De modo que por medio de los trending topics de Twitter, encuentro un link para ver en streaming el programa surcoreano de música en vivo Music Bank. Aunque se que debería haberlo hecho antes, es la primera vez que trato de verlo de forma continuada. Los presentadores tienen la única función de distraer mientras la gente se coloca en los escenarios. Como hay varios, su función es casi anecdótica, al menos la pequeña parte que uno vio. Las canciones se suceden con velocidad. Estilos, intenciones, espectáculos, germinan, crecen, desaparecen, entre luces, movimientos de cámaras, grandes decorados. Una sucesión de gestualidades e idiosincrasias adolescentes como cumbre estética, como sucesión de efectos para capturar la atención del otro. Pienso que el single de regreso de Lee Hyori sin el abigarramiento de su PV o su look para el disco resulta bastante disfrutable.



Y hasta me preparo para el “comeback” de una boy band. La primera canción no me dice absolutamente nada. Un montón de poses, un borbotón de sensaciones que debieran dejarme suspendido en el aire pero mis pies no aletean en el vacío sobre el suelo. Un aburrimiento.



La segunda canción, la del PV, entra con su ritmo obsesivo, los sintetizadores moviéndose al unísono. Todo resulta un tanto forzado y evidente. Entonces entra el puente hacia el estribillo, y los acordes de los sintetizadores se despegan y las voces hacen otras cosas, y es que como si en aquello que antes era una broma hubiera surgido algo. Pero el estribillo parece demasiado parco y escaso cuando pretende ser brillante. Se repite la primera línea vocal pero ahora parece llena de vida, quizá por la simple remezcla espontánea producida por el ruido del público. Ahora todo fluye, los cuerpos sobre el escenario, la sucesión de rostros, looks y timbres vocales, encadenados o intercalados, la variación dentro de la repetición como en un tema de techno. Y comenzamos de nuevo pero cada vez estamos más altos. Y cada intervención ahora resulta en un cambio de dirección, de velocidad, de coreografías más complicadas, de energía consumida o incluso de significado. Más y más ensimismados en la ejecución. Cada vez que miramos de nuevo al beat sentimos más vértigo. Y llega el break “instrumental”, donde la modulación de la ola de sonido de los gritos de las fans resulta encantadora, antes de volver al estribillo, ahora lleno de agitación, voces desde el público haciendo estallar las palabras, antes de acabar en el “silencio”.

Divertido. Que me quede como estoy. Hay cosas de las que no se sale y esta es una de ellas.

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