En la web de la NPR hay un artículo que resulta al menos interesante en el cual tratan de desglosar cuál es el coste de un hit en la radio. No tanto por las partidas económicas, uno recuerda al menos un par de ejemplos de artículos en el que se contaba todos los costes que intervenían en el proceso, uno escrito por Courtney Love, otro sobre la cantante Carly Hennessy, como por el hecho de mostrar, leídos en sucesión como los modelos y métodos de trabajo van cambiando con el tiempo. En este caso, los (song)writing camps. Según explica el artículo, productores de sonidos y letristas se juntan durante unas horas/días tirándose ideas, haciendo brainstorming, jugando con todo el libro de normas. Quizá más interesante que eso sea el modelo que esto plantea. Imaginemos que todo deriva en el futuro hacia estos writing camps. El escritor de canciones/productor sería alguien que está continuamente viajando, tomando aviones (privados o no), haciendo tiempo en hoteles, aeropuertos, restaurantes, estudios de grabación, como un ejecutivo (bueno, en realidad lo son de sus propias compañías) o una estrella. Y la unión en estos campos, el ver (o no) lo que otros hacen, el asimilar los nuevos giros (o no) quizá podría servir como principio de una interpretación algo chusca de porqué todo cada vez suena más igual a todo. También resulta interesante el trabajo posterior: la maqueta producida que llega al cantante, que decide escogerla o no y la trabaja con su productor vocal (¿su signo de identidad?) antes de ser mezclada y masterizada. Y después, de relativa importancia o novedad, el trabajo de promoción de la canción (que realmente gira como dicen en crear momentum en un franja determinada de tiempo) y como las cosas cambian (la idea de que la radio gira ahora en torno a los grupos focales, a gente que reacciona de forma positiva o negativa a digámoslo así “ringtones” (secuencias de unos treinta segundos) y que decantan la aceptación de una canción (o su rechazo) para entrar en el playlist (literal, una biblioteca de unas 500 canciones que conforman todo lo que suena en la programación, todo identificado y cristalino para los derechos de autor). En realidad el libro de normas que mencionábamos antes era una parte importante la superación de este test. Aunque, de todos modos, la experiencia con otros mercados donde la radio no resulta un factor tan importante como en el digamos, modelo norteamericano, quizá haga todo esto último algo más o menos relativo.

A mi en particular, este conocer “la estructura de la vida diaria”, sus límites y posibilidades según las condiciones en las que nos encontramos envueltos, me resulta mucho más interesante que por ejemplo, el hecho de que mencionen que esto era para un disco de Rihanna (aunque esa sea la condición para que el artículo tenga viabilidad en medios generales), sólo provoca las tonterías de siempre: fomentar estereotipos (mujer rica sin talento que lo compra todo) y respuestas estereotipadas (normalmente en forma de escuchas a hombres con talento que escriben sus canciones, etc.). Al parecer resulta imposible escribir esto si se trata de un cantante.

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