Escuchando a Hudson Mohawke

Montones de cosas dando vueltas en mi cabeza. Hoy he comenzado a escuchar una serie de podcasts del tipo “aprenda el japonés”. Me deberían parecer una ridiculez, ya que no enseñan ni gramática ni la escritura y el significado de los ideogramas (no sólo kanjis), pero por algún lugar tengo que empezar. Tengo que matricularme en una academia, tengo que asistir a clases y comenzar a desempolvar libros de cálculo matemático. Tengo que cambiar de dieta (por prescripción médica), hacer ejercicio, cambiar de hábitos. De darse dichos cambios, el concepto bajo el que han funcionado los blogs que he escrito durante los últimos años deja de ser funcional y el ritmo que me imponen es incompatible. No es necesariamente una idea que aparezca en este momento. Llevo todo el año tratando de desgastarme hasta sentir la necesidad de parar, de no tener nada que escribir. También todo el año ha sido un continuo ir y venir de debilidades, fracasos, evaluaciones sobre lo que hacía, pensaba, opinaba, tratar de escribir una entrada en el blog de la que sentirme satisfecho para a continuación olvidarla y pensar que todo lo que aparece aquí más o menos se puede reducir a la palabra “basura”. Y sin embargo sigo escribiendo, aunque la idea de perder horas y horas delante del teclado tanteando entre las sensaciones tratando de reducirlas a los elementos teóricos, siempre publicando los andamios y completando el proceso durante las semanas siguientes, es un coste que no debería permitirme. Alguien colgó el rip del DVD con todos los videoclips de Morning Musume hasta comienzos de este año. Aparte de no recordar en mucho tiempo algo que provocara tantos gestos de quedarse con la mandíbula desencajada o repetir de manera continuada la expresión “Madre mía”, también apareció otra cosa. El grupo comenzó a finales de 1996, así que en cierto sentido existe en paralelo al tiempo desde el que llevo leyendo prensa musical. No es tanto la idea de que ese nombre no aparezca en ninguna prensa “respetable” en dicho tiempo. No es MM el mejor ejemplo, pero es la persistente sensación que uno tiene de que está demasiado obcecado en determinadas batallas y escondido bien hondo en trincheras de música que uno consume pensando que es aquella que le gusta, aunque le esté haciendo perderse cosas mucho más interesantes e importantes que están sucediendo en esos mismos días. Uno de los problemas que tengo con muchas listas que tratan de resumir el pasado, no tanto un año como una década, es que la mayoría solo refuerzan una idea más o menos ya aceptada de lo que sucedió en aquella época, cuando mi experiencia vital indica justo lo contrario. Rockdelux llenaba páginas y páginas de grupos de guitarras que serían el futuro de la música mientras la vida del 2step, esos cinco vibrantes, torrenciales en su evolución, años se consumían en dos artículos de una cara en su revista anual de música electrónica. Ya. Lo mío es manía. Pero no es tanto la cabecera que nos quiere descubrir el futuro como la radical diferencia que supone el paso del tiempo sobre estos textos. Resulta divertido en verdad, recordar en toda su extensión la crítica que en su momento se publicó sobre “Energy Flash” de Simon Reynolds, ahora que toda la historia de la electrónica parece resumirse en aquel libro: “interesante pero superficial”. Lo hacían dentro de una pieza más larga sobre los orígenes del house, pero esa es la única mención que recuerdo en cerca de una década. Pero no se reduce a eso. Llevo todo el año trabajando en la elaboración de mi lista de lo mejor del año (al menos para mi) y estoy en un momento en que todo parece estar equivocado, en el que pienso a la vez que nadie va a seleccionar esos discos o que me he acomodado y me estoy perdiendo la música más interesante por descansar en mis nichos, filtros y fuentes de información habituales. Por cierto, viendo el DVD me quedé enganchado a este single, balada melancólica doblemente articulada sobre las tensiones generadas por los desplazamientos sociales desde el campo a la ciudad y los efectos del distanciamiento en la relación madre-hija.

Sí. Hudson Mohawke. El single se puede comprar en formato FLAC o MP3 en Boomkat, y como suele ser habitual, los samples que disponen para hacerse una idea de cómo suenan son los cortes en toda su extensión (y sí las señales cada 30 segundos). Cuando uno ve una entrada en un blog de The Guardian sobre “aquacrunk”, ya saben ese nombre que era una broma, uno comienza a sentir en esta selección de la escena, en este preciso momento donde se establece un canon, como a la vez se comienzan a dibujar con la misma decisión la sombra del estereotipo en la que toda la creatividad naufragará próximamente. El primer corte no tiene ninguna de las características previsibles de la escena. Suena un teclado, quizá a la manera de un clavicordio y una voz femenina canta como si se tratara de un lied, quizás de sonoridad más próxima a una música post-minimalista que clásica, pero evocando ese tipo de atmósfera. Pero hay manipulaciones de la pista vocal, aceleraciones, cortes dentro de las palabras, sucesiones y encadenamientos de sílabas formando nuevos idiomas, mientras todo crece sobre una nube de chasquidos y breves figuras electrónicas, a veces sólo notas de un pad resonando. Aparecen elementos que podrían recordar al sonido de flautas. La pista melódica del clavicordio no es única, se superpone como la voz. Ahora desaparece y nos quedamos con los fragmentos, sí, la famosa estética fragmentaria, salvo que en vez de usar el efecto tradicional del hiphop, la unión de elementos sonoros de elementos de distancia procedencia, musical, histórica, de su propia presencia, los fragmentos son los de las pistas melódicas apareciendo fantasmagóricas sobre un hilo de feedback, jugando con la tensión de la posible vuelta a una normalidad que en un principio parecía desasosegante. El segundo corte parece comenzar con sonidos más habituales, bombos, sonidos más próximos a la paleta de un disco próximo al ambient contemporáneo, encadenamientos de delays en forma de sonidos que se encallan fluctuando por el campo del estéreo, los chasquidos, colchones musicales que oscilan entre lo audible, lo harmónico y el sonido licuado, el entrevela clásico. De nuevo la estética fragmentaria. Es como una suerte de “Concret pH” de Iannis Xenakis con materiales y formato pop. En otras me recuerda atmósferas de según que discos de Tortoise o de Fennesz. Según la crítica de Boomkat, el tercer corte es electro funk del año 2030. También es el tema más convencional, más definido, suponemos que también más “futurista”, al menos donde se muestran con más claridad los significantes que parecen representar dicho concepto. El disco acaba. Realmente nunca se que opinión tener sobre estos discos de electrónica “fina”. Es la escucha repetida el que acaba mostrando la lógica o su ausencia, los matices y su trabajo, la tosquedad, la falta de cosas que decir, el ejercicio de estilo con o sin sustancia, etc. De todos modos una buena carta que jugar para mostrar al menos la versatilidad de uno de los que ya son estandartes de la estúpida etiqueta, alejándose de su gusto (no irónico) por el R&B mainstream y la posible ampliación del tipo de paisajes a explorar, además de un claro guiño a la crítica “seria”. El playlist ha terminado hace rato, pero la señal sigue sonando periódicamente.

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