Un montón de lecturas (y cosas por leer y escuchar) del pasado fin de semana. Empecemos por Pitchfork: “The Out Door: Turning the World into Art”. En realidad una serie de tres entrevistas que se hilvanan a través de la introducción, de un modo que depende de cada uno les resultará sorprendente o irritante. Mientras no hay demasiado problema en situar en la misma área que podríamos llamar “grabaciones de campo” a gente como Chris Watson o Ernst Karen, a pesar de sus distintos modos de trabajo e intenciones, situarlos junto a Art Rosenbaum, que durante muchos años se ha dedicado a grabar en cualquier parte a gente que todavía mantiene los cancioneros tradicionales y sus modos de interpretación, puede leerse como tratar de hilar muy fino (en el fondo, los tres trabajan con el micro y tratan de capturar una serie de acontecimientos mediante estos) o ser casi grosero mediante ese planteamiento (Rosenbaum no tiene problema en incluir elementos de ambiente ajenos a la interpretación del artista para incluir parte del mundo, pero considera que demasiado de esto se convierte en un problema, aunque por ejemplo, David Toop comparte con los autores de este artículo la idea de la fascinación que puede resultar del mundo que se filtra en los usualmente asépticos mundos de la canción pop y los estudios de grabación (ni que se hubieran creado expresamente para esa función…) como comentó reciente en su participación en el programa de la revista The Wire en Resonance FM con una de sus selecciones para “Guitar on Mars”, en concreto el tema de Hendrix. En cualquier caso, salvando estas discusiones que están muy bien para rellenar espacio en una entrada de un blog, las tres entrevistas están llenas de cosas en las que detenerse para reflexionar.

 Un artículo que nos parece muy importante, sino por su aportación por su capacidad de establecer una narrativa en la cual integrar toda una serie de materiales más o menos dispersos, es “The Political Economy of Unhappiness” de William Davies en el más reciente número de New Left Review. Aunque el tema en un principio pueda parecer de lo más bizarro (digamos la redefinición de lo que es saludable o no para el sistema de seguridad social británico) ahonda en una serie de asuntos en los que de modo más o menos sorpresivo nos hemos visto cada vez dedicando más tiempo por asuntos teóricos. Quizá un día de estos nos pongamos y tratemos de explicar como llegamos aquí, pero por dar una pincelada sobre el asunto, la redefinición es una forma de dinamitar una dualidad clásica saludable/enfermo para establecer una serie de gradaciones en las que el sujeto puede ser productivo todavía en el trabajo según sus condiciones. Las condiciones pueden ser materiales o inmateriales (digamos dolor crónico, enfermedad o por ejemplo, depresión) y el meollo del asunto sería eso, como el Estado, las empresas deciden intervenir sobre esto para que todo esto no lleve al actual estado de las cosas hacia una crisis. Tocando en parte estos temas, aunque centrado en otras cosas y quizá de modo tangencial, pueden probar a leer este artículo de Mark Fisher sobre asuntos parecidos: "The Privatisation of Stress". Aunque quizá a mi lo que me interesa es algo de lo que apunta K-Punk allí, como el tener que actuar de acuerdo con unos determinados modos para por ejemplo poder salir a flote en el mercado laboral (digamos, la necesidad de “venderte” como producto en las entrevistas, o actualizar tus conocimientos o tus áreas de dedicación como forma de revalorizarte en el mercado) implica, aunque sólo se trate de un ejercicio de imitación, de actuación (pero ya hemos hablado aquí alguna vez de las neuronas espejo, la empatía y demás, y en algún otro momento hablaremos de la función de la copia y la imitación en Walter Benjamin) es si quieren una forma de establecer el marco de la conversación o las reglas de juego, donde si quiere se pasa del trabajador que no hace lo suficiente por “ayudarse” a servir como ariete para destruir las condiciones de remuneración y trabajo de determinadas profesiones mediante campañas de desprestigio en los medios (la que montan por dos horas). En fin, la exposición es grosera, pero espero que les anime al menos a tratar de leer esto.

 También leímos esta reseña de Fredric Jameson, que está en la zona de Jameson que nos resulta más fascinante, digamos cuando la teoría casi se convierte en psicodelia.

 Algo que no hemos leído realmente (sobre todo por todo el andamiaje matemático): un artículo que trata de visualizar (literalmente) la influencia (en el sentido real, a través de adquisiciones, tantos por ciento de posesión de acciones y poder de decisión en las reuniones y demás) de determinadas instituciones y compañías multinacionales en la “libertad de mercado”. Por cierto, lean el estudio original y no el comentario que enlazo.

 También, si leen esto en los próximos dos días, pueden tratar de escuchar este documental radiofónico en la BBC: “The Sound of Fear”.

 
Sound of Fear - John Carpenter talks with Simon Reynolds (Part 1) from Sound and Music on Vimeo.

También pueden probar a ver la entrevista de Simon Reynolds a John Carpenter, con motivo de todo el asunto de lo retro, sus bandas sonoras y su palpable influencia en algunos de los discos de sintetizadores a los que dedicamos tanto tiempo estos días.

   

 Ah, John Carpenter. Seguramente uno de los primeros directores cuyo nombre conocí en mi infancia. John Carpenter, ese fan de AKB48. En realidad no tengo base para explicarlo, pero creo que ambas cosas están relacionadas. En mi adolescencia, por ejemplo las revistas sobre ciencia ficción, fantasía u horror sirvieron para establecer, digamos una sensibilidad, y tener una ciertas ideas sobre la ficción, es decir la narración usada para trascender la realidad material en la que te encuentras inmerso (si quieres a través de la especulación sobre el mundo futuro, el sueño de cómo hubieran podido ser las cosas en otras épocas a través de distintas tecnologías o simplemente, mediante el acceso a lo primario y lo visceral). Pero manteniendo la fidelidad por la forma, el género, el relato, la forma de acceso. Y en eso no hay diferencia alguna con el mundo de ficción y consumo de por ejemplo, AKB48.

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