar las canciones a finales interminables, muy rock y poco latazo, pero todos iguales y salvo alguna canción antigua donde no resultaban tan evidentes no me emocioné demasiado. Pero el concepto, la narración, las escenas que se repiten concierto tras concierto, el público que va a todas las fechas que hay en ese país o en los cercanos, es el mismo para Kylie, Madonna, U2, Depeche Mode o los Rolling Stones. Crear una narración que sea la que el público espera de ellos. Creo que vi algo de un concierto de la gira que llevaba Kylie antes de la operación, y es el mismo modelo que las que hacen Girls Aloud. Hay una serie de coreografías y momentos musicales preparados para el cambio de vestuario de la artista, los músicos pueden aparecer o estar fuera de foco (pero normalmente hay músicos aunque sean los que disparan los samplers con todos los efectos, del mismo modo que en los conciertos de otros artistas necesitan llevar a 10-12 músicos para poder reproducir las canciones como están en el disco o generar un efecto envolvente parecido). Los conciertos de Girls Aloud no me desagradan (tengo el DVD de uno) y el público es de todas las edades, sexos y orientaciones sexuales, parecen pasárselo muy bien y son completamente cómplices en el show. Pero creo que la música del grupo se ha resentido desde que hacen conciertos y el último disco se notaba demasiado que estaba pensado para ser tocado en directo (en las actuaciones televisivas se bastaban con un grupo de 3 o 4 músicos además de las chicas para poder interpretar los nuevos temas, mientras que en la primera gira, los temas más construidos sufrían horrores al pasar al formato grupo para el que no estaban pensados). Tampoco es raro que Madonna saque más dinero por sus conciertos que por la birria que suelen ser sus discos y que ahora tenga un contrato de 360º con una compañía promotora de conciertos por un importe de 100 millones de dólares. Pero aquí creo que la idea de grupo en vivo es algo que viene añadido por el formato (grandes estadios o pequeños clubs). En un festival del manga que organizaron aquí, mi hermana, un amigo suyo y yo, nos metimos en un concierto de una chica que interpretaba canciones de series de dibujos animados televisivas. No conocíamos ninguna canción, y todo era playback menos la voz (cuestión de movilidad, presupuesto para la gira y permisos de entrada en países). Y todo estaba calculadísimo (los números en los que sacaba a alguien del público estaban pactados y ensayados, y los había hablado con algunos de los chicos y chicas que hacían de voluntarios en la organización). Al principio del concierto no interactuábamos, y si la gente movía las manos cuando ella lo pedía, o se levantaba, nosotros no lo hacíamos. Cuando decidimos que total nadie nos conocía y no nos iban a reconocer después hicimos lo que el resto y nos divertimos muchísimo formando parte del show. De hecho, ahora eran los de la prensa que estaban por ahí los que no miraban como si nosotros fuéramos los freaks o nos hubieran sorbido el cerebro.

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