Old-school style


Supongo que lo más problemático de esa aplicación sería el asunto de la agencia de quién usa dicha canción o disco. Podríamos imaginar una suerte de escritura cuya prosa no se contentara simplemente con el hecho de hablar sobre música rock, sino que pretendiera ser rock, que pensara como tal el mundo. O si acaso imaginar una escritura que evocara los espacios por explorar de cierta música electrónica. O que respondiera al orden formal de una partitura clásica. Es decir, que en cierto modo podríamos imaginarnos que este tipo de “uso” pretende expandir o extender la influencia del trabajo original (si se trata por ejemplo de un estilo musical) o de su autor (en el caso de una canción o un disco).

 En el otro lado tendríamos cosas más habituales: un anuncio que usa una canción por algún tipo de resemblanza, o pensar en Rubalcaba extendiendo una letra de una o varias canciones durante intervenciones parlamentarias, o el más corriente y moliente, el pensamiento “crítico” que decide poner a punto o resquebrajar determinadas propuestas artísticas para o por no coincidir en posiciones ideológicas, estéticas o simplemente de gusto (suele ser siempre lo último).

 En el fondo, aunque una parezca ser la opción “buena” y la otra la “mala”, subyace lo mismo: la orientación hacia la funcionalidad del objeto, que puede ser usado de maneras variadas, de acuerdo con las ideas que parecen articularse en dicha canción o disco o en función de los intereses de cada uno. Es decir, el trabajo de ser usado y explotado por el oyente. Su optimización. (Aunque claro, eso también es lo que estoy haciendo aquí…)

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