Menudo fin de semana más bobo. Pero no es un juego de palabras para burlarme de la canción (que me encanta y es de hace unos años ya). Simplemente el fin de semana comenzó con esa canción sonando en el autobús. Pensé hacer algunas reseñas breves y superficiales de discos recientes que he estado escuchando y como divertimento hacer las críticas de tres discos, de esos sobre los que todo el mundo ha de tener una opinión, que no he escuchado para ver si coinciden después con las ideas que circularán por la prensa escrita. Tampoco serían reseñas completas, sino apuntes de ideas (algo así: grime….Perez Hilton….MTV….hype…), pero supongo que los títulos elegidos (que obviamente no se corresponden con mi opinión porque no tengo una) resultan aclaratorios: Martyn (“Martyn no es dios”), Lady Sovereign (“Too Little, Too Late”) y Little Boots (“Mi primer disco se publicó durante el revival de la segunda ola de backlash contra lo que yo representaba”). Estos son los apuntes de algunos de los que sí había escuchado:

Bat For Lashes “Two Suns”



Si uno tuviera que ser tópico y tratar de encontrar referentes sonoros hechos por mujeres para explicar la música de Natasha Khan, los dos que primero surgirían en mi cabeza serían bastante inapropiados: la reflexión sobre la infancia entre la antropología y el gore de Blectum From Blechdom o la abrasiva exploración de los estados de ánimo obsesivos y descontrolados de la adolescencia de Tommy february6. Y claro, tras soltar esto, ir encontrando toda una suerte de nombres que por activa o por pasiva han reflexionado sobre el tránsito de la infancia a la adolescencia en la música popular (The Cure, Beach Boys, etc.). Pero la conexión parece un tanto forzada ¿qué tiene que ver esta música misteriosa con ser un crío? En la estética (primero la visual y después la sonora) uno encuentra referencias a un universo feérico, de seres que conviven en una naturaleza inmensa y desconocida, donde se comparte el espacio con lo extraño, lo místico, lo demoníaco o lo irracional sin grandes aspavientos, un mundo en latencia donde el viaje indica la ruta a posibles vidas que vivir, paisajes inimaginables en los que habitar y vivir aventuras, gentes que descubrir, destinos que encontrar, es decir que estamos en el terreno del monomito y el héroe de los mil rostros, aquel personaje que tiene que comenzar un viaje, una aventura, a veces una lucha salvaje, en otras un mero camino de iluminación espiritual para encontrarse a si mismo y regresar al mundo, salvado o recuperado (aunque se trate del de uno mismo). Entonces los viajes que hacer, las tierras que soñar, se pueden ver (aunque tampoco nos parece demasiado excitante el reducirlos a) como elementos simbólicos de un lenguaje que se usan para hablar de aquello que se desconoce, las aflicciones de los adultos y sus relaciones en las que no se puede intervenir, los espacios vacíos urbanos o rurales ignorados por aquellos, la esperanza mezclada con la imaginación, los miedos a aquello que no se sabe que se teme, etc. Lo cual suponemos puede ser una ventaja en esta ocasión, con grupos como MGMT todavía fuertes en las listas de discos, con su visión caleidoscópica de la irrupción brumosa de la sexualidad adolescente en el mundo infantil, o la celebración de los torrentes de ambientes emocionales de Animal Collective y similares grupos, con los cuales tendría una conexión espiritual más clara que con aquellos nombres que hemos citado hasta ahora. Aunque claro, esto también puede ser una pega, ya que esta mujer siempre ha sido tratada un poco como un sucedáneo de cosas más interesantes, cuando su mundo sonoro resulta menos impostado, más fluido y más lleno de resonancias aunque quizás expuestos de un modo menos deslumbrante que los de sus supuestas “influencias”. Y como debemos comportarnos como una revista de coches diremos que el disco está bien: las texturas electrónicas no suponen una “ruptura” o un escollo que salvar, son otro velo, otro tipo de criaturas que uno encuentra en los viajes por el mundo y se acoplan bastante bien a las texturas instrumentales acústicas más convencionales, el disco se mueve en un rango bastante limitado de dinámica (es decir que todas las canciones se mueven a la misma velocidad), Scott Walker no desentona y aunque uno se quiera dejar seducir por aquello de que este disco quizá resulte más consistente y espartano frente a su debut que gozaba de más sorpresas, nos parece que es una valoración no muy valida cuando uno se encuentra escuchando el disco. O algo así.

