Hay una entrevista con la gente de Blackest Ever Black en Resident Advisor que encuentro fascinante, por motivos encontrados, no siempre positivos. Hay muchas cosas que me resultan curiosas. Por ejemplo, no sabía que Kiran Sande (un periodista musical que he leído en blogs y en FACT hablar sobre música electrónica desde hace años) estaba detrás del sello. En un principio me chocó. No recuerdo la verbosidad y exhibicionismo autobiográfico presentes aquí en sus textos. También hace tiempo que no leo ninguno, pero supongo la sorpresa viene de algún lado. En cualquier caso lo podríamos usar para señalar una tensión entre la interioridad y la presentación que se hace de uno al exterior. O al menos la que se produce entre las comunicaciones del sello a través de su blog y las que hace su responsable delante de un micrófono o una conversación escrita, o la búsqueda del éxtasis a través de la presentación y el diseño del producto y los aspectos más banales y crudos de las limitaciones de lo cotidiano en determinadas épocas de la vida y circunstancias. Creo que tensiones de pares como estas aparecen salpicando otras partes del texto. Por ejemplo está la confesión del momento donde sólo quería escuchar “Earth 2” frente a lo que le parecía la banalidad de la música de baile en la que estaba inmerso. Y que lo haga diciendo que necesita encontrar significado, connotaciones, algo que le hable sobre la vida vivida o posible. En particular me pareció gracioso cuando Morrissey aparecía citado un poco después.
Otra de estas tensiones aparentes sería la que se plantea en un determinado momento y que hace resurgir la ya antigua distinción entre lo artístico y el diseño, desdeñando el segundo frente a la libertad que otorga lo primero frente a la homogeneidad actual.
También curiosa para mi la necesidad de ser afectado, de no querer hacer amigos por lo que se tiene que decir, la necesidad de progreso sonoro y demás y la curiosa relación que parece tener o haber tenido en lo personal con las mujeres según se vislumbra al final de la entrevista o a través de la búsqueda de pornografía y demás.
También hay bastante cháchara acerca de los modos de consumo y escucha de la música pop, como este fragmento de resonancias familiares pero que uno no valora mucho:
“Much of what I got out of these magazines, though, was more a matter of me making inferences and using my imagination: I still remember poring over a page in Select advertising 10+ Gong reissues, staring at the titles and cover images, trying to imagine what Gong might sound like (and getting it horribly wrong). Not to be too hammy about it, but you couldn't just go online and check out what an artist sounded like, so of course the words meant so much more; sometimes everything. Are there any moments more exciting in life than those that exist between you learning of an interesting record and you actually hearing it?”
Pero lo que me intriga es que supongo compartimos unas determinadas estructuras de sentimiento (tiene unos cuatro años menos que yo), el haber crecido leyendo revistas, comprando CDs, usando tiendas o servicios de venta por correo, y el ver como toda esa manera de estructurar el negocio, la cultura o la identidad, cede paso con la llegada de Internet a otras formas, ni mejores ni peores, que ponen en cuestión todo el tiempo dedicado en aquellos años formativos a aquello que se hacía, aquello que uno esperaba obtener. También aquello de que uno no escapa de los debates de su tiempo, y aquí, moviéndose entre la fantología y la retromanía aparece esto, que quizá es lo más interesante del asunto para mí:
“I continue to follow avidly every conceivable mutation—mutation is a more accurate word to use here than advancement—of club music that occurs, but as you grow older it does become increasingly depressing to see each successive flourish dulled, co-opted or subsumed into something larger and more boring. If you want to feel anything in this undistinguished age then you have to hunt, as the Raime ditty goes, under the wreckage of many systems—to search hard for the sounds and words and images and signifiers that still stimulate you, still intrigue you, still give you that strange feeling in your gut and bring you closer to the mesmerised suburban daydreams of your youth, and, if you're lucky, closer to your base human instincts”.
Es un motivo cuyos componentes se repiten a través de la entrevista:
“I had the de rigeur subscription to Select, whose student-y editorial and hilariously hit-and-miss cover CDs and cassettes, like those of NME and Mojo, seemed awfully impressive to me then, and actually introduced me to all sorts. If you were hardy enough to endure, or canny enough to skip through, the inevitable Bentley Rhythm Ace and Cast tracks, then you might discover something genuinely remarkable”.
“At the risk of sounding trite, they reminded me that music—from the underground on up—is all about time travel, and that you can move both ways at the same time”.
“Goth, industrial, the hard-edged experimental fringe of post-punk: it's hard not to be continually amazed at the cavernous drum sounds, strafing synths and insane reverbs to be found on those sorts of records, if only on an occluded B-side instrumental or on one album track from an otherwise terrible album”.
