Reseñas de una sola frase.

Todo el mundo cuando habla de su crítica musical favorita citara un extenso artículo probablemente sobre una canción o un disco donde su autor tocaba tantos palos, con tanto talento, erudición y delicadeza que cambió su vida. En mi caso, seguramente citaría algún artículo de Quim Casas, Simon Reynolds en Dancedelux o los artículos que había en la web de The Wire. El problema es que no quizás no estoy hecho para ello y no puedo escribir de esa manera. Además ya dedico bastantes palabras a una sola canción, como para intentarlo con un disco. Pero admito también ser fan del estilo opuesto a este, en particular de la sección de discos del suplemento de El Mundo, donde el conteo de palabras es tan sangrante que las críticas se quedan en fogonazos de subjetividad, sin argumentos, recitados de ideología y prejuicios sin rastro alguno de términos musicales o conexión alguna con la música a la que se refiere, la cumbre más alta coronada por el actual periodismo musical, el antecedente directo del fenómeno troll en internet (al menos en su sección musical). En particular me fascina como la opinión se desnuda de escudos y sólo queda el motivo primigenio “esto es música comercial así que es mierda pero menos mala que la española”, “este disco es ni fu ni fa”, “obra maestra”, etc. quedando la presencia cruda del periodista o crítico de turno. Aquí no contamos palabras porque somos demasiado dispersos, pero nos resulta divertido el hecho de contar frases. En concreto una, ya hemos dicho que nuestro grado de atención está por los suelos. Y sobre el problema de que alguien pueda descubrir como soy realmente, bueno, I don’t care.

No Age “Nouns”

Arties como son ellos, si su primer disco fue una reflexión sobre algunas de las emociones y sensaciones asociadas al mundo del rock, hábilmente evocadas en bosquejos que remitían a canciones, ruido, velocidad y furia, en esta ocasión quieren evocar lo que uno sentía cuando escuchaba por primera vez discos de noise-rock creyendo que el mundo se abría ante él y lo estaba descubriendo.


Lau Nau “Nukkuu”

Quizás sea otro ejemplo arquetípico de un disco que se recibe como la única pieza que encaja en el único espacio que uno ha dejado, pero tras varias escuchas, con sinceridad: sí.



Jesse McCartney “Departure”

Uno de los motivos por los que el sistema monárquico se extinguió como sistema político en Europa fue por el motivo claro de parodia o de actual decadencia que supuso la suma de matrimonios entre hermanos y primos generación tras generación durante siglos, lo que me lleva a pensar que en el disco de uno de los autores de ese monstruo llamado “Bleeding Love” es un signo del tiempo actual, donde la transversalidad de songwriters y productores dentro del mundo del R&B mainstream, convirtiendo cada artista en interesante, cada disco en algo a descubrir y cada canción en pura potencialidad o todo lo contrario a costa de la personalidad y el carisma del artista o grupo implicado y si tal poligamia dentro de un ámbito tan cerrado los hará desaparecer a todos y con ello extinguir mi fe en el género.

V.A. “Dubstep All-Stars Vol. 6”

Es una de las mejores entregas de la saga, y sí es asombroso como con tan pocos nombres y una selección solvente puede crearse un mundo de sonido, tal narratividad, pero no puedo quitarme de la cabeza la primera escucha de este disco mientras leía los dolidos comentarios de los niños rojos en la blogosfera británica tras perder los laboristas Londres, cagándose en la generación de jóvenes indolentes, consumistas, sin ideales, supuestamente irónicos e inteligentes que votaron a un bufón del que no quieren saber nada ni en su partido, sintiendo que quizás no este giro hacia la sutileza que representa el sonido de esta entrega, pero gran parte de este movimiento, como banda sonora del agotamiento político de la tercera vía.

(Actualmente las entradas originales escritas en dos minutos eran más divertidas y cutres. Trataremos de mejorar en posteriores entregas.)

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