En ese pequeño fragmento de programación cuya función es enlazar entre inmensos bloques de publicidad de “Las Mañanas de Cuatro” que sirve como “tertulia política”, “surgió” el tema de la última película de Jaime Rosales “Tiro en la cabeza”, esa que todas las notas de agencias de noticias hacen acompañar en el titular por la palabra “polémica”. Emiten un fragmento (el del “tiro en la cabeza”, ¿cuál podría ser si no?), hablan sobre las peculiaridades del rodaje (algo así como rodada con teleobjetivo, sin diálogos) y explicitan cual es la materia de la polémica: la recreación de la vida corriente y moliente de un etarra que termina matando a dos guardias civiles durante ese periodo. Incluyen un fragmento de la rueda de prensa del director donde en un lenguaje ampuloso y seguramente pedante, habla sobre la necesidad de entender al otro para terminar “el conflicto”, entre otras cosas.

Un periodista de izquierdas no ha visto la película. Dice que ha leído la crítica que hacen en El País donde la ponen a caer de un burro. Finiquitada, vuelve su atención de nuevo hacia los temas políticos, las cosas que considerará serias. Otro periodista de izquierdas que tampoco ha visto la película toma la palabra pero este se siente completamente ofendido. No se puede humanizar a los terroristas porque no son humanos. Pueden hacer cosas como nosotros, tomar vinos, salir, comprar, pero esa es la única coincidencia porque se han situado fuera de la sociedad, etc. Decido que apretar el botón de apagado del mando a distancia es algo que necesito hacer con urgencia. No he visto ninguna película de Jaime Rosales, sus palabras puestas sobre el papel (Cahiers publicó una entrevista con reflexiones suyas) realmente no me interesan, quizás no me interese ver o defender esta película, pero creo que ya está haciendo algo al haber sido rodada: mostrar las preconcepciones sobre lo que se puede y debe representar, cuál es la función del cine, cuál es el papel del arte en el mundo contemporáneo, la existencia de otros discursos fuera de los esquemáticos y establecidos como “aceptables”. Leo la crítica de El País y las cosas aún quedan más claras: el crítico espera que la película le cuente algo, la película (y su director) no quieren contarle algo, el crítico decide que la película es un horror porque no funciona según un tipo de narración pero no se plantea que se deba valorar de un modo distinto alguien que no se adhiera a ese tipo de discurso. El cine ha de ser entretenimiento. El cine ha de ser narrativo de una manera novelesca o no será. Querer mostrar según que cosas (“humanizar a los terroristas”) es obsceno y aberrante. Ya me conozco ese discurso sobre Nosotros (la sociedad) y el Otro (aquel que no pertenece a ella y no puede ser considerado como digno de ser comparado con los que hay dentro de ella). Todo criminal, sexual o no, pasa de ser ese que el día de su arresto era “una persona normal” según los vecinos y gente que trabaja en el sector servicios en la zona donde este vivía, para convertirse con el paso de los días en un “monstruo”, lleno de traumas mentales, complejos, ideas malignas, que van erosionando esa imagen de humanidad. Pero esta conclusión es una simple tautología, el proceso del sistema funcionando. Cuando uno se pregunta que se podía haber hecho o que se debería hacer para prever estos casos, sólo queda el recurso de alzar los hombros “nadie sabe lo que puede pasar por sus cabezas”. Son Otros, no pertenecen a la sociedad. En un artículo que Badiou escribió en la primera gran polémica que se desató en Francia sobre el uso del velo islámico, proponía una solución obviamente polémica (si la hija es la víctima de la opresión de la sociedad machista representa en la figura del padre o el hermano por qué es esta la que es castigada, expulsada, puesta en prisión en lugar de ser el hermano o el padre los encarcelados) e irrealizable pero de tal claridad sobre el despropósito de la solución, las posturas defendidas y el debate planteado, sobre como en el fondo estas polémicas son el sonido de “estamos haciendo algo para resolver los problemas” cuando en realidad no queremos tocarlos ni acercarnos a ellos ni siquiera planteárnoslos ya que no nos resultarían propicios, etc.

También mi postura me resulta un poco extraña. El número para este cuatrimestre de CinemaScope ya está disponible en su web, y estos días he estado viendo de manera seguida muchas de las películas de la lista de cine invisible de cierta franquicia de revista francesa prestigiosa publicó hace unos meses. Y de hecho estoy comenzando a leer la revista, los números atrasados de otra manera, activa en lugar de pasiva, consultando las crónicas de festivales como avances de películas que deberán ser tratadas con mayor atención o extensión en el futuro, etc. Cine arrasado, post-cine, heredero de Godard, que huye del clasicismo por su aberrante lentitud y notable falta de tacto e inteligencia en la representación del holocausto nazi, sus condiciones de fermentación, etc. Cine que no quiere narrar lo visible (incluso cine que no considera que el cine deba ser imagen en movimiento o imagen), que narra lo que “no importa”, o que directamente se orienta hacia la estética de la no narratividad. Viendo películas desde Naomi Kawase a Wang Bing pasando por Claire Denis, y teniendo pendientes todavía cosas de Lisandro Alonso, Albert Serra y Jia Zhang-Ke que debería estar viendo esta tarde, puedo mostrar admiración, interesarme por los temas tratados, quedarme tocado (sólo en el caso de Kawase tras ver de un tirón tres de sus diarios íntimos) o reflexionar sobre sus propuestas, pero algo que me apareció de fondo es esa necesidad de fijar la seriedad de la propuesta estética por la gravedad de los temas tratados. Si Pedro Costa filma a Vanda, en la cama, en una chavola cuyas paredes tienen los colores más irreales que puedan imaginarse, tratando de taparse de frío mientras hace otra cosa, le da un ataque de tos que dura minutos y acaba vomitando sobre los edredones, que tiene que apartar para que el olor no impida que pueda conciliar el sueño, o Wang Bing graba más de 300 horas de vidas diarias de la desaparición de un barrio obrero chino, con demolición y expolio de las ruinas, así como aquellos que se quedan en protesta sin agua ni electricidad y con un invierno que dura seis meses por no querer el Estado otorgarles una vivienda donde puedan vivir las en muchos casos numerosas familias, lo puedo entender dentro de contexto y sentir admiración por mostrar una(s) realidad(es) que el cine convencional, los documentales de “investigación” o los noticiarios nos escamotean, aquello que consideran “Otro”, aquello que no es representado como dentro de la sociedad y por tanto digno de importancia. Pero en conjunto, cuando muchas películas sólo tratan de este tipo de temas, cuando las formas deberían fomentar el pensamiento pero