(Supongo que cuando publique esto en el blog, el texto tendrá casi dos semanas. No tengo conexión ni he escuchado más música ya que decidí arreglar unos problemas del ordenador (aunque el ruido sigue aquí) y el arreglo de “diez minutos” fue media semana de espera. El no hacer nada, y son dos semanas estando enfermo, me suele dejar bastante quemado y fuera de lugar. Casi estamos a mitad de noviembre, lo que significa que apenas tengo tiempo ya para escribir algo para la lista de fin de año (2/60 en estos momentos), que todavía tengo que comprar cosas y no se si llegarán a tiempo, que tengo paquetes que recoger, que estoy muy aburrido ya de los lugares comunes recibidos y repetidos sin crítica alguna sobre la caída del muro de Berlín (hablaremos sobre los signos ideológicos y de propaganda del comunismo antes de la llegada de la libertad después de la publicidad), de medios de comunicación que sólo hacen caso a víctimas para rellenar hueco, de sinvergüenzas que consideran a los atracadores armados de barcos como “terroristas” y que un gobierno “fuerte” no se amedrenta ante los terroristas y que por el bien y la gloria de España no debería importar mucho la muerte de la tripulación, de series norteamericanas sobre supuestos interpretadores del lenguaje corporal que cuando deciden hablar del odio para justificar el supuesto terrorismo religioso tienen de fondo al menos dos fotografías de dirigentes (uno muerto) islámicos pero a nadie de la derecha americana y muchas más tonterías que uno encuentra cuando enciende la televisión. Namie Amuro publica disco después de casi cuatro años en diciembre y para finales también llega el primero de Mano Erina. Por cierto, tengo que conseguir ver el nuevo dorama que protagoniza esta última como chica que descubre que tiene poderes extrasensoriales y que incluye en el reparto a las chicas de S/mileage.)
El domingo, mientras terminaba de encontrar una copia del DVD del primer disco de SCANDAL (finalmente compré la edición con libro, aunque me veo comprando la otra también) comencé a sentirme enfermo. Durante el lunes comenzaron los ataques de tos y después llegaron la fiebre, los mareos y demás. Durante estos días he estado escuchando unos cuantos discos pero lo que he tardado un poco en darme cuenta, es que sí, cuando te quedas tres, cinco minutos sentado diciendo que vas a levantarte para ir a la cocina pero te quedas allí escuchando los colores de la música sin poder moverte, obviamente mi percepción está alterada, pero no soy tan consciente cuando percibo la música un poco decelerada, o presto atención desmesurada a algunos elementos mientras ignoro otros, o como mis juicios se forman antes de darme cuenta de esto (lo atribuía a mi estado de ánimo, al cansancio de escuchar algunas cosas demasiadas veces o a la pereza de escuchar cosas nuevas, pero decidí volver al segundo single de S/mileage y en menos de ocho horas entre dos escuchas (únicas, y en momentos de atención no dispersa) el cambio era brutal, después conecté puntos). De modo que todo lo que viene a continuación resulta bastante inútil. Ninguna diferencia con el resto pues.
