Supongo que todo esto parte de un comentario en la crítica del mini de DJ Rashad en Resident Advisor donde alguien escribía la arquetípica respuesta de “yo soy de Chicago, y esto no es juke”. De repente uno revive toda una serie de tradiciones históricas, una serie de coleccionistas británicos descubren una música afroamericana que no goza de una popularidad generalizada en este momento en su país de origen y la vuelven a imaginar, designan y encumbran a los portadores de La Verdad de los misterios de dicho estilo y generan un visión crítica consensuada que puede tardar años o décadas en ser superada (si es que llega el caso) para mostrar un abanico de posibilidades y realidades más amplio que el permitido por dicho criterio de selección. En este caso, el comentario, suponemos por lo leído en Shook, se referirá a la poca o nula presencia de aquellos DJs o productores de juke que se han encargado de generar y alimentar popularmente sesiones, noches, bailes, los que han conseguido establecer una presencia discográfica habitual, los no-raros. Suponemos que si entráramos en el juego de tener que justificar esta visión parcial fomentada por un sello discográfico y algunos medios y figuras de referencia, como si todo aquello que conocemos no está compuesto de lo que otros han observado desde sus necesariamente parciales visiones periodistas, especialistas, eruditos, jefes de discográficas, DJs, bloggers, etc., sería por la afinidad sonora entre lo que uno puede escuchar en otras referencias de Planet Mu o en sellos como Hessle Audio y aquello que podemos escuchar en algunos momentos en estos temas.



Si pasamos del comentario a la crítica a la cual se refiere, esta no es particularmente dañina, no como en el caso, en el mismo lugar, de la que recibió el disco de DJ Nate, masacrado por ser el “poster boy” de determinados sectores aficionados a la música juke usando un argumento que podríamos describir como “todas las razones por la que esto no es ni funciona como un disco de techno (al menos como yo creo que deberían ser)”. Aunque supongo que no deberíamos ser tan injustos con aquellos que hacen reseñas. Los comentarios que se le ocurren a uno tampoco son particularmente brillantes: el Terry Riley de “You’re No Good” intercalándose con Baltimore beats, o la imagen de una hipotética planta de compostaje donde los detritos de los sonidos de las radios urbanas se deterioran bajo el sol, mezclándose sus fluidos, surgiendo nuevas e inestables combinaciones de materiales en formas amenazantes antes de desaparecer. En cualquier caso, por lo escuchado, los respectivos discos de DJ Nate y Rashad, de lo más estimulante que se puede escuchar ahora, una serie de ejercicios de estilo hiperespecíficos enérgicos y vivificantes, brutos sin tosquedad, por ahora sin las ínfulas que hacen tan soporíferas tantas cosas que se pueden englobar de un modo u otro en la esfera de los sonidos conectados con el dubstep. En cualquier caso, por continuar con la teoría conspiratoria en lugar de leer ese artículo en forma de capítulo de 120 páginas de Frederic Jameson del que me estoy escaqueando, el recopilatorio que debería mostrar más facetas y crear un sentido de “escena” “Bangs & Works Vol.1” se publica demasiado tarde para la mayoría de listas de fin de año.

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