Con motivo de la aparición de una versión abreviada del nuevo PV de ICONIQ “Tokyo Lady” volvemos a intentar capturar aquello que nos fascina, más que de su disco, de su DVD accesorio: la firmeza que se tiene en saber que aquello que se nos ofrece en sus múltiples vertientes es algo ya conocido y experimentado pero que de manera paradójica uno asocia con la sensación de novedad. No se trata de un proceso de decantación de las influencias, ni de una lectura del pasado que hace resurgir una serie de valores que se adaptan al momento presente, ni una innovación técnica ni la adaptación de unos sonidos de “vanguardia” a las conocidas formas pop, tampoco es un proceso de concrescencia en el que aparece una entidad de aquello que estaba conectado y relacionado, algo que se conoce de un modo retrospectivo. O sí, pero presentes de un modo subyacente en el cual no se nos presenta la solución alcanzada, perfecta y consciente sino de un modo sugerido, incompleto pero persuasivo en su lógica. No se trata de una novedad y uno lo sabe. Como en un anuncio, la vida convertida en una concatenación de intensidades y placeres sensuales, la perpetuación (¿la incapacidad de conclusión?) de este ciclo como proyecto vital, las dudas experimentadas y las reafirmaciones surgidas de las crisis, el uso de elementos visuales geométricos para usar la abstracción como la incitación a un mundo por conocer, la organización y diseño del espacio, sobrio, minimalista pero humano, tan Perfume como sala de exposiciones de una galería de arte moderno, la visualización de ansiedades y ensoñaciones (incrementos de la intensidad visual que hacen desvanecerse el mundo a su alrededor, representaciones futuristas, deseos de contacto, multiplicación de la experiencia que se tiene de uno mismo con aquello que se ha vivido, lo que se hace y lo que se sueña así como de las máscaras e imágenes exteriores que se presentan a la mirada ajena como módelos de interioridad, deseo de contacto y pertenencia, un quebradizo estado de exposición emocional, tierno y efímero a la vez que continuo, el uso del inglés tanto como elemento “nuevo” e “internacional” como para puntuar su consumismo además de crear una sensación artificial de sofisticación, la moda como motor de esa adicción a la novedad, la propia cantante que viene ya de otras experiencias anteriores en el mundo discográfico, las escenas como caja de resonancia que pueden evocar desde el PV de “Umbrella” de Rihanna a una mujer china filmada en la azotea de un rascacielos en una película de Jia Zhang-ke, la electrónica como reordenación de lo que era de un modo “natural” el ser humano, la plasticidad y untuosidad de unos elementos sonoros que se nos presentan cincelados en el espacio de la escucha, emotivos a la vez que irreales son sus timbres en su minucioso trabajo de producción, la pulsación de las cuerdas que sucede al final de “Bye Now”, sin presentación previa en la canción, adictivo y conocido a la vez que lleno de resonancia y apuntando a una resolución que no llegará dentro de la duración de la canción, siempre la intuición de algo por llegar y la esperanza de una liberación al alcanzarlo. En parte es eso, pero la reiteración de las señales no produce una mejor comunicación del lenguaje, ni siquiera que este nos pueda resultar interesante. Mi motivo de fascinación no es que un producto mainstream en el cual se han aplicado excelentes profesionales, por alguna razón cuaje en algo concreto, evidente pero capaz de seducir; es el hecho de que reconociéndome una serie de referencias, criterios estéticos, experiencias y afinidades que he aprendido a valorar con trabajo y esfuerzo, perdiéndome su vigencia y momento para apreciarlas una vez que han cesado, de un modo retrospectivo me haga querer desear haber sido la persona que quiero ser en el momento de nuestro primer encuentro, vivir en continuidad y plenitud aquellos fragmentos dispersos en los que hemos llegado a reconocernos. ¿Cuál es el mecanismo que produce esto? ¿Sus desencadenantes? ¿Cómo una serie de elementos plásticos, sonoros llegan a crear este tipo de ilusión? Sobre este asunto, claro, no tengo ni puta idea.
