En el número 125 de la revista Frieze hay incluidos un par de textos de Mark Fisher (1, 2)*, uno dedicado a dos textos que podríamos inscribir en la esfera del realismo especulativo y otro segundo, sobre la necesidad de aplicar la teoría en la vida corriente, que en la práctica, da el tono para aquello que suponemos, apreciaremos de modo más extenso en su libro.

El argumento sería la presencia de una lógica hegemónica en la vida social de la mayoría de las democracias liberales, el realismo capitalista, que trata de derruir por todos los medios y de forma obsesiva pero de modo liviano casi intranscendente por lo ridículas que son enfrentadas a la evidencia de la “realidad”, cualquier otra propuesta que trate de alejarse de ella. Ejemplos más obvios de esta lógica, podrían ser el argumento sobre la necesidad de salvar los bancos mediante inyecciones de dinero por parte de los gobiernos (ya que sin estos el sistema se derrumbaría y eso no se puede permitir), los partidos de la oposición que se quejan sobre una posible subida de impuestos a las clases altas, diciendo que el dinero saldrá de los empresarios y las familias de clase media (¿Cuál clase media? 1, 2, 3) ya que subir los impuestos, está “demostrado” (aunque no en los libros de macroeconomía) sólo genera más paro, la bondad de las economías “verdes” que quieren convertir el capitalismo en algo sostenible (cuando en realidad, se haga lo que se haga, se consume energía, se generan residuos, se extraen materias primas, se rompen ecosistemas, ya esté tu economía basada en la siderurgia o en el ciberespacio), etc. Pero Fisher, toma unos ejemplos, más próximos, menos rebuscados o enrarecidos que los que uno puede encontrar en los medios de comunicación o en la esfera de la política para mostrarnos lo imbricada que está esta lógica en nuestra vida cotidiana. En su caso, todos ellos, son culturales, tal vez debidos al tema del artículo para la revista (un especial sobre la teoría y el arte), desde los “críticos” de dubstep que deciden pasar de la teoría hasta los críticos en periódicos de “izquierdas” que critican el uso de teoría para explicar cualquier evento o exposición como un ejemplo de oscurantismo, de pedantería, de alejarse de cómo son las cosas en la realidad. El autor liga esto al vínculo entre las escuelas filosóficas empiristas vigentes en el mundo anglosajón (las que tratan de explicar el mundo tal como se nos presenta) con el júbilo masivo con el cual estos países aceparon las corrientes neoliberales y las pusieron en uso.

Frente a esta aceptación pasiva de la realidad, frente a la cual uno no puede luchar, pero puede consumir, trabajar, tratar de ser feliz, consumir más en el intento, tener un estilo de vida sofisticado con el cual evitar pensar lo vacía que está tu vida, es preferible el uso de la teoría para destruir esta lógica que dice basarse en la realidad, pero simplemente se basa en aceptar las reglas del juego que otros han establecido, elegir entre lo que se te ofrece, nada que tu propongas, tomar los hechos como absolutos, sin querer indagar en cuales son las causas que provocan el desencadenamiento en una u otra dirección de dichos hechos, de la teoría de Ray Brassier y su uso (nihilista) de la neurología como un modo de desmontar esa lógica, esa emoción, esa “libertad” personal, como meras mistificaciones sin base alguna.

En muchos aspectos estoy de acuerdo con él, pero al menos hay un par de elementos de su propuesta que me chirrían un poco. Uno es el tránsito desde lo personal, lo local a lo universal. Es decir, como desde los ejemplos de una sociedad, la anglosajona, en particular la británica, se pueden establecer y establecer los modos mediante los cuales funciona esta lógica digamos, neoliberal. Mi problema estaría en este salto: la lógica descrita mediante el análisis, reflexión y el uso de la teoría, no sería la del neoliberalismo, sino la del neoliberalismo aplicado en la sociedad británica. Porque uno no cree que exista algo como el neoliberalismo “puro”. Usemos, de un modo un tanto gratuito, esta cita de un texto de Perry Anderson en un texto sobre Italia:

Whether any comparable levies are likely to arise out of the circumstances of recent years remains to be seen. On the face of it, the chances would seem slim. But it would be a mistake to underestimate the depth of the reserves on which the country can draw. A glance at Spain, whose modernisation is now often held up by self-critical Italians as a model of what they have missed, is a reminder of them. Although its economic growth has been higher, transport systems faster, political institutions more functional, organised crime less widespread, and regional development more even – all real gains over Italy – Spain remains by comparison a provincial culture, with a much thinner and more derivative intellectual life, whose relative backwardness is underlined by the modernities surrounding it.