Aunque después mencionaremos lo que sucedió con la música pop, la única escucha que considero negativa y con argumentos suficientemente razonados para descartar el disco, es “By The Troath” de Ben Frost. Por algunas de las críticas y comentarios que he leído acerca de, se supone que un disco aventurado que quiere emocionarte, golpearte en las tripas, sacarte de la rutina y monotonía en la que se vive habitualmente. Eso suena bastante bien, incluso suena loable, lo que pasa que ese fin último, el de “emocionar” me suena bastante conocido en el terreno de los estilos musicales dentro de la música pop. A mi ese día me dio por preguntarme cuál podía ser la función de un disco cuyo principal capital es, según dice, su capacidad de emocionar, y digo yo que emocionar de formas no convencionales, cuando eso siempre resulta en una de cal y otra de arena, a veces tocas el cielo, a veces no y te preguntas si eres estúpido, no lo suficientemente bueno o si simplemente has exagerado un poquito las otras veces que lo has escuchado. Quiero decir, si su objetivo último es emocionar, su rasgo principal debería ser la regularidad, siempre que te encuentras con sus temas encontrar cosas conocidas o detalles inesperados, pero la verdad, como regularidad entendida en el sentido habitual, prefiero cualquier buen single de música pop mainstream por resultar más fiable, como variedad de matices y emociones en diferentes encuentros tampoco, ya que el concepto de lo emocional planteado aquí es bastante estrecho, muy efectivo si se quiere y se está de acuerdo con él, pero también muy efectista en caso contrario, como para dar ese margen de maniobra. De modo que ahora debemos encontrar el segundo pie donde se apoya este argumento de la emoción, que ahora resulta ser también, la emoción del creador, el viaje que ha debido hacer para llegar a estos paisajes, la voluntad de agitarte, moverte, hacerte sentir escalofríos. Entonces tal vez incluso es peor, ya que uno no puede dejar de imaginar que para emocionarse con esto uno ha de tener un equipo musical bastante notable y como no es un disco del tipo de escucha “colectiva” (uno no quiere emocionarse ante desconocidos o que lo vean en ese estado, aunque uno se puede imaginar gente bombardeando con esto al resto de la calle, para que vean lo “emocional” que es ese alguien), me imagino a alguien en su casa, en su salón o habitación, y como no es un disco para bailar o agitarse, sino para escuchar, me lo imagino tumbado o sentado. Que esto sea la “agitación” prometida, deja bastante que desear. Para eso, como arte, prefiero el disco de Leyland Kirby, esa cosa presuntuosa de “soy un artista y vas a tener que escuchar mis tres horas de aires melancólicos para piano y sinte, ya que si no crees que esto va en serio, si no crees que esto es arte, si no piensas que voy completamente en serio cuando quiero que pierdas tres horas de tu vida escuchándome, eso dice mucho más de ti y de cual es tu idea sobre el arte que sobre mi”. Pero sobre ese disco volveremos después. Quizá la enfermedad sirvió para desmontar el mejor argumento del disco de Ben Frost, su hipnótico diseño de sonido, la visceralidad de los sonidos digamos “cortantes”, el sonido amplio, cálido e imponente de las secciones de viento, la tensión de las cuerdas, el aire misterioso del… um, no se como se llama este instrumento de cuerda que se percute con unas baquetas… Escuchándolo bajo de revoluciones, como no podía hacerlo de otro modo, la disposición de estos elementos, tan notablemente y arduamente trabajados, se resentía por una narrativa en la cual el paso siguiente se reducía a sota-caballo-rey. Había variedad, esos elementos mencionados y otros con la misma intención, nunca llegaban a aburrir por si mismos, de modo que eso es algo bastante apreciable como artesano, pero la supuesta narrativa emocional, esa voluntad de agarrarme por las solapas y elevarme, buff, puro cliché indie, meras acumulaciones llenas de “buen gusto”, nada fuera de tono, nada fuera de lugar, nada a contratiempo, nada múltiple, todo arreglado y turista. Cuando escuché el disco por primera vez, una de mis gatas estaba durmiendo a unos pocos metros. El segundo tema ha dado bastante que hablar por la presencia de lobos, o perros aullando, algo que supongo que debe ser bastante emotivo, si uno no lo ha estado escuchando durante toda su vida, o mejor “emotivo”, lo salvaje, lo arriesgado, lo telúrico y feérico, tu lectura emocional y completamente equivocada por aplicarle la psicología humana de los sentimientos de los animales. A mi, que no me importa demasiado que algunos músicas pongan de los nervios a los animales (si se molestan, se les echa de la habitación y se cierra la puerta, ya verán como no se quedan esperando allí), prueben con Evan Parker, me hizo pensar en para que seguir con esto, despertar a la gata y asustarla por encontrarse en una posible amenaza, esta actitud imbécil de los juegos de chicos en la que el ponerse en peligro sólo parece ser cosa de los participantes pero el daño se lo llevan todos los demás que se encuentren cerca.
