No tiene nada nuevo ni de particular, hoy me he encontrado con un montón de gente que emitía opiniones irrebatibles, inmarcesibles e inalterables basándose en algo que llamaremos su “primera escucha”. Se supone que es un estado de pureza y limpieza mental donde nada contamina tu interpretación de lo que escuchas por primera vez, sacando toda tu experiencia como oyente. Si no captura tu atención es que no hay nada. Ese tipo de cosas. Malcolm Gladwell escribió un libro llamado “Blink” que estaba lleno de ejemplos de cognición casi instantánea, el ejemplo que comienza el libro es el de una estatua griega encontrada casi en perfecto estado en el almacén de un museo que sorprende a todos los expertos que la ven y que provoca el interés y el deseo de compra millonaria por otro museo para su exposición. Un experto en ese periodo artístico en concreto de la escultura completamente azuzado por la necesidad de ver este “santo grial” consigue que el museo se la deje ver (ya que el museo está a punto de comprarla tras hacer las pruebas de rigor y ser positivas). Y cuando la ve. No sabe que sentir. Pero a los pocos instantes decide que es falsa. Algo que pruebas específicas sobre la edad de la roca y demás más tarde demuestran. Pero aunque el libro resulta muy entretenido de leer al organizar un caso que explicar, no hay nada en sus páginas más allá de estas ocasiones en la vida de alguien, donde en un breve instante, todo funcionó en décimas de segundo y ni una sola sugerencia para que esto se produzca en una base regular. Obviamente, la escucha de una canción o un disco no es un “blink”. Uno reconoce cosas, hace extrapolaciones, reconoce dinámicas, maneras de hacer, repeticiones de tics y tendencias, reconoce aquello que le interesa. Pero, no se ¿cuántos años llevo escribiendo tonterías en la red? ¿cuatro? En cuatro años y miles de entradas hemos trabajado bastante en ese terreno del “encuentro fortuito” y el “amor a primera vista”, esa “primera escucha” que demuestre nuestra pericia e inteligencia. En cuatro años de escuchas, lecturas de todo tipo, decenas de miles de palabras consumidas tratando de hablar sobre música y demás, puedo apreciar cambios evidentes en mi modo de apreciar la música y encontrar matices de discurso o reflexionar sobre como conecta aquello que me fascina de la música con mis ansias y deseos. Pero esta “primera escucha” sigue siendo igual a si misma. No ha cambiado un ápice. Sigo diciendo: “Esto es una mierda”. Sigue siendo la mayor inutilidad de mi arsenal de recursos. Es aquella impresión que siempre descarto, porque de modo usual está completamente desorientada y no tiene ni idea de lo que habla. Las canciones y los discos crecen. Los encuentros fortuitos tienen todo su poder en no ser repetibles. El amor a primera vista, si además es correspondido, es una hermosa experiencia por la que pasar, pero eso no evita que el resto de nuestra vida, muchas de nuestras pulsiones y obsesiones por otras personas o cuerpos, vistas en retrospectiva nos hagan preguntarnos si tomábamos drogas o algo parecido. De hecho cuando uno madura es cuando sabe como bloquear esas “primeras impresiones” y tener mayores elementos para establecer un juicio (algo que en muchos casos no funciona, pero en otros sí). De modo que supongo que estoy un poco saturado de leer imbecilidades escritas en foros, blogosferas y compañía, y esta temporada de frenética actividad y nulos contenidos termina su trayecto aquí. De todos modos no querían ver ese especial de la televisión japonesa, ni leer reflexiones sobre la industria musical coreana, su mecánica del hype y como el hundimiento de un barco causando la muerte de más de cincuenta militares desmonta por completo sus plazos, la convierte en una carnicería y hace que una canción, nuestro hilo conductor, se pierda mientras todo parece apuntar a una nueva posible guerra con el país hermano y vecino. Whatever.
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1 comentarios:
Normalmente la “primera escucha” es cualquier cosa menos un momento de escucha pura. Está contaminada por expectativas, suposiciones, sensaciones que uno supone sabe lo que significa, “momentos” ideológicos. Uno evidentemente necesita la necesidad de argumentar su escucha, porque una “primera escucha” no es una primera escucha, es un paso previo para materializar una opinión, y para ello, sin haber desarrollado un lenguaje apropiado que describa las intenciones del disco, un lenguaje apropiado para exponer sus recovecos o la ausencia de estos, tira de generalidades, lugares comunes, clichés y se aferra a aquello que ya conoce y estima como arbitro de posibles virtudes y defectos, pero aquello que se conoce no es aquello que se encuentra, es obviamente aquello con lo que se convive y estudia. Esa sensación de defenderse como gato panza arriba en la que se puede resumir la mayoría de estas “interpretaciones”. La búsqueda de lo sublime, esto es, esa experiencia estética que nos paraliza y nos deja vacíos, es decir, la que hace el trabajo por nosotros, convertida en un montón de gestos desesperados y frases arrojadas como dardos para esquivar el completo vacío y la banalidad de nuestras experiencias y apreciaciones.
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