Tomemos un modo claro de este provincianismo: los debates políticos de cierta cadena televisiva con un torito como logo, que forma parte de un grupo editorial ultraconservador dirigido por alguien en una secta cristiana, que vende sillas con los colores de España o hace anuncios-denuncia supuestamente repletos de una lógica tajante que en la práctica es mero sensacionalismo. Allí podemos observar como una serie de temas recurrentes, aparecen siempre que no hay otros temas de actualidad que tratar. Uno podría ser la idea del “pequeño gobierno” tan querida por los conservadores anglosajones, pero lo que allí es la idea de que el gobierno no debe interferir en el libre mercado (y el libre mercado, prácticamente lo es todo), aquí se traduce en la idea de que hay que desmantelar el sistema autonómico para optar por un modelo centralista (obviamente Madrid, donde siempre suelen habitar estos comentaristas), ya que el otro sistema multiplica la burocracia, los gastos, el clientelismo, bla, bla, bla. Otra idea podría ser la del “idioma oficial”. Esta es una idea importada de EE.UU. donde los grupos conservadores, ante el aumento de la inmigración de origen latinoamericano y el cada vez más frecuente uso del castellano como lengua en dicho territorio, busca la consagración de algo establecido constitucionalmente para tratar de establecer una lógica de superioridad y segregación, donde obviamente los beneficios caen de su parte. Aquí esto se traduce en las “barbaridades” que los nacionalismos alimentados por el sistema autonómico (nunca existen españoles nacionalistas), en forma de imposiciones lingüísticas, casos de marginación, favoritismos y casos de despido debido al desconocimiento del idioma por aquella gente igual de preparada pero foránea y a favor de aquellos locales que fomentan este nacionalismo (oh, sí, más clientelismo), la falta de libertad personal que esto implica, la ruptura con la constitución (ya que estamos, esta cadena celebra el golpe de estado en Honduras como un ejemplo de democracia, pero esto digamos es simplemente quitarse la careta y decir las cosas de un modo directo: lo nuestro, siempre), etc. siempre ilustrados por casos individuales que bordean lo ridículo (sean ciertos o no). Tenemos el derecho a la “libertad religiosa”, igualmente neocon, la moda antiabortista, igual, el adoctrinamiento en la educación pública, igualmente neoconservadora (los padres que no llevan a sus hijos a la escuela y los educan de acuerdo a sus creencias). También tenemos el asunto del terrorismo, que es una mezcla de un par de ideas. La primera sería la del honor de las víctimas, que puede resultar europea, más bien francesa tras ciertos fiascos coloniales, y el discurso neoconservador, con su final de la historia, todos los terrorismos iguales, el choque de civilizaciones y todas esas cosas. Como ven, abundan las ideas propias (tal vez la única idea realmente nacional sea la idea de que alguien miente y eso es lo peor del mundo, que igualmente puede ser una aceptación, pero que funciona completamente como sentido común).

Lo que quiero tratar de mostrar con esta enumeración, es que la presencia de un cierto tipo de temas, ideas o propuestas neoliberales no conlleva su aplicación unívoca en cualquier país o sociedad. Surgen variaciones, mixturas y si lo prefieren, en lugar de “imitaciones” se produce una creolización, es decir, la generación de formas nuevas y propias a partir de elementos heterogéneos de varias culturas. No hay un neoliberalismo, hay múltiples. Habrá estrategias comunes (el uso de los medios de comunicación, la anulación del poder de los sindicatos, la toma de la universidad, etc.) que en algunos lugares serán éxitos clamorosos y en otros fracasos totales. El propio Anderson, describe en un par de artículos el desarrollo de la escuela de pensamiento neoliberal en Francia (contradiciendo en apariencia la idea de filosofía continental contra empirismo) y como, aunque sus resonancias sean reconocibles y comunes, sus modos, su funcionar, es completamente propio.

