Como ya debería saber todo el mundo, Simon Reynolds publica nuevo libro el próximo febrero. Con las intenciones claras desde la portada (“The essential companion to “Rip It Up”), aunque más que como un tomo que acompaña la visión de Reynolds sobre el post-punk debería entenderse como un suplemento que modifica y transforma el texto de aquel libro, suponemos que se trata en su mayor parte de las numerosas y al parecer, muy jugosas (de ahí la necesidad de que vieran la luz ¿no?) entrevistas que sirvieron para cimentar aquella visión panorámica a través de los propios implicados (músicos, diseñadores, productores, etc.).



“Country Music: The Masters” es un libro de fotografías, cuyo autor (músico e intérprete de country, coleccionista, a punto de estrenar un programa televisivo en la RDF-TV (un canal centrado en el lifestyle agrario/rural) a la usanza de los antiguos programas country de actuaciones en directo, etc.) ha realizado durante décadas, con la intención de documentar y mitificar a los artistas y leyendas, en momentos en los que todavía estaban vivos (ver cubierta, por si no lo captan). Como curiosidad el libro viene acompañado por un CD donde el autor narra las historias detrás de algunas de las instantáneas.



Otro libro que comparte gusto por la fotografía y el mismo estilo musical es “Pure Country: The Leon Kagarise Archives, 1961-1971”. La música country históricamente ha tenido sus propios medios de difusión y sus modos de organizar conciertos donde alcanzar a un público disperso geográficamente, rural y agrícola. Un ejemplo puede ser los cantantes que amenizaban los “medicine shows” o en el caso que nos ocupa, los conciertos que se organizaban los domingos tras la misa en distintos parques naturales. El precio de admisión era bajo (según cuentan 1$ por coche, no por persona, ni por familia) y todo estaba arreglado en un pequeño escenario, mesas y bancos robustos donde hacer comer, y distintas atracciones y entretenimientos que se acercaran para aprovechar la jornada. Leon Kagarise solía acudir a dichos conciertos cada semana y durante los 50 y 60, se dedicó a grabar (era ingeniero de sonido) aquella música. Según cuentan, hay más de 4000 horas de grabaciones. Estas grabaciones son importantes porque en la práctica son algunos de los escasos documentos de cómo era la música en aquellos momentos. Si quieren un referente, pueden recordar una canción de Patsy Cline e imaginar el mismo tipo de disfraz en casi cualquier grabación de un artista. Así que lo que encuentra uno aquí era la música que se tocaba y como se tocaba entonces. Kagarise, mientras vigilaba la grabación y escuchaba la música, también se dedicaba a tomar fotografías, de todos aquellos intérpretes y músicos que entrarían después en los libros de historia. Y eso, además de ensayos que acompañan a las fotografías es lo que nos trae la gente de Process Media (que han publicado recientemente libros sobre Moondog, Rocky Erickson, MC5 o Ya Ho Wa 13). En la web de la editorial, pueden descargar algunos capítulos en PDF.

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