La semana pasada decidí volver a ver la televisión con alguna regularidad. Pensé en volver a ver series de televisión y coincidía la reposición de “Buffy” y de “Las Chicas Gilmore”. Pensé que eran series a las que ya me había enganchado hace cinco años, así que opté por un cambio y me pasé todo el fin de semana viendo los primeros dieciséis capítulos de “Gossip Girl” y las tres últimas temporadas de “The Wire”.

Se supone que la primera proviene del equipo que creó “The O.C.” así que algunas de las características formales y temáticas de aquella están presentes en la nueva serie: los conflictos sociales entre la clase media y alta que convivían, allí en L.A., aquí en los colegios privados neoyorquinos, el miedo a los comentarios de la sociedad en la que viven (“Gossip Girl” está puntuada por las entradas de un blog de cotilleos sobre los ricos y famosos de estos colegios), el ambiente adolescente que permite los escarceos de los adultos, el tratamiento supuestamente rupturista (embarazos, drogas, prostitución, intentos de suicidio, crímenes, etc.) de la adolescencia y el trasfondo tranquilizador familiar que reconduce la posible carga de profundidad hacia el terreno de los errores, defectos y problemas que todos tenemos, etc. Y también las múltiples referencias a la cultura popular. Si en “The O.C.”, los protagonistas podían quedar en un concierto de Death Cab for Cutie o hablar sobre “Please Kill Me”, aderezado con referencias a comics de superhéroes o películas como “La Casa de las Dagas Voladoras” o “Hellboy”, en esta la música lo invade todo. Una serie que en los tres primeros minutos de su primer episodio utiliza cinco canciones (“Young Folks”, un remix de Rihanna, “What Comes Around… Goes Around” y dos sin identificar) para indicar el estatus social, las emociones de los personajes o como música incidental, obviamente resulta interesante como objeto para crear tendencias o reconocerlas en el mainstream. Las referencias también se introducen en los diálogos. Tres que captaron mi atención: “Pienso atacarte en modo Naomi Campbell”, “Ahora sabes como se siente Vanessa Hudgens” (referido a la supuesta homosexualidad de un novio) o seleccionando el modelo que llevará una chica de catorce años y las reacciones que despiertan en su anfitriona “Demasiado Beyonce”, “Demasiado gemelas Olsen” y “Demasiado Hannah Montana”. En fin entretenimiento, aunque esta escena donde la pareja protagonista trata de tener su primera relación sexual me produjo mucha risa por la elección musical que hacía el chico inteligente, sensible, con educación rock (era su piso).


“The Wire” está en el extremo opuesto. Cada una de las cinco temporadas va tocando diferentes temáticas alrededor de la unidad de escucha policial que da nombre a la serie: el tráfico de drogas y su cultura, la descomposición industrial en forma de trabajadores portuarios, (tenuemente) el blanqueo de capital, la política y la educación de menores y adolescentes y en la última temporada los medios de comunicación. Casi todos los guionistas son o han sido periodistas especializados en los distintos temas tratados en periódicos durante años, así que por ejemplo, la construcción del ambiente portuario, la tradición católica de los inmigrantes polacos o las tradiciones y costumbres laborales de los estibadores, son pasmosas, tan crudas y desapasionadas que hieren. El mismo enfoque periodístico de atención hacia el detalle que da verosimilitud a la escena se va concretando en distintos aspectos a medida que avanza la serie. Uno de ellos es la música, que va reflejando tanto las características y edad de los personajes (como en sus bromas (impagable el uso de la canción “Love Child” de las Supremes en la segunda temporada)) o de los lugares que frecuentan o en los que habitan, como ya en las últimas temporadas, documentar la escena local, con el sonido B-more, oyéndose en las fiestas, o los grupos y artistas locales de hip-hop sonando en los coches (se supone que Darkroom Productions recibieron una llamada para participar en la banda sonora, pero la verdad no los he escuchado tanto como para reconocerlos) en lugar de los tópicos (rap tipo The Roots escuchado por gángsteres en las dos primeras temporadas). El disco de la banda sonora, publicado este año, queda como reflejo de esa búsqueda y realidad fragmentaria.

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