Cuando se escucha a un artista o un grupo se hace dentro de unas condiciones. Dichas condiciones pueden ser muy variadas (políticas, estilísticas, tradicionales, etc.) pero se convierten en una especie de contrato que sirve de unión entre la parte artística y su público devoto. Moviéndose dentro de esos parámetros todo puede ser aceptado como un ejercicio de flexibilidad, de tensión, de profundidad, de artificio, de habilidad y destreza. Puede ser admirado o rechazado, provocar indiferencia, misterio, alegría, emoción a raudales o escozor en los oídos, provocar hastío o una nueva fe. Pero salte de ellas y la relación acaba. En ocasiones de manera tajante e inmediata. En otras de forma progresiva. No es que los valores que se defendía se “vendieran”. Uno puede volver humillado y retomar lo que se dejó. Hablo de una ruptura que desmonta todo el proyecto, donde no hay posible retorno a la forma anterior. La hemos desmantelado, hemos visto sus piezas y ya no podemos pensar en ella del mismo modo nunca más.
Los fans desde hace tiempo de AKB48 están particularmente irritables últimamente. Saben que el grupo tiene que crecer comercialmente, saben que las cosas no pueden mantenerse como estaban pero tampoco pueden evitar sentirse raros ante los acontecimientos. AKB48 es un grupo de existencia dual: es un grupo que actúa permanentemente en su propio teatro y es un grupo que lanza singles y funciona con la lógica de graduaciones y generaciones de los grupos idols. Las más de 48 chicas se dividen en tres equipos (A, K y B, creados en ese orden) y actúan durante la semana interpretando “stages”, un conjunto de 12-15 canciones que siguen una estructura más o menos clara de bloques y distintas formaciones más o menos efímeras y que se presenta durante una serie de meses. El teatro tiene una capacidad de unas 300 personas y en la actualidad creo que hacen tres pases diarios. La entrada es de pago pero se hace un sorteo entre todos los e-mails que lo solicitan. En poco menos de un mes han sucedido tres cambios importantes: la presentación de un segundo teatro (para 700 personas), el cambio de normas dentro del teatro (se acabo el cambiarse de asientos para poder ver a tu cantante favorita en las distintas posiciones de las formaciones) y el cambio de los digamos “privilegios” (la posibilidad de comprar entradas especiales que te permitían sacarte fotos con una chica de tu elección, etc.). Además, como ya habíamos comentado el grupo ha decidido irse de gira por Japón (y Francia). Además está creando diversas franquicias en otras ciudades populosas de Japón que funcionarían con la misma mecánica. También se producen tensiones cuando se decide dar más visibilidad a unas chicas en lugar de otras que llevan mucho más tiempo trabajando en el grupo. Pero esto entra más o menos dentro de lo habitual entre los fans. No hay gente que sepa a la vez más y menos.
El caso es que en la versión “pública” (es decir, la de singles, radio y televisión) han sucedido durante esta semana y parte de la anterior algunas cosas que entre otros a mi, nos han dejado un poco desubicados. La primera es cuando el grupo aparece en un evento de Louis Vuitton donde Takashi Murakami presenta su segunda colaboración (la primera) en forma de corto de animación. Y cuya canción es el debut en solitario de Ono Erena (que además viste como en el corto). Por si no fuera suficiente, a los pocos días se anuncia que Murakami hará el diseño del próximo single del grupo “Namida Surprise!” (suponemos que se hablará de ello mucho menos que de su colaboración con Kanye West). Y eso nos lleva directamente al single, cuya compra entre otras cosas servirá para decidir cuales integrantes del grupo participarán en un nuevo single en principio programado para agosto. El problema está cuando escuchamos el single y sentimos como si nos hubieran cambiado de lugar los palos de la portería. Y me incluyo ya que es la primera vez que me pasa con el grupo habiendo escuchado bastantes y bastantes canciones de distinta valía.
Y están todas las encarnaciones del grupo: las cancioncillas, el gran artificio postmoderno con toda la historia del pop como objeto de saqueo, las baladas que funden los plomos a un público que llega de noche tras pasar todo el día trabajando, las canciones que como un plano en una película, un detalle en un cuadro o una línea en un poema parecen encerrar todo el misterio del mundo, canciones picantes para ver piernas torneadas agitarse, delirios autoreferenciales (gloriosa aparición de su tema techno country donde presentan a todas las integrantes del equipo K), variaciones desvergonzadas de la misma fórmula, canciones que tocan techo pero no sabes si se alargan demasiado o no, canciones aburridas donde desconectas de la música, canciones que encandilan mientras entran por un oído y salen por el otro, miniaturas preciosas, canciones que escuchadas una vez ya parecen haber estado allí toda tu vida, ganchos que surgen de ninguna parte y que uno no sabe si abandonarán su cabeza antes de morir (a mi me pasó con la sección de vientos de esta canción más las dos líneas en inglés), canciones que se sienten intensas como lágrimas y que tan rápido como ellas pasan sin dejar rastro. De modo que hay novedades, hay tonterías, hay cosas obvias (como no iban a aparecer bien altas canciones como esta o especialmente esta otra), hay clásicos imperecederos que tienen mayor (1, 2, 3) o menor suerte (4), hay injusticias (por ejemplo) y en fin, todo aquello agridulce que forma el microcosmos del grupo. De modo que tras ese recordatorio de las “normas” del grupo, decidí volver a escuchar el single (que tiene un estribillo adherente y una interpolación que casi resulta punk) y realmente no parecía tan alejado de ellas. De modo que tal vez no he descubierto cual es la verdadera razón de mis sensaciones o si simplemente se trata de un aviso de lo que puede estar por venir.
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