Debates superados

Durante el fin de semana pasado, la filtración de “Prom Queen”, el adelanto de la reinvención rockera de Lil’ Wayne, se propagó a través de la red dejando a su paso un reguero de opiniones, nada sorprendentes, bastante previsibles, más o menos unánimes:



chabacano, casposo, soez, patético, ramplón, subgénero, mononeuronal, etc. y supongo que sería cuestión de buscar, pero no resultaría difícil encontrar a alguien en la red gritando desde su torreón que esta amalgama de rock duro chusco y autotune, este pedazo de mierda es la pieza más abyecta de la historia de la música grabada. Y claro, este tipo de olas de consenso (esas voces que se juntan para ver quien suelta la burrada más grande) siempre nos resultan fascinantes. Y claro, al escuchar el tema en cuestión nos sentimos decepcionados: ni nos reíamos a carcajadas ni nos derretíamos de placer, tampoco nos resulta un ruido horrible insoportable o una bobada vacía. En realidad, hasta creemos que nos gusta escucharla como cualquier otra cosa.

Buscar posibles “haters” sería una tarea infructuosa, hay demasiados. Aceptar que es un bombazo seguro en unas semanas de “slow news”, es sólo admitir el punto de partida. Buscar una conflictividad entre los oyentes del mundo del rock y los del hip-hop puede tener algo de verdad, pero en la práctica muchos de los comentarios proceden de gente que simultanea ambos tipos de escuchas sin problema alguno. Ver como mucha gente dedica el tiempo libre a afilar sus cuchillos y tener la razón en una discusión en el ciberespacio es una realidad cotidiana. Nos interesan principalmente las lecturas y los argumentos que nos dan para establecer esa superioridad de su “razón”. ¿Cuál es la razón de este caprichoso cambio de opinión? No creemos que nada cambiase en la sensibilidad artística de Wayne. Sigue siendo el mismo artista que se pasaba los días drogado, cuyas líneas se convierte en un goteo monótono de sílabas que en ocasiones pueden formar palabras, cuyos temas suelen girar en diatribas pro/anti coño, metáforas digestivas, referencias a otros flujos corporales o cuyo mayor éxito crítico y comercial dedica bastante espacio a hablar del flujo menstrual, aquel que convierte su voz rota, quebrada, rasposa, fumada e histérica en un espantajo gracias al autotune, el mismo artista que fue admirado por su diarrea creativa en forma de cientos de lanzamientos y colaboraciones en temas diseminados por mixtapes, llenos de temas acuosos, viscosos, blandos, llenos de tropezones o que pasaban en un momentito. ¿Cuál es el problema de que alguien que ha crecido en uno de los peores guetos de Norteamérica le gusté un rock simplón que apenas sirve para descargar las frustraciones diarias? Y tal vez también digno de mención ¿por qué debería querer hacer otra cosa?

Quizá un ejercicio más saludable resultaría imaginar que hubiera sucedido si la propuesta hubiera sido “aceptada” por la crítica (seguro que vende discos). ¿Cuáles son las referencias, las influencias que uno hubiera podido imaginar? ¿Hendrix/Lee/Stone? ¿Hazel/Isley/Prince? ¿Vernon Reid/Black Rock Coalition? ¿Body Count/Cypress Hill? ¿Qué debería haber hecho para mejorar su recepción? ¿Revivir la tradición, plegarse al sonido del rock (indie) actual? ¿Lil’ Wayne haciendo su “Pet Sounds” particular?

Si admitimos que la sensibilidad es la misma ¿qué hace que en un género determinado sea aceptable mientras en otro no? ¿Qué nos dice la posibilidad de una recepción crítica donde aquello que es aceptable y elogiable en el mundo del hip-hop es zafiedad y descrédito en el del rock? Posiblemente, que existen distintos juegos de reglas en la valoración crítica y que uno se pone un traje u otro dependiendo de la ocasión. Nunca combina ni mezcla.

Lo que a uno le resulta interesante de estas combinaciones (otro ejemplo que viene a la memoria es el Lil Jon en sus producciones) es la atención que se presta a determinados elementos musicales que no son centrales en el mundo del hip-hop. Por ejemplo, aquí como el tratamiento de la voz cumple una función parecida a la que produce la textura del sonido de la guitarra, algo con lo que moverse, sobre lo que dejarse llevar. No resultaría difícil argumentar que hace rock de manera “equivocada”. Los solos, el sonido debería “expresar” la personalidad, los sentimientos, la inteligencia del compositor/grupo.

Hay algo más. Todd Burns colgaba esta cita de Ben Ratliff en su blog hace no mucho:

“There is a certain midlevel meat-and-potatoes death metal that resists ’serious consideration’ outside of specialist quarters because … because … because so much of it sounds alike. It’s not bad that it sounds alike; it strengthens a tradition. But writing about it for a general audience is really hard work.” Y tal vez sería conveniente recorder el comentario de Joe Carducci sobre como la prensa musical sistemáticamente ignoraba y excluía tanto de la “actualidad informativa” como de la historia, aquellos géneros musicales dentro del rock más “bárbaros” (garage, hard rock, metal, surf, hardcore, etc.) para alabar aquellos más “artísticos” o “elevados”. De hecho, en el propio metal ya sucede algo parecido con grupos como Sunn O))) y similares siendo tomados en “serio” por revistas como The Wire. Un querer alejarse de la tosquedad del público original, o aquel público que se cree es el original, hacia el refinamiento, la interioridad, la exquisitez. Y aunque este tipo de lectura, digamos “concéntrica” en el sentido en el cual la música se convierte en un vehículo o un medio para articular la complejidad y la profundidad emocional, también se encuentra presenta en el hip-hop ya sea en forma de raros, hippies o burgueses, la lectura “excéntrica” (en el sentido en el que uno se convierte en el observador de aquello que sucede o se le cuenta, la CNN del barrio) es algo también aceptado como básico. Así que sin generalizar, se podría tratar de distintos tipos de proyección, interna y externa, con distintos dogmas y prácticas asociadas.



O al menos eso es lo que pienso cuando veo grupos de rock “sensible” como estos cantando de manera “romántica”, “emocionante”, “profunda” al irse de putas. Además la canción es todo un catálogo de la relación de dominación sujeto-objeto: la imagen de una actriz, la música de un cantante de country, el cigarrillo de determinada marca, etc. Y todos ellos como receptáculos de una mirada que quiere “descubrir los secretos del mundo”. La ternura y la emoción que vuelven a uno al recordar las sensaciones de la adolescencia, las ganas de experimentar y tener nuevas sensaciones. Como quemar mendigos en cajeros, patear en la cabeza a inmigrantes, ser incapaz de comunicarte más allá de generalidades con tu familia o conocidos, emborracharte o drogarte para no tener que soportarte a ti o a la mierda de los problemas que aparecen en tu vida o desentenderte de un embarazo adolescente. Minucias intrascendentes comparadas con el subidón que provoca un buen guitarrazo o un estribillo memorable.

1 comentarios:

anhh dijo...

Un día debería de dejar de publicar andamios.

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