Con motivo de la aparición de una versión abreviada del nuevo PV de ICONIQ “Tokyo Lady” volvemos a intentar capturar aquello que nos fascina, más que de su disco, de su DVD accesorio: la firmeza que se tiene en saber que aquello que se nos ofrece en sus múltiples vertientes es algo ya conocido y experimentado pero que de manera paradójica uno asocia con la sensación de novedad. No se trata de un proceso de decantación de las influencias, ni de una lectura del pasado que hace resurgir una serie de valores que se adaptan al momento presente, ni una innovación técnica ni la adaptación de unos sonidos de “vanguardia” a las conocidas formas pop, tampoco es un proceso de concrescencia en el que aparece una entidad de aquello que estaba conectado y relacionado, algo que se conoce de un modo retrospectivo. O sí, pero presentes de un modo subyacente en el cual no se nos presenta la solución alcanzada, perfecta y consciente sino de un modo sugerido, incompleto pero persuasivo en su lógica. No se trata de una novedad y uno lo sabe. Como en un anuncio, la vida convertida en una concatenación de intensidades y placeres sensuales, la perpetuación (¿la incapacidad de conclusión?) de este ciclo como proyecto vital, las dudas experimentadas y las reafirmaciones surgidas de las crisis, el uso de elementos visuales geométricos para usar la abstracción como la incitación a un mundo por conocer, la organización y diseño del espacio, sobrio, minimalista pero humano, tan Perfume como sala de exposiciones de una galería de arte moderno, la visualización de ansiedades y ensoñaciones (incrementos de la intensidad visual que hacen desvanecerse el mundo a su alrededor, representaciones futuristas, deseos de contacto, multiplicación de la experiencia que se tiene de uno mismo con aquello que se ha vivido, lo que se hace y lo que se sueña así como de las máscaras e imágenes exteriores que se presentan a la mirada ajena como módelos de interioridad, deseo de contacto y pertenencia, un quebradizo estado de exposición emocional, tierno y efímero a la vez que continuo, el uso del inglés tanto como elemento “nuevo” e “internacional” como para puntuar su consumismo además de crear una sensación artificial de sofisticación, la moda como motor de esa adicción a la novedad, la propia cantante que viene ya de otras experiencias anteriores en el mundo discográfico, las escenas como caja de resonancia que pueden evocar desde el PV de “Umbrella” de Rihanna a una mujer china filmada en la azotea de un rascacielos en una película de Jia Zhang-ke, la electrónica como reordenación de lo que era de un modo “natural” el ser humano, la plasticidad y untuosidad de unos elementos sonoros que se nos presentan cincelados en el espacio de la escucha, emotivos a la vez que irreales son sus timbres en su minucioso trabajo de producción, la pulsación de las cuerdas que sucede al final de “Bye Now”, sin presentación previa en la canción, adictivo y conocido a la vez que lleno de resonancia y apuntando a una resolución que no llegará dentro de la duración de la canción, siempre la intuición de algo por llegar y la esperanza de una liberación al alcanzarlo. En parte es eso, pero la reiteración de las señales no produce una mejor comunicación del lenguaje, ni siquiera que este nos pueda resultar interesante. Mi motivo de fascinación no es que un producto mainstream en el cual se han aplicado excelentes profesionales, por alguna razón cuaje en algo concreto, evidente pero capaz de seducir; es el hecho de que reconociéndome una serie de referencias, criterios estéticos, experiencias y afinidades que he aprendido a valorar con trabajo y esfuerzo, perdiéndome su vigencia y momento para apreciarlas una vez que han cesado, de un modo retrospectivo me haga querer desear haber sido la persona que quiero ser en el momento de nuestro primer encuentro, vivir en continuidad y plenitud aquellos fragmentos dispersos en los que hemos llegado a reconocernos. ¿Cuál es el mecanismo que produce esto? ¿Sus desencadenantes? ¿Cómo una serie de elementos plásticos, sonoros llegan a crear este tipo de ilusión? Sobre este asunto, claro, no tengo ni puta idea.
2010/08/05 | Publicado por anhh en 9:12 p. m.
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