El segundo elemento es cierto tono divisible en la solución adoptada. Cierta aura de terminalidad, de apocalipsis, de llevar a sus extremos aquello de que la belleza será convulsa o no será. Hay ciertas resonancias de ciertas propuestas de la modernidad, con su papel de crítica, de mostrar aquello que oculta la sociedad para establecer su imagen de bondad, civilización, sentimiento, etcétera. Uno no está en contra de esto y de hecho cree que es bastante necesario como reacción a esta lógica descrita, donde el trabajo manual se oculta, donde los orígenes se desvanecen y sólo se nos presentan mercancías, donde se nos bombardean con tendencias demasiado iguales las unas a las otras para creer que dejarán alguna huella, etc. Pero aunque no esté todavía presente en las formas actuales de este grupo de gente que se mueve en esta dirección, si se nota una cierta mistificación de la enfermedad, de lo corrupto, lo grotesco, lo convulso, el horror, la negatividad, el anti-vitalismo, como mera forma estética. Y uno casi tiene demasiado claro, en lo que puede derivar sin las sofisticadas construcciones de este grupo de gente: la mera admiración de la truculencia y el horror como excitación personal. Y sobre todo que esta fascinación tiene cierto aire de impostura, de fantasía. Quiero decir, no imagino a ninguno de estos críticos visitando páginas web con millones de visitas al año, donde los temas tratados giran alrededor de la pedofilia, la manipulación de la información por parte de grupos intransigentes de feministas en las instituciones públicas para prohibir el consumo de cierto material cultural no acorde con las costumbres vigentes en la sociedad, o meras galerías visuales, infladas de prosa nacionalista (digamos que tira hacia el extremo oriente, en sus varios significados), donde se muestran algunas de las bellezas de China: un motorista que arrastra un perro atado a su vehículo hasta que este queda reducido a una masa gelatinosa, niños desnudos correteando en apartamento inundados de basura sin ninguna presencia paterna, chicas que acaban desnudas y apaleadas por un masa de gente, o en fin, ya que fue una cumbre, ese reportaje fotográfico donde una modelo en lencería, aplasta a un cachorro y lo despedaza, literalmente, con unas tijeras, con los golpes coloristas de aplastar los ojos con la punta del tacón y similares. En teoría, esta aceptación de lo convulso debería ser una respuesta a esta indiferencia, a esta aceptación del mundo tal como se presenta, bajo las “leyes de la naturaleza” (normalmente tomado de documentales en los que el director prepara situaciones durante semanas para filmarlas y así poder desarrollar su guión), este “todo vale” y ser una respuesta a la digamos, tendencia ética de los valores humanos. En realidad lo dudamos mucho y creemos que su obra será usada justo para defender esta visión del mundo de vidas sin valor, o si quieren, por tirarme el pegote, de Homo Sacers, es decir de aquellas personas cuya muerte no tiene consecuencias ya sean religiosas o civiles, aquel cuya vida no vale nada. No me interesa nada, ni quiero dirigir la conversación en dicha dirección, sólo señalo que lo apocalíptico, su uso y abuso, se le da mejor al capital.


* Los textos son de acceso restringido, para acceder a ellos tienen que crear una cuenta en la web de Frieze. Otros textos sólo son accesibles para suscriptores de la revista, pero ninguno que nos interese para esta ocasión.

3 comentarios:

anhh dijo...

Tengo sentimientos ambivalentes sobre esta entrada. Es la primera vez que he intentado formalizar algunas de las dudas que tengo sobre este proyecto y creo que al menos los argumentos en contra demuestran la presencia de ciertas ambigüedades en aquel, pero creo que la forma de desarrollarlos y presentarlos deja bastante que desear, además de que hubiera sido necesarios madurarlos un poco más. Resbalando, de otro modo este blog no sería lo que es.

IvánConte dijo...

Me lo he leído todo mientras me tomaba el té de las cinco -ejem...- y me ha encantado, pero necesito reposar todo esto y componer mi posición ante todo esto. El artículo de Mark Fisher sobre el realismo capitalista funciona muy bien como reader's digest de su pensamiento en estos momentos ¿no?

Little Turtle dijo...

http://www.arteleku.net/audiolab/noise_capitalism.pdf

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