Como ya habíamos dicho, algunos singles pop también se vieron un poco afectados. Por regla general dependía de la velocidad original de la canción. Si el tema era algo “acelerado” o digamos muy vivaz, la canción todavía resultaba bastante disfrutable. Si dependía más del equilibrio de las partes, la cosa se resentía bastante más.
Como estoy casi completamente desconectado de la música mainstream, parece que no me he perdido casi nada o nada que me hubiera llamado la atención, pero la cosa es que no la sigo en estos momentos por una razón u otra, esto se reduce a algunas girlbands surcoreanas y japonesas. Debería incluir aquí a SCANDAL, pero funcionaban de modo distinto, de modo que hablaremos sobre ellas después. Curiosamente, de la música coreana, lo menos afectado fue lo más reciente, otros singles que me han encantado durante meses salieron bastante malparados, casi como en esos dibujos donde hay dos figuras, pero uno tiende a ver sólo una, hasta que descubre la otra y ya sólo ve aquella. De modo que un sucinto repaso de aquello que no hemos hablado en el blog o hemos mencionado de pasada en twitter. “I Fell For You” de JQT, resistió bastante bien el envite, porque ya hemos dicho, aunque con el diseño de sonido un tanto deslustrado, siendo incapaz de concentrarme en algunos elementos fundamentales del desarrollo o perdiendo algo de velocidad en su ejecución, el empuje seguía presente. “Tomorrow” de 4Tomorrow, aún tengo que enterarme de que va este grupo, las componentes pertenecen a otros cuatro grupos (Kara, 4Minute, ¿Brown Eyed Girls?, ¿?), hay cuatro versiones distintas centradas en cada chica y parece que hay también cuatro historias distintas que se cruzan en el videoclip “oficial”, aunque por ahora sólo he visto una). Como lo que más me gusta de la canción son los muy leves ecos de los Daft Punk de “Discovery” en ciertos efectos en las partes vocales y en la sensación de comunidad y esperanza, tampoco pasó gran cosa. Esto realmente no lo he estado escuchando, pero ya que mencionamos cosas, f(x) y SNSD tienen un nuevo single para una campaña promocional. La canción es la misma “Chocolate Love”, aunque las versiones vienen puntuadas por el estilo de cada grupo en el título (Electronic Pop y Retropop respectivamente). La canción está producida por Bloodshy & Avant, que han dado lustre a algunos de los mejores singles recientes de Britney Spears. La canción, que es muy disfrutable, no me gusta demasiado como si lo hacen los mejores momentos de cada grupo, demasiado convencional y funcional, más memorable el aspecto visual, un gran anuncio en el que el deseo gira entre el mirar y el ser mirado, que por cualquier otra razón. De todos modos, en la versión de SNSD, en lo que también es el mejor momento de la canción, de 2:25 a 3:10 aproximadamente, hay una secuencia que igual es confusa y tal vez sea más Britney que continuo hardcore, pero que supongo pueden añadir a esa mini-lista en la que los productores de R&B usan otros elementos para gente como Snoop Dogg o Eve, ya saben, sobre todo porque los productores de R&B son gente de mal vivir que necesita ser redimida. Y supongo que cuenta aunque sea en la parte del mundo del pop que no cuenta.
