El grupo surcoreano al publicar su nuevo y algo flojo single fue acusado de robar porque su compañía compró los derechos de una canción compuesta, entre otra gente, por alguien que escribió para Lindsay Lohan y el que fuera bajista, aunque ahora escribe su segunda autobiografía, de un famoso grupo británico cuyo cantante colabora con baterías nigerianos, retoma sonidos jamaicanos o imagina operas chinas para el nuevo milenio, cuya demo para ser aprendida por los cantantes que compren dicha canción fue filtrada en YouTube y fue cantada por una cantante norteamericana (que entre otras cosas escribe canciones para cantantes de la factoría Disney) cuyo, por ahora, one hit wonder mantuvo la primera posición del Billboard Hot 100 durante al menos nueve semanas, tema compuesto por ella misma en compañía del que fuera guitarrista del Saturday Night Live cuya carrera como productor de éxito se cimentó gracias a sus colaboraciones con el famoso productor sueco de masivos éxitos del teenpop de los noventa, que antes de ingresar en Cheiron Studios bajo el tutelaje de Denniz Pop, el hombre que produjo el megahit de Ace of Base, aquel grupo de suecos que invadió el mercado norteamericano, cantaba y soñaba con el éxito en un grupo heavy.

“¿Dónde está la originalidad?” se preguntan los usuarios de la red queriendo decir en su lugar “¿Qué satisfacción encontraríamos en nuestro consumismo sin el mito de la individualidad articulando nuestra existencia reducida a poco más que animalidad?” O quizá, de modo reflejo, “¿Qué sucedería a las historias que contamos sobre nosotros mismos si la sociedad de consumo norteamericana dejara de ser el principal mercado del mundo y perdiera su capacidad para dictar el discurso hegemónico?”

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