Algunos links para lecturas en algunos casos interesantes, en otras sólo entretenidas, que han aparecido este fin de semana:
The Guardian tiene una entrevista con Scott Walker . Encuentro algo profundamente irritante la condescendencia del entrevistador (aquella música era tan buena y esta es tan rara, aunque sepamos que es arte, pero rara es un rato…) dibujando comprensivamente casi de manera educativa cada giro, cada curva en la carretera, a la vez que no quiere o puede comprender su música actual. Es música al borde, música que es casi innombrable, indescriptible, más allá de las palabras, las emociones, los esquemas, música cincelada en el infierno de la soledad de su creador. Ya saben la historia de siempre: el artista profundamente individual y libre que suelta amarras y deja que la creatividad hinche sus velas para huir de las estancadas aguas de la sociedad capitalista.
En el Observer Music Monthly, podrán encontrar una historia de lo que queda de aquella Motown (no de lo que queda de Motown), que se puede complementar con los tres videos consultables en la web de The Guardian (1,2, 3) y esta historia oral que ha publicado Vanity Fair por el mismo motivo de los cincuenta años de la creación de la compañía.
En The New York Times hay una reseña sobre el libro de blues que ha escrito Ted Gioia. El artículo está muy bien estructurado para tratar de conseguir que alguien como yo quiera tratar de leer algo sobre el blues, exponiendo de manera sugestiva una de las ideas principales del libro: la música blues entendida como trabajo y negocio por parte de músicos, compositores e intérpretes, articulando de este modo las migraciones sociales y los cambios producidos en la sociedad en la que estaba inscrito en el sucederse de las generaciones que componen su historia. De todos modos, tal vez me sienta un tanto culpable, por señalar la inquietud con la que parecen haber sido recibidos los libros que tratan de revisar la historia del género. Si uno pincha en el enlace que se aporta en el artículo, podrán leer la virulenta y destructiva crítica que realiza Dave Marsh (ya saben, uno de los nombres míticos de la crítica rock norteamericana, el mismo que dijo que nadie recordaría a The Smiths) por lo que es a su parecer la sesgada lectura que propone el libro de Marybeth Hamilton al sugerir que la historia del blues ha sido escrita a partir del tamiz, con sus fantasías, filias y fobias, de una serie de hombres blancos (investigadores, críticos, coleccionistas).
Debería tal vez leer primero el otro libro, aunque aquí está la crítica de The Wire donde lo defienden), porque siempre suelen ser un arma de doble filo, pero no se, estoy leyendo ahora mismo “The Rest Is Noise” y no resulta difícil sentirse dolido (en un sentido digamos “religioso” de entender lo que es el arte) leyendo la clase de ideas que circulaban entre los círculos de artistas (desde la misoginia o la idea del rechazo del público como indicador de la inmortalidad de la obra de uno hasta la exaltación de la raza y la nacionalidad frente a las de los demás países). Y además en cualquier sitio (resultará un poco difícil volver a tener en alta estima a Edgar Varese después de leer sus críticas a la música jazz (un producto hecho por judíos e interpretado por negros) a la que se enfrentaba su música ultramoderna). En su libro sobre Nueva Orleans, Ned Sublette quizá la solución más práctica: no hay unos libros que sean correctos y otros que estén equivocados en su descripción de los personajes históricos, ya que en todo caso estos son poliédricos, y en todo caso, el ánimo de negatividad con el que se retrata a estos en tiempos recientes deberían entenderse como un contrapunto a todo aquello “bueno” o “responsable” que hicieron en su momento. Simplemente, es que esas virtudes ya se han resaltado lo suficiente mientras se han ocultado otros aspectos. Aunque claro, esto lo hace Sublette en medio de un tour de force de los que dejan huella en los que toma todos los argumentos, medios argumentos y giros para no responder a las preguntas que han surgido sobre la figura de un presidente norteamericano (Thomas Jefferson). Pero sin la necesidad de tener que ponerse tan teórico en historiografía, uno puede sacar sus propias conclusiones de la cantidad de huecos y construcciones que existen, leyendo por ejemplo, este artículo sobre el descubrimiento de la tercera fotografía de Robert Johnson.
Y continuando con el New York Times, uno puede encontrar un extenso artículo sobre Taylor Swift , que se puede complementar con este otro que Sasha Frere Jones realizó hace una semana para el New Yorker , ambos supongo que tan o más interesantes por el retrato que se hace del estado actual de la industria y sus nuevos modos de supervivencia (redes sociales, interacción con el público más allá de la música, línea de muñecas y ropa, lugares de cotilleo, los nuevos modos de escucha ante las nuevas tecnologías, el análisis y el estudio del mercado por parte del artista como único modo de poder vivir de la música, etc.) que por el retrato de la cantante country-pop. O al menos es más divertido que ver lo hip que es Roberto Bolaño en EE.UU.
(Sin ser actualidad (pertenecen al número del mes pasado), curiosos estos dos artículos sobre la crítica cinematográfica en Sight & Sound)
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