Por parte japonesa, el último single de AKB48, que es un órdago (¿cuántos grupos conocen que deciden cuando van a ser número uno (sobre 180.000 copias vendidas la primera semana) y además como lo recordarán sus seguidores?), tres canciones, tres formaciones (Senbatsu, Under Girls, Theater Girls) donde no se repiten chicas y aparecen todas las que hay en la actualidad en el grupo (más algunas de SKE48) y tres PVs distintos. “River” sufrió bastante, la intro se me aparecía bastante desenfocada, y el riff inaugural, esa mezcla de desfachatez y empuje, no conseguía atraerme. La sección rítmica además es también bastante específica y seguramente sólo cumple su función en la grabación original (como debe escucharse). Estos son elementos que en escuchas anteriores si me gustaban, de modo que resulta curioso eso de pensarlos como elementos secundarios. Las partes “emotivas”, los cambios de dirección vocales del final, todas las chicas cantando el “oh-oh-oh-oh-oh”, que son lo que más se recuerda de la canción, no se vieron particularmente modificados. Que supongo es una buena metáfora de cómo debe funcionar una canción pop: en cualquier lugar, en cualquier equipo, en cualquier condición, terminar clavando la pica. El asunto es que cuando escuché “River” ya lo hacía sabiendo de las peculiaridades de mi escucha, pero durante los días anteriores me había concentrado en las otras dos canciones. Supongo que no había tanto problema con la tercera (Hikouki Gumo), ya que es una canción habitual en el repertorio del grupo (A5 y suele ser usada como cierre en los conciertos), y bueno, aunque con la fiebre y esas cosas sonaba un poco más chicle, lo anterior funcionaba, cuando sacan los pañuelos rojos a uno, que es un hortera, normalmente se le caen los mocos (en esto caso no era una metáfora), de modo que por semejanza, por fidelidad o por sus virtudes, mi opinión no se vio particularmente modificada. Pero claro, la canción restante (Kimi no Koto ga Sukidakara) es nueva y sólo la he escuchado en estas circunstancias, de modo que no tengo un patrón “bueno” de escucha para compararla. Esta es razón suficiente para no haber escuchado con detenimiento un par de discos estos días y dejarlos para otra ocasión pese a llevar algunos meses esperándolos, pero ya saben, eso en su momento, aunque en este caso no la encontré particularmente convincente. La canción es bastante animada, de modo que lo que puedo esperar es que resulte todavía más, los paseos por el mástil de la guitarra eléctrica están en el vocabulario sonoro y emocional de AKB48 desde el principio, los remolinos de cuerdas sintéticas puntuadas por castañuelas a mí en estado “normal” me funcionan y lo demás no debería resentirse. Al menos para uno, algunos de los rasgos que me fascinan de las girlbands son la fusión entre lo personal y lo comunal, en transvase continuo de una a otra, en ambas direcciones, y no simplemente en lo temático, la necesidad de reconocer la voz que canta cada parte y evocar o ver el rostro, pensar lo que se canta desde la perspectiva de lo que uno conoce de cada intérprete. Pero además, en el caso de los idols japoneses, hay algo más, si se quiere en lo visual, pero que forma parte del conjunto, no es simplemente un extra. Lo anterior sobre la voz, si quisiéramos podríamos asimilarlo al concepto del “grano en la voz” de Barthes, lo específicamente humano del intérprete, las dimensiones y formas de su aparato de fonación, su educación, su personalidad y la transmisión de estas a través de su interpretación, etc. En algunos comentarios sobre Morning Musume, los fans llaman a Tsunku de hijo de puta para arriba por una de sus estrategias de productor: las chicas que selecciona cantan con lo que tienen, no reciben clases para mejorar su técnica vocal más allá de lo necesario para cantar su parte, obviamente para no arruinar la “magia”. Comprendiendo el enfado de los fans, porque es usar y tirar a la gente, que se encuentren con los problemas después y pensando que es un exceso empresarial en un campo artístico (supongamos que la voz de la chica tiene “pellizco” en su estado actual, el