Una de las consecuencias inesperadas (aunque no insospechada) de haber publicado la lista de mis discos del año tan pronto, ha sido tanto mi falta de pasión por las elecciones de los demás así como la sensación de haber errado ante el consenso más o menos extendido. Los únicos discos que he escuchado después de haber leído estas han sido los de Maryanne Amacher y el de Neil Landstrumm. El primero me gustó realmente, aunque es un tanto difícil hacerse a la idea de cómo debe ser la experiencia natural de la pieza, con múltiples altavoces emitiendo sonidos a un volumen atronador hasta que el oyente pierde la sensación de dirección y cree que sus oídos son los que producen la música no sus receptores. El disco de Landstrumm, sí, es una virguería de producción pero no me dice absolutamente nada en el sentido en el que lo hace una música “urbana”. En cualquier caso, pasando la página de este año, me he decidido a escuchar una serie de músicas que parecen tan aburridas como lo está uno ahora mismo.

A la música reciente (dos o tres últimas décadas) de Radu Malfatti se le ha colgado el adjetivo de “ultraminimal”, se ha dicho que su exploración del silencio (y de la presencia de este hasta convertir las composiciones en algo que no se sabe si considerar música) van más allá de los principios teóricos de John Cage o que su música se asemeja a la de Helmut Lanchenmann (algo que el compositor considera inapropiado ya que la música del alemán le parece muy conservadora). Malfatti dejó de publicar música en forma de disco el año 97, aunque siguió colaborando como improvisador o con otros músicos/compositores durante la década siguiente. Más o menos hasta finales de 2005, principios de 2006, donde creó su propio sello b-boim records, donde publica sus composiciones en CD-Rs de edición limitada, dando a conocer la música en la que ha estado trabajando durante todo este tiempo.

Debe llevar más de 15 publicados y uno apenas ha escuchado tres de ellos. A pesar de todo lo dicho anteriormente y de que efectivamente, la música es tan espartana, tan seca y tan carente de sentimiento alguno, cerebral y apática, la escucha resulta más rica, más colorida de lo que se podría esperar de esa pose de compositor vanguardista. Aparecen nuevas distancias, las interacciones entre los instrumentos parecen tan sutiles como complejas y aunque uno ya le tiene cogido el tranquillo a eso de escuchar discos donde los músicos se tiran 20 o 30 minutos sin realizar sonido alguno, no resulta demasiado cargante. De todos modos, si quieren leer más al respecto y con mayor detenimiento en las piezas publicadas hasta ese momento, pueden leer este artículo.



El otro disco que estoy escuchando en estos momentos es “77 Boadrum” de los Boredoms. En realidad encuentro un tanto problemático la escucha de este documento del concierto. Hay preparada un película que con multitud de material, filmado por el equipo profesional o por los asistentes al concierto, que suponemos será lo más parecido a la “experiencia” sonora que se produjo en aquel momento, con los 77 baterías creando un manta rítmico mientras el grupo crea ambientes eléctricos épicos, se vuelve casi hippie o se disuelve en el trance percusivo. En Japón, lo que se ha publicado por ahora (ya que la película está todavía en cines o de gira por festivales) es un doble CD con un DVD con cerca de cuarenta minutos de imágenes. Así que en realidad escuchando el disco uno pierde toda la contundencia física del sonido en directo, la visión y la disposición de los músicos o la multiplicidad de las fuentes sonoras entre las que moverse. La pieza se divide en dos partes (una en cada CD como es obvio): “Seven” y “Sun Loard”. La primera pieza es más intensa, ahondando en las tretas del grupo para convertir los sonidos en algo sin principio o final, con los sintetizadores pulsando los mismos acordes, subiendo y bajando de intensidad al pasar por el flanger y el eco, mientras decenas de baterías mantienen un pulso enérgico y monótono, y otros crean un caos sonoro donde la voz de Yamatsuka Eye resuena desde el megáfono manteniéndose durante minutos hasta llegar a la siguiente fase. Es algo que resulta apreciable desde el momento, cuando el sonido de los platillos, tan conocido en su brevedad desaparece ante la multitud y se mantiene continuo durante minutos. Supongo que tendré que subir más el volumen para divertirme más. La segunda pieza es más “viajera”, menos mítica y enérgica, cercana a cierto tipo de psicodelia krautrockera, con los cantos masculinos de “Sun Lord”, etc. respondidos/repetidos por un coro de voces “femeninas”, hasta culminar en oleadas de sonidos que parecen chocar en su horizontalidad con la luz vertical creada por el eco de la voz de Yamatsuka o en bucles psicodélicos, llenos de capas de sonidos y de instrumentaciones que provocan la misma sensación de hermosa desorientación. Nada que no estuviera presente de un modo u otro en sus últimos discos en estudio o en su reciente directo, pero obviamente, espectacular por el despliegue humano. En la primera escucha, esta pieza me resultó más interesante, pero al cambiar el orden de reproducción, perdía bastante de su vigor o su mística sin la energía descargada en los primeros 50 minutos. De todos modos ya veremos como crece con las escuchas (atentas).



También he escuchado en Bleep el adelanto del EP de Hudson Mohawke(los temas se pueden escuchar completos, pero deben darle al play cada treinta segundos), que suena vivificante y por ahora resulta excitante. Excitante de otro modo, supongo que debe ser también el final de la espera de la publicación del debut como rapera de Angel Lola Luv.



Este es un video más o menos improvisado que grabaron durante una fiesta con el single de adelanto. Y seguramente nada de excitante puede resultar el retorno de Grandmaster Flash por lo visto y oído en el trailer de su nuevo disco.

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