Hace un par de años, decidí que le daría una oportunidad al country mainstream y que probaría a escuchar algunos de los discos que los críticos consideraban mejores del año anterior para comprobar cuales eran mis reacciones y reflexionar, en el caso de ser negativas a que se debían y si esto era algo adquirido o no. Los discos tocaban distintos palos dentro del género, algunos francamente comerciales, otros virando hacia el terreno de la gente exquisita, otros provocadores, otros conservadores. ¿Mis reacciones? Si la música tiraba hacia la balada, el medio tiempo acústico o el rock sureño no tenía ningún problema, si era una canción pop con letras “hipócritas” o música animada pero con apariencia de redneck, saltaban las alarmas. Tópico ¿no?
De entre aquellos discos, el que más escuché y el que más fácil entró, fue el “There's More Where That Came From” de Lee Ann Womack. No conocía su obra anterior, ni la he escuchado todavía (aunque parece que los discos anteriores más populares tenían bastante de relleno insulso). Es un disco de sonido contemporáneo que juega (y muy bien) con la sombra de los sonidos retro del pop de los 60 y 70 de Nashville. Arreglos entre lo acústico y lo eléctrico deslizándose con pereza, con secciones de cuerdas emotivas, justas y panorámicas actuando en los estribillos, que dejan a la cantante desgranar con sutileza y gusto, las historias de una narratividad rotunda, sobre desamores, la edad, soledad. Sin despeinarse, sin tener que desgañitarse para saber que es una música para gente dolida, sin tener que subrayar el dramatismo que ya es evidente como un guiño. Once canciones que se suceden sin sorpresas, iguales pero nuevos. El primer single fue esta canción que narra un polvo con un ex. Esta también lo fue .
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