aprender solfeo y seguir un entrenamiento vocal es probable, al menos en el mejor de los casos, la lleve hacia el abandono de su estilo de inicio hasta alcanzar un punto de destreza técnica lo suficientemente amplio como para que dicha técnica sea una herramienta y no sólo un condicionante en su interpretación vocal, esto último como el punto de partida algo muy apreciable desde la óptica de la música pop donde una textura o coloratura reconocible que transmita y se quede en la memoria es mucho más valorado que su precisión o solvencia, de modo que esta estrategia es no querer ninguno de los tiempos intermedios, nada de crear una personalidad vocal y subrayar las interpretaciones mediante la técnica, la presencia bruta o la presencia, nada de lo otro (curiosamente parece que funciona, en los comentarios del productor sobre el anterior single, los únicos referentes a lo vocal eran sobre dos de las chicas sobre las cuales los fans suelen discutir sobre si “saben cantar” o no, y por lo menos para uno, ambos picos de emoción en aquella)), uno quiere leer la necesidad de conservar algo más en esto más allá del amateurismo, por querer relacionarlo con el lo-fi, ya que no se trata de ello. Por seguir con Barthes, aquello del grano en la voz, en el artículo se refería a un cantante de ópera, no se si exactamente a una grabación o a una actuación, o a la primera habiendo vivido la segunda, pero de algún modo, aunque supongo que podría extenderse a un actor, es algo confinado a la música como arte. Otro concepto desarrollado por Barthes, que desconocía hasta hace poco es el de “gesture” (no conozco el término en francés). En un artículo sobre Cy Twombly, Barthes distinguía tres elementos: mensajes, signos y “gestos”. Los primeros producen información, los segundos la interpretación y los terceros todo lo demás aunque igual no producen nada. Es decir si uno puede interpretar la composición pictórica y su significado, uno se encuentra también el trabajo material del artista, el contacto de su cuerpo con el soporte físico y el trabajo material de distribuir, aplicar e incrustar los pigmentos o materiales sobre dicho soporte. Y esta presencia humana, transmite el paso del tiempo y en el fondo, nos comunica la presencia de la muerte. O quizás no sea eso, pero según Ranciere, eso es lo que Barthes quiere comunicar en “La Chambre Claire” respecto a la fotografía. En fin, déjennos tomar este pseudo-concepto de lo humano sacado de una mala lectura de Barthes para arrojar algo de luz sobre lo que queríamos decir. No es que ante la imagen proyectemos aquello que conocemos de esa chica, o nuestros recuerdos, o nuestros valores, o nuestras fantasías, que también. Pero por poner dos ejemplos en el PV de esta última canción, cuando Takajyo Aki, en su traje rojo, hace el gesto de retirarse una lágrima imaginaria del rostro, Sashihara Rino, hacia el final, tararea la parte instrumental mientras hace los pasos de la coreografía o Matsui Rena se queda con los ojos cerrados con las gafas en la mano sonriendo mientras llega la lluvia, mirando hacia dentro, lo hacen con lo mucho o poco que tengan, con su falta de papel o con el que se han creado para presentarse ante el público, de modo que no se trata de algo “auténtico”, como si sería la valoración del amauterismo del lo-fi, que funcionaba más como guiño dentro de una subcultura que por sus cualidades estéticas. Aquí, suponemos podría pasar lo mismo y puede ser, pero lo que queremos decir es que este tipo de “presencia” o “plusvalía” es algo que forma parte del conjunto, como acentuar en la mezcla el bajo o el ritmo, o usar la reverb o hacer un fade out. Esa “humanidad” (y en otro sitio trataremos de definir cual es la unidad de trabajo en la que se sostiene esto), ese conjunto de vida/muerte, es parte de lo que hace atractivo estas canciones y es de nuevo, otro trasbordo desde lo personal hacia lo social, aunque esta vez por parte del oyente. La valioso que sea eso o no, ya es otro tema. Además el PV es un poco wonky en lo visual (en todas las capturas que he visto los rostros de las chicas salen deformados poco o mucho).