El segundo disco era una excusa a partir del disco de Ryan Leslie. En un tomo que se publica anualmente y que recopila lo que dicen es la mejor escritura sobre música del año, en concreto el del 2008 respecto al 2007, hay un breve artículo en defensa del R&B mainstream. En lo básico se trata de pasada algunos de los problemas de recepción que tienen estos discos en la prensa no especializada en el género y que pueden ir desde lo poco “reales” que son los intérpretes, como las canciones son del montón, las letras son insípidas o esto es mera música de acompañamiento para tu nuevo coche caro. Creo que son reflexiones complementarias con algunas que uno ha ido acumulando durante los años: los oyentes que proceden del mundo del rock no saben escuchar este tipo de música. En primer lugar porque no saben hablar de música mainstream, ya que suelen definirse contra ella de manera más o menos explícita, en segundo porque el marco de referencia es el rock y los estímulos que uno ha aprendido a aceptar como positivos en un disco (que toque de manera urgente determinadas fibras) mientras la mayoría de estos discos son algo con lo que se convive durante un tiempo hasta que se crean vínculos entre las canciones, cadencias, evoluciones o simplemente se siguen saltando los mismos cortes aburridos, sólo se valoran aquellos cortes de impacto inmediato ya sea por la producción o por la efectividad de su estribillo, cuando pueden servir para muchas otras cosas distintas y una canción que nada te dice durante meses puede en cuestión de segundos poner la piel de gallina y en tercer lugar, esa necesidad de definirse contra la masa toma las más variadas y despectivas formas de discriminación. Ya no simplemente en la prensa “rock”, en blogs dedicados al tema o en alguna revista española específica se da preferencia a ciertos “valores” que a uno le resultan bastante intragables. El rango de la voz y su potencia (cuestión de capital), la clase de la propuesta frente a la banalidad (de nuevo cuestión de capital), la profundidad del material (más capital), la capacidad del artista y la canción para ser un éxito (cuestión demencial, caprichosa y obviamente capitalista), el número de canciones nuevas (es decir el “capital” del disco) y todo tipo de valoraciones más o menos insidiosas que bordean el amarillismo, el cotilleo o la hipocresía en la forma de aplicar las valoraciones (sobre las cuales nunca se reflexionan aunque el mismo escritor se encuentre sorprendido de cómo aquella canción que tanto maltrató ha “crecido” mucho (una vez aparcadas las expectativas asignadas)) a cuestiones como el “alma”, lo “artístico”, el “talento” o lo “digno”. En cierto modo uno se encuentra al final con el mismo punto de partida de la prensa “rock”: la música negra es una tradición gloriosa que atraviesa un momento patético sólo salvado por una serie de figuras carismáticas, con sensibilidad, los pies en la tierra y la cabeza bien amueblada que sirven para salvar la papeleta diciendo aquello de “por mi y todos mis compañeros”. Un superhéroe (o superheroína que tanto da el género), una figura prodigiosa, un “Obama” artístico en medio de un universo de gente con los pies de barro. Lo cual es una observación bastante imbécil ya que se si observa cualquier género musical, sea rock, folk, electrónico o no, uno encuentra desechos, gente con un gran potencial aplastada por el brillo de sus primeras grabaciones, gente con gran talento que es incapaz de adaptarse al mercado (y la torpeza de la gente que lo habita) para poder vivir de su música y acaba en la oscuridad, carreras que no van hacia ninguna parte, grupos que llenan locales con música mediocre, hype injustificados, etc. etc. Y la última estrategia para separar el grano de la paja, lo trascendente de lo efímero, es la “moralidad” de los intérpretes en un mundo donde nadie es “realmente” un músico (cantar lo hace cualquiera y sino mistificamos el autotune aunque no sepamos distinguirlo de ecualizar la voz cuando decimos que no suenan como las voces normales o que suenan a “plástico”) o un compositor (aunque eso también da igual) y nos encontramos en un mundo de oropeles, dinero rápido, sexo, celos e influencia donde debe brillar lo “ético” (y así Beyoncé o Alicia Keys, muy dignas con buen material, soporíferas el resto de las ocasiones son una cima inalcanzable). Si Christina Milian aparece en portada de King Mag, podemos hablar de cómo se rebaja para llamar la atención, como se acuesta con productores para conseguir canciones, como está resentida con el sello que la despidió por no haber tenido el éxito suficiente (¿van viendo el patrón de cómo se culpabiliza a la víctima del sistema?) o como su debe cubrir sus carencias como artista con su aspecto físico (algo que no tiene ninguna conexión con que la forma de promoción de las mujeres en la prensa “mayoritaria” se encuentre siempre orientada hacia la imagen sea cual sea la profesión a la que se dedique, con actrices posando para revistas como modo de promocionar las películas en las que participan, presentadoras idem, pasando por Michelle Obama (que parece es portada de Vogue) o Soraya Sáenz de Santamaría)



Y si como Aubrey O’Day posas para Playboy, obviamente estás en esto por el dinero y acabarás en el porno cuando se te acabe el dinero y ningún productor “respetable” quiera saber nada de ti.