Es decir, usar los discos como una máquina del tiempo, poder volver por ejemplo a aquello que parece inmanente en un determinado estilo, cuando siempre hay la posibilidad de encontrar nuevos caminos y vueltas de tuerca que dar a un sonido creando admiración, adicción, amor, tocar con los dedos de nuevo esas sensaciones, esas posibilidades intuidas de algo más vislumbrándose pero sin foco, en esos discos, esa escena o esas canciones y a través de ellas moverse hacia el futuro, cambiar la forma en que se vive, descubrir algo nuevo por no resuelto en tu vida (como el entender porque esas grabaciones te emocionaban de esa manera, qué parecías intuir sobre ti mismo en ellas, de qué forma la posibilidad de volver a ellos es un camino de, por ponerlo de algún modo, “redención”. (Algo no tan alejado de lo que se puede estar haciendo por ejemplo en Keysound o Not Not Fun))
Esta praxis nos parece un tanto retórica: significado, referentes estéticos, asuntos personales, trascendencia en forma de innovación, experiencia (de consumo) singular en lugar de experiencia vulgarizada por saturación. Por ejemplo, esta es una de mis canciones favoritas de 2010 que he descubierto este año. La intro podría ser casi todo el contenido musical de una canción de Spaceman3, hay guitarras que no desentonarían en lo que uno imagina como una producción tópica de Steve Albini, hay cosas que pueden retrotraer al Britpop o Manchester, también esa combinación entre cutrez y entusiasmo de las primeras producciones de ciertos artistas o grupos pop que pretenden y usualmente no llegan a ser mainstream, que encandilan por su desfachatez o su desprotección.
No se trata del resultado final, sino de la forma compuesta y el significado que puede alcanzar para mí la mixtura y elaboración de algunos de estos elementos que aprecié o aprecio como sucedía en mi adolescencia. Es decir, en mi poder de discriminación como fan, para convertir a través de la referencialidad una canción pop de grupo de provincias en algo más cargado, de, ejem, “significado”. Supongo que cada uno puede encontrar ejemplos parecidos en sus escuchas y gustos.
Pero nos parece interesante poder ahondar un poquito en esta estructura desde el punto de vista afectivo del consumidor. Una de las cosas que me recordó todo esto fue una cita de Kaichiro Morikawa en una conversación sobre otakus:
Before their Armageddon obsession, there was science fiction, which provided otaku with an alternative to the actual future. In the broadest terms, moe has replaced 'future.'
Moe se puede entender vagamente como una sensación de afecto despertada por una imagen (imaginen un personaje femenino muy cute de un anime que les parezca tan tierno, que les haga decir o exclamar: moe). Es decir, un afecto por lo impersonal, por el objeto de consumo, por la ficción. Y desde esta reflexión tratar de establecer puntos de conexión con otros fenómenos conocidos y menos locales.
También me hizo recordar otra cita, esta de Paolo Virno (aunque no se entienda gran cosa fuera de la argumentación original):
El “pasado” a preservar y venerar (una veneración que descansa sólo en el mimetismo y la imitación) no es otro más que el presente: o mejor dicho, el presente contrabandeado, que tramita un anacronismo real, por cualquier cosa ya sucedida. La historiografía anticuaria aplica sus procedimientos típicos a la actualidad: trata como hallazgo sugestivo a todo lo que sucede, mientras está sucediendo; se consume de nostalgia por el instante en curso. Cuando se concentra en el presente, a la inclinación anticuaria le corresponde, por lo tanto, un nombre más específico: Modernariato. En el uso común este término designa los intereses- sentimentales, estéticos, comerciales- por objetos y manufacturas pertenecientes al pasado próximo (tan próximo en algunos casos como para rozar los ojos): la música de los años sesenta, los posters políticos de la década siguiente y luego, poco a poco, el lavarropas apenas obsoleto o el sombrero de moda visto en el verano. En la acepción radical que aquí proponemos, “modernariato” significa el desarrollo sistemático de una sensibilidad anticuaria en las confrontaciones del hic et nunc que, de tanto en tanto, se están viviendo. Por un lado, el Modernariato es un síntoma del desdoblamiento del presente en un ilusorio “ya ha sido”; por otro lado, ello ayuda activamente a realizar siempre de nuevo dicho desdoblamiento.
Nos gustaría poder hablar más de este asunto, que nos parece fascinante a la par que difícil a la hora de tratar de exponer. Por ejemplo, esto ha llevado cerca de una semana y no es particularmente interesante. De modo que en cierto modo nos disculpamos por el modo de tratar el sello y las deformaciones a las que hemos sometido sus declaraciones así como sus postulados, prácticas y preferencias estéticas.
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