Otro: “Alphabet 1968” de Black to Comm. Esto es un disco de ambient, pero habría que definir que tipo de ambient es. Uno de los temas, la melodía, creo que es un plagio nota por nota, de uno de los temas “orientales” que había en el recopilatorio de “Ocean of Sound”. En otra parte, en uno de los cúmulos habituales de capas sonoras, uno puede distinguir un sableo a un disco que suena como free jazz, de modo que tampoco anda muy lejos de otras de las transiciones de “Ocean of Sound”. La búsqueda formal es la del ensimismamiento de uno en las repeticiones, en las superposiciones de tiempos y espacios, en los ecos y delays, en ver como las capas se superponen, a veces con resultados más abruptos, otros más estáticos (el segundo tema que por recordar cosas antiguas me recordó los efectos de algún disco espiritual de Pharoah Sanders aunque supongo que no sólo por los bajos debería haberme recordado a Gas). Como en cierto modo, encontrando ese par de pistas, uno puede intuir que pueden no ser las únicas, e incluso que todo el disco sea un ordenamiento de citas y saqueos, la mayor parte de las intenciones se mueven en la dirección de hacer que este disco sea tan “atemporal” y no se desentone con otros discos referenciales, lo cual le quita mucho de ambición conceptual pero también de aburrimiento además de hacer que sea más fácil quererlo como a un disco pequeño.
Bueno, venga, intentemos hablar de este disco: “Sadly the future is no longer what it was” de Leyland Kirby. Ya hemos apuntado que hay algo incomodo en el hecho de que este hombre, hay que recordar que ese no es su nombre sino otra personalidad inventada, nos quiera decir que este es su material más comprometido y personal, simplemente porque el sentido común nos tiene habituados a huir de todo aquello que se cuelgue dicha etiqueta de “obra maestra” (al menos es lo habitual en la música pop). En Vital Weekly, una reseña semanal de todo tipo de músicas “raras”, optaban por pensar que esta música bonita era directamente otra broma en la tradición de su pasado. Mucha gente encontrará los discos de The Caretaker menos unidimensionales, más llenos de potencialidad, menos chirriantes y con mucha mayor sutileza a la hora de presentar sus intenciones. Phil Freeman, en algunas de sus reseñas de este disco, una para AMG, un par en su twitter, comentaba sobre algunos más de los inconvenientes que uno va encontrando para disfrutar de este disco. En una de las de twitter decía aquello de largos títulos a lo Morrissey más instrumentales fantológicos de pianos igual a críticos británicos aplaudiendo desatados. En otra, al efecto de las obras de arte contemporáneas, donde a veces el título es lo único que aporta algo de luz sobre cuales son las intenciones de la obra, sin al parecer estar contenidas en ninguna otra parte de esta. Y bueno, también que tres horas son un rato largo y que inducen a la fatiga y a la falta de sorpresa. Supongo que podríamos añadir muchas más pegas a este disco, ir acumulando inconvenientes e inconvenientes, pegas y más pegas, y dificultades y más dificultades sobre la falta de dificultad de este disco, pero esto es ya es algo y bastante intencional por parte del artista, y que un disco que parece construirse íntegramente sobre el proceso de autorreflexión de lo artístico nos pida que hagamos precisamente eso sobre la forma en la que recibimos el arte. Como supongo que esto lo desarrollaré en otra parte en mayor extensión, nos quedamos con la última pega de Freeman, ya que la fiebre nos ayudó a superarla. En mis primeras escuchas, cada disco por separado la valoración era algo así: 1. variado, disfrutable la mayor parte del tiempo 2.lento, desnudo, bastante insoportable 3.el 2 pasado por el filtro del 1. Algunos de los temas duran más de veinte minutos, lo cual no sería un problema si pareciera desarrollarse algo en ellos. Los temas más “variados” del disco son los más turbios, donde las microtexturas parecen girar alrededor de uno, atrapado en un torbellino. Que dichos temas funcionen tan bien es un recordatorio de que si el autor hubiese querido podía haber llenado tres horas de ese modo (ya tenemos muestras con The Caretaker). De modo que siguiendo la estética de motivos obvios y comunes usados de forma obvia y común para llegar a lugares no tanto, toda la historia de la depresión y los paseos, y los visuales, con varias capas de video moviéndose al mismo tiempo, por los mismos lugares, pero no necesariamente con el mismo detenimiento o en el mismo momento temporal. Que de todos modos era algo que ya sabía (pero no quería tener en cuenta) o el motivo por en la crítica de The Wire digan sobre esta “música bonita” que no es para los débiles de corazón.
