Curioso fenómeno cultural el de “Gossip Girl”. No sólo tiene una de las temporadas más largas de las series de televisión norteamericanas, va perdiendo seguidores a mansalva (comenzó la temporada alrededor de los 3’5 millones de espectadores y ahora está sobre los 1’1 millones), sus protagonistas son más conocidos por aparecer en la prensa rosa que por su trabajo, la cadena televisiva decide renovar la serie sin pegas algunas (de hecho va a lanzar un spin off) en plena recesión económica y recortes de gasto o Rolling Stone les dedica la portada, la sesión fotográfica la hace Terry Richardson y la portada es lo más “rock” que recuerda uno en dicha revista en muchos años. Por cierto, si Cuatro se decide a emitirla algún día, comprobarán lo pésimo del doblaje (imaginen las voces de una serie adolescente española cuando se hacen los “arriesgados” diciendo que se van a fumar unos porros, ahora extiéndanlo a lo largo de todo el capítulo). A mi en particular, el traducir “Gossip Girl” por “Reina Cotilla” (aunque no traducen el título de la serie en consonancia y nadie sabe que son el mismo personaje), consiguió que decidiera no verla (en unos 30 segundos, un record). Aunque admito que la serie para mi tocó techo a comienzos de la segunda temporada (escena de cierre con música de Santigold) y dejé de verla pocos episodios después, cuando comprobé que me había perdido la broma sobre Sarkozy.

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