First things first



Gente tan distinta como Henri Bergson, Martin Heidegger o Jaume Sisa han expresado de una forma u otra aquel comentario de que un genio, o un artista, o un filósofo, realmente sólo tiene una idea que reformula constantemente durante toda su vida. Uno de los tópicos recurrentes en la historia de la música pop(ular) es la del interprete, el grupo o el songwriter perseguido por una canción. Pueden imaginar a la lolita que siempre será asociada con su primera imagen, el cantautor que siempre tendrá que entonar el himno para regocijo del público, el cantante que evacua el riesgo de su carrera y se convierte en museo de si mismo, a aquellos, que tras años y décadas de zigzags artísticos, huidas hacia delante y toda suerte de efectos rupturistas siguen marcados por aquella canción que surgió en algún momento de espontaneidad de manos de un adolescente, sin idea alguna de la vida o de la música. En el mejor de los casos, las fisuras y los estragos llenan de sentido aquellas canciones, en el peor un fantasma que condicionará la existencia del creador. No estamos seguros de poder afirmar que la inversión de la lógica tradicional (el cantante queda, las canciones se van) sea la gran idea tras el Hello Project. En cierto modo se trata de crear una institución, una parálisis temporal donde la adolescencia es perpetua aunque los nuevos componentes del grupo puedan no haber nacido cuando aquellas canciones sonaron por primera vez. Pero si creemos en la aplicación de la escala a dicho proyecto. Las canciones vienen y se quedan, las cantantes se van (y se quedan).

Durante más de una década, se han ido incorporando grupos nuevos, se han graduado generaciones, han surgido carreras en solitarios, tríos, dúos, etc. Si en algunos casos, la música y todo lo que lo rodea se puede convertir en una ventana para escapar de la realidad, un refugio o una realidad virtual sonora, el objetivo del Hello! Project ha sido siempre diáfano: construir un universo propio lleno de rostros conocidos que interaccionan en units efímeras o permanentes, donde todo es posible si uno lo desea o espera lo suficiente, introduciendo la idea del crossover dentro del pop. Y durante ese tiempo más de 70 chicas/mujeres han girado alrededor de ese proyecto, con bajas, retiradas, deserciones, abandonos pero hasta este momento sin parecer nunca que el horizonte pudiera ser alcanzado por mucho que se expandiera permitiendo mantener bajo el paraguas de la marca decenas de proyectos hospedados en distintos sellos discográficos. Hasta ayer.



Aunque todavía hay planeados lanzamientos y proyectos, el concierto de ayer fue el que simbolizó la despedida del “elder group”. El adiós, de una tacada, a 22 miembros es un acto del que se pueden extraer muchas lecturas: un ejercicio brutal de downsizing para adaptarse a un momento de crisis económica general y el estado agónico de la industria del disco a una perspectiva más real, un darle la patada a los talentos que levantaron dicho proyecto ahora que resultan menos rentables, una manera de dar la carta de libertad a un grupo de mujeres que en el mejor de los casos tenían una carrera frustrante durante los últimos años debido a la pobre promoción, falta de atención a los proyectos solitarios, una agenda extenuante para mantenerse en el candelero y un sueldo fijo que sirve muy bien para vivir en casa de los padres y comprar cosas caras, pero no tanto para independizarse, una manera de reconducir la energía en un momento menos dulce económicamente hablando que el de hace unos años y tratar de amplificar el efecto de las propuestas consolidadas (Morning Musume, C-ute, Berryz Koubou) y los nuevos e insospechadamente ambiciosos nuevos proyectos (Mano Erina, Ice Cream Musume (o la rama taiwanesa de la empresa)). Pero en cualquiera de estas que se favorezca, un antes y un después.

0 comentarios:

Archivo del blog