Mi proceso de escucha en esta ocasión fue poner el disco en secuencia y en repetición durante toda la noche, con fiebre, la mayor parte del tiempo en duermevela, a veces consciente, a veces no, dormido, despierto o ninguna. Despertar y escuchar durante una hora seguida las notas de piano, el resto de los elementos perdidos por los altavoces del ordenador, en plena madrugada, con la ciudad en silencio, a veces bajando el volumen aunque no siendo muy consciente de ello la mayor parte del tiempo. Ese quedarse quieto mirando como las notas vienen y van, como nubes en el cielo, como olas en el mar (la última una descripción de “Vexations” de Erik Satie, con la cual algo de relación tiene este disco), ese continuo mapeado existencial, sin profundidad alguna más allá de la posición en la que uno se encuentra a la deriva, es una buena metáfora musical de la depresión. En mi caso, la descripción que me hacía era la de una espiral abriéndose, claro que una espiral comienza en algún punto y ese punto se llama centro, aquí no había nada tan sencillo. Era quedarse mirando como la luz en el cuarto iba cambiando en color e intensidad, o como las sombras se movían durante las horas mientras uno escuchaba los ruidos de alrededor y pensaba en lo que tendría que hacer, en cuanto tiempo, si realmente uno estaría para entonces, no, no realmente, pensar en la gente que no vería y si se pondría triste o no por no verte, pensar que si de todos modos acudías igualmente los entristecerías, seguir pensando sobre lo que no había pasado, hacerse de noche, tal vez comer algo o peor, que nadie se daría cuenta de nada y si esa era la gente que te importaba, seguir así hasta dormirse, comenzar de nuevo. Aunque supongo que otra gente lo usara para salir de sus penas o para meterse en ellas, uno no cree que sea una de esas “loas a la tristeza” que pasan cada año en la listas de los mejores discos. Es una descripción del proceso y una reflexión (ya hemos dicho que en este disco todo es autorreflexión) sobre lo que sucede, sus causas y demás. Supongo que queriendo ser moderno, por lo leído en entrevistas y por los títulos, la depresión resultante quiere transformarse en una postura crítica negativa hacia el mundo y en una incitación al cambio (pues eso, muy moderno). Como esa negatividad nos resulta algo cargante por la rutina que representa (quitémosle los juguetes a los demás niños, entonces todos nos escucharán (en realidad te suelen dar de tortas pero ya saben minucias en planes perfectos)) más que por su dificultad o su rigurosidad, no tenemos ningún problema con dicha representación de la depresión ni habitarla. No es un paseo por la “emoción”, no es un intento de “emocionarme” ni demostrarme las profundidades (emocionales, claro) del artista, no es un objeto que quiera “emocionar” como fin último, es un objeto artístico que generará entre otras cosas emociones pero que no dependerá de ellas para serlo (o que no le convertirán a uno en bobo por no entenderlas, siempre un gran síntoma de ciertas intenciones moralizantes y educativas). No es que tenga nada contra la “emoción”. Yo aquí estoy diciendo cosas que me emocionan o no, tan aprendidas y deficientes o más que las que hemos criticado, salvo que yo no las considero universales, o más que universales, las únicas de valor, al menos indicar las coordenadas de partida si lo que se pretende es un diálogo (por muy fiera que sea la defensa de la postura de uno que no se reduzca al caso omiso a los argumentos contrarios).
¿Más discos? “Tumbelé. Biguine afro and latin from the french caribbean 63-74”. El disco que sonaba cuando lo de ir a la cocina y estar en las musarañas durante varios minutos siguiendo fragmentos de vientos, voces, pianos, percusión, unos detrás de otros, nunca a la vez. El recopilatorio debe ser estupendo ya que en estado quisquilloso la única pega que le saqué fue la de podía ser demasiado largo. ¿Discos no escuchados?