O el curioso modo en el que ese tipo de políticas de que aquella persona que es conocida, afroamericana, debe ser un modelo de conducta y representar a su comunidad se convierte en un arma de doble filo que se usa para marginar a los artistas, subrayar su decadencia o destacar taras que el resto del mundo consideramos problemas cotidianos o habituales en nuestra vida diaria. Por ejemplo, todo el mundo sabe que la semana pasada corrieron ríos de tinta sobre la supuesta paliza o pelea (según el vocero de turno) entre Rihanna y Chris Brown. Ni opinamos ni condenamos porque para hacerlo primero tendríamos que saber lo que ha pasado, pero si que resulta muy instructivo la moraleja que se puede sacar de toda la clase de rumores que surgieron alrededor de la noticia. Rihanna (que siempre es retratada como una arribista, sin talento y maleducada, lo cual es muy interesante de interpretar cuando se piensa que procede de un país del tercer mundo) fue agredida, ya sea por estar celosa de otra mujer con la que Brown mantenía una relación de “amistad”, porque esta le pego una enfermedad de transmisión sexual (ya que todas las cantantes de R&B son unas putas supongo) o este a ella y según que versión la enfermedad procedía desde Paris Hilton (porque toda mujer que tenga una vida sexual activa es una colección andante de estas) a Jay-Z (que comprobó las habilidades de Rihanna para ficharla), etc. etc. No se, ni siquiera traté de leerlos todos pero el dato fundamental es que la relación entre ambos era la de “amistad” y no la de noviazgo, y suponemos una desviación gravísima de lo codificado como sexualidad “normal”. Y lo más curioso, el tratamiento de una agresión. O la recepción que se hace de esta (comprobar la diferencia en la recepción de conocidos agresores de parejas en la historia del rock con el tratamiento de Ike Turner que fue objeto de bromas hasta el día de su muerte (el titular era algo así: “Ike Turner beat Tina to death”) o en otro ámbito distinto la percepción de las figuras de misóginos reconocidos como James Blunt o Adam Levine con la de R. Kelly por ejemplo), como una cuestión de “barbarie” y de “raza”. O como ninguno de los dos intérpretes saldrá bien parado de su carrera . O como si Brown lanza un comunicado desmintiendo todos los rumores y falsos comunicados aparecidos en internet y que no puede mencionar el tema por cuestiones legales, aparece por ejemplo en Yahoo con un titular donde este “no menciona a Rihanna”, es decir una nueva justificación. Y así tener que esperar más de una semana para encontrar algunos artículos que traten el tema de fondo (1, 2) y que no confundan esa figura “gigantesca”, ese “Obama” del barrio con el representante de la comunidad y las fallas de esta.



Erm, el tercer disco en estas reseñas de una sola línea : ) , era el recopilatorio de rap femenino que ha publicado Soul Jazz y como desde que se anunció uno no ha dejado de tener a Steve Stapleton (Nurse With Wound) en la cabeza y su famosa lista de discos (la segunda, no la primera y “mítica”). Y como aunque la selección es inapelable, la definición del “género” no deja de ser problemática.

Más acumulaciones de chatarra:


Deberían vigilar las actualizaciones de la web Audio Poverty, ya que están subiendo las charlas que hicieron para un evento donde participaron entre otros Kodwo Eshun y Kode9 dando charlas o participando en coloquios (además de que está muy bien por si misma). Y hablando de Kode9 su remix a Lee Perry está colgado en su MySpace (aunque no tengo muy claro por ahora si su estilo “funky” me deja un tanto frío o me resulta interesante (lo cual en si mismo no es malo)). Además (sí, soy fan ¿y?), también le pica un poco las recientes discusiones sobre el hardcore continuum (y por eso es interesante escuchar la charla).

Por cierto, los artículos que The Wire prometió para su número 300 aparecen con cuentagotas por aquí.

Lo importante es tenerla grande.

¿Qué cosas de interés hemos leído en la web de la BBC recientemente? Un artículo sobre tecnobrega, un reportaje fotográfico sobre los edificios ocupados por artistas en Berlín y este video sobre una exposición de arte “rave” (más información aquí).

Creo que me he hecho fan hardcore de AKB48. Lo cual significa tener que familiarizarse con un repertorio de más de 100 canciones (sin contar singles). Es una cosa rara porque sabes que todo terminará en lágrimas, que el grupo siempre está en continua mutación, que la gente entra, sale, se pierde, cambia. No se, en uno de los directos, con esa impudicia colocaron una cámara entre actuaciones. Mientras un grupito de chicas hablaba o cantaban una canción en el escenario, a las otras le ponían hielo en los pies. Para que entraran en los siguientes zapatos. Así que supongo que lo mínimo que puedo hacer para apreciar su trabajo (ya que ese siempre ha sido el problema) es escucharlas. De todos modos, aunque sea el grupo famoso nadie las recordará. Además de que me gusten o no las coreografías de Buono (y el disco es fantástico).




O se me quede mal cuerpo tras ver este documental (1, 2) sobre las chicas de Perfume (y los ocho años que se pasaron en la miseria mientras intentaban triunfar).

O por alguna razón ridícula se me ocurra la idea de titular 6 entradas con los respectivos títulos de las canciones de “Spiderland” para celebrar el despliegue de medios con el que se lanza el primer single oficial de Mano Erina (videoclip, actuaciones en directo, revistas, DVD “gravure”, libro de fotos y protagonismo en un dorama). (Ese disco de Slint fue una de mis primeras elecciones “serias” de discos que quería comprar (el cuarto o el quinto que compré en mi vida)). Así como este resumen de su vida (1,2) hasta ese momento.




























Pero supongo que no nos da tiempo ya, y como a los lectores habituales de este blog les interesa poco o nada la carrera de la muchacha (así como cualquier grabación de J-Pop), no pasa nada por colgar todo el libro de fotos.

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