El disco es una sucesión de temas que funcionan a modo de mesetas, todos de una duración más o menos parecida, que puede denotar las limitaciones del formato vinilo en el que se publicó anteriormente (aunque ahora hay más temas), comprendida en el intervalo entre los cinco y ocho minutos, similares en estructura e intenciones aunque diversos en la intensidad, aceleración y energía anfetamínica que despliegan en su ejecución como tandas de ejercicios. Aunque se encuentran todo grado de adornos y sutilezas en formas de introducciones, variaciones y codas, todo está orientado hacia el establecimiento de un patrón rítmico (la línea de bajo y el break), que se repite enfervorecido, como tratando de alcanzar un éxtasis que derrumbe la percepción habitual del paso del tiempo al cambiarnos la escala mediante una suma de infinitésimas variaciones en lugar de un flujo continuo. Tanto es así, que ya dentro de la escucha, los momentos de silencio y “calma” parecen ser absorbidos por el campo de gravedad del break (ausente). Y allí donde esta estructura, en toda su linealidad y encabezonamiento parece negar cualquier tipo de variación y desarrollo, el resto de los elementos, voces distorsionadas, colchones de sintetizador, otras líneas de bajo y nuevos breaks que perfilan el principal, dándole ángulos, aristas, geometría, cúmulos de eco recibidos del dub, filtrados, barridos de frecuencia que se mueven hacia lo agudo, perfiles de sonido que se interrumpen, instrumentos acústicos que igualmente mediante los efectos y la ecualización suenan concentrados, luminosos, algo irreales y demás objetos sonoros en colores siempre brillantes, que como en su arte visual, aparecen salpicados como pinceladas o como partículas proyectadas de un aerógrafo por el espacio de la mezcla, imponiéndose una constante persecución de la sensación, del momento en que va desde la experiencia a la percepción y de la percepción a la comprensión, la aprehensión del momento como ejercicio de separación, de distanciamiento respecto a uno mismo. Y en el continuo transitar entre los breaks depuradísimos (lo físico, lo sólido, la extensión y conciencia que se tiene del cuerpo de uno, lo aprendido como racional y natural como suma del trabajo invisible de una serie de procesos vitales e intelectuales sobre los cuales no se ejerce ningún intento de raciocinio) y el sabio uso de una paleta de frecuencias y elementos “emocionales” (lo etéreo, la interrupción, la desorientación y el deseo) que funcionan como polos opuestos que permiten la continua renovación de esta tensión. También su articulación. Y es un disco cuyo interés está en relación directa con el grado de fascinación que se tenga con esto último. Si uno lo encuentra aburrido o ya muy visto o alguien cree que sin ser novedoso o “rompedor”, las constantes vitales permanecen estables.

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