Nmperign “Ommatidia” (primer disco que escucho del dúo aunque el año pasado voté el disco de Greg Kelley, pero bueno yo suelo pasar más tiempo escuchando a Demi o Selena, ninguna sorpresa), sonidos de columnas de aire moviéndose dentro de los instrumentos de viento, usos no habituales de las boquillas, soplar dentro del cuerpo sin esta, chirridos, sonidos arenosos, carraspeos, microtonos y demás. El rango de sonidos mencionados no debería prometer mucha variedad pero las distintas técnicas, el mero uso del volumen o el tempo (bueno, de esto dudo un ratito por eso lo de no escucharlo) y el uso del espacio es bastante compacto y dinámico.
Matías Aguayo “Ay Ay Ay” humano, fragmentario, deslumbrante, desorientado, desconcertado y lineal, los sonidos habituales del mnml saliendo de la garganta del autor, aunque tampoco tiene problemas en usar sonidos sintéticos, la misma fragmentación y convivencia de la misma voz en distintas pistas, moviéndose al crear el groove supongo pueden leerse como un comentario sobre su propia vida como DJ o músico electrónico, una agenda clarísima y todo programado con rotundidad aplastante, otra cosa es que llegue el cuerpo aún sin añadir fiesta alguna. Los temas no se quedan en la anécdota y funcionan perfectamente sin la sorpresa de su origen vocal, aunque el juego de espejos resulte fascinante. Lo de querer tener una opinión “objetiva” sobre un disco tan alterado estando uno enfermo habla por si mismo. Lo que si comencé a notar (escuché unos cuatro temas) es que con la acumulación el disco en lugar de la pista de baile parece tener más sitio en el technopop.
Un no-disco. Bill Orcutt “A way to pay old debts”. He escuchado un único tema: la intensidad de la ejecución es tremenda, la grabación cruda y expresiva añade en lugar de ser una impostura y los gritos del tipo mientras toca la guitarra dan pasmo. La comparación con Cecil Taylor puede ser juzgada con mayor o menor gravedad, pero el tópico de que en lugar de tocar el teclado del piano toca un grupo de percusiones afinadas da una idea bastante clara de por donde pueden ir los tiros. A ver que tal el resto del disco.
Y queda el disco de SCANDAL. Bueno, uno esperaba un disco imperfecto, como es y supongo que no se pueden pedir trece canciones sin que no parezcan un poco lineales, pero el disco tiene bastante cuerpo hasta la séptima canción (uno un tema nuevo con lo que pasa por jazz en el rock mainstream), el octavo es un cambio de tercio, la canción suena suya y está bien pero es un quiebro rotundo. La siguiente canción es otra con más aires jazz pero como nunca soporté el arreglo que roban para la ocasión y la canción tampoco es gran cosa pues no ayuda. La décima toma algo de cuerpo y las dos siguientes (una de ellas single) arreglan un poco el entuerto pero el cierre de disco sentido y esas cosas no cumple la función que se le debería asignar. Al DVD no le pasa eso (además tiene “BEAUteen”) y todo las contagiosas ganas de vivir en un mundo que se quiere cambiar (la adolescencia y esas cosas) brillan en menos de media hora en un conjunto de canciones emocionantes y compacto. De modo que no escribo más sobre esto que ya sólo les falta saber 29 discos más de mi lista de este año (de todas maneras quedan cuatro puestos sin decidir, dos siquiera sin asignar y nos vamos quedando sin tiempo y de todos modos, este disco si me lo imagino poniéndolo dentro de dos años). Una cosa que si me he dado cuenta es que pese a seguir estas canciones en su momento, enlazar los videos en el blog y ser positivo acerca de ellas, me gustan bastante ahora, mucho más que lo que lo hicieron en su momento, lo que supongo que dice algo sobre uno reseñando cosas. Que más de tres años haciendo esto y sigue pasando igual que el primer día.
Algo más serio (reseña febril de discos)
2009/11/09 | Publicado por anhh en 4:02 p. m.
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