En el momento del lanzamiento del segundo disco en solitario de Rachel Stevens, su compañía discográfica decidió usar una estrategia (muy de moda por entonces) para incrementar el número de copias vendidas: lanzar una edición limitada con un DVD de regalo. Por entonces, 2005, las unidades movidas por el disco giraron sobre las 25.000, lo cual provocó el horror de los ejecutivos de la discográfica, por una cosa muy de moda entonces (pensar en lo que se vendía antes o hace dos décadas), resultando en un cese de la promoción del disco, la suspensión de la continuidad de la carrera discográfica de la ex S Club 7 (que todavía no se ha reanudado) ante lo que suponían había sido una pésima estrategia de contratación (con la euforia de las ventas de su antiguo grupo fresca en la memoria la cifra superó el millón de libras) y descatalogar dicha edición especial (según cuentan los rumores decenas de copias regaladas a mercadillos de beneficencia y demás). Ayer, de madrugada, encontré un enlace con todo el contenido del DVD.

Uno se llenó de sensaciones raras: ¿sería una mierda y no se correspondería con el recuerdo del momento? ¿sería ridículo? ¿habría puesto demasiado de mi en aquel momento y mi capacidad de juicio se vio afectada? Porque sí, resulta bastante ridículo, sí puede ser que exagerara, sí, si lo pienso seguramente no recuerde que otra música escuchaba por la época (que no se moviera en las misma coordenadas estilísticas). Lo cual no deja de resultar sorprendente, porque bastante de lo que hago ahora ya lo hacía entonces. Pero sin la cercanía, sin el roce, sin el constante desgranarse de las noticias y los acontecimientos, el desenvolverse de la historia, todo parece moverse distinto. La intérprete resulta muy profesional, pero no parece tener ninguna necesidad expresiva o la más mínima idea de hacia donde desea llevar su carrera, sólo que tiene que tener esa, no ha hecho otra cosa. Si uno después recuerda las entrevistas, con su casi completa ausencia si no se hablaba de aquello quería o sin ser capaz de medir lo que quería contar… Después está la decisión de management: convertir a un ídolo infantil en una estrella pop moderadamente sexual moviéndose por los conocidos territorios electrónicos. No es que sea una decisión sorprendente, pero resulta llamativa por la total desfachatez y falta de luces. De modo que uno al asomarse al recorrido cronológico se encuentra con un puzzle donde las piezas no encajan, con 2, 3, 4 o más direcciones posibles atropellándose entre si, alguna interesante, siempre pareciendo equivocadas miradas desde fuera, la decisión de apostar por algunos singles indescriptible. Y después, el estilo musical y visual, anclado completamente en una época, una idea, una serie de carreras truncadas del mismo modo, que en cierto modo configuraron mi existencia durante una época de mi vida. No tiene ningún sentido. Todo parece roto. No puedo imaginarme a mi mismo optando por esta dirección (en aquel momento era un plato más del menú). Por las grietas parece pasar cualquier tipo de tráfico. La imagen que arroja del uno y del otro es despiadada. De modo que lo que hago es ponerlo de nuevo y mirar los instantes donde parece tener sentido. Extender los dedos en el aire, agitar los brazos tratando de encontrar algo sólido. Hum. Mejor de lo que esperaba. Que aquello que escuchaba no tenga sentido en un momento donde mi vida no tenía sentido y que me haga ser capaz de verlo (seguramente como lo es el momento actual) no es poca cosa. Mejor que creerse las propias narrativas épicas, repetirse las mentiras hasta que parezcan vividas, evacuar cualquier posible tensión del aparato ideológico, imprimir la leyenda, decirnos: “Sí, esta ha sido mi vida y ha valido la pena”. Por ver si cuela.

(Hablamos del DVD y su persona pública, el disco sigue siendo el presente de este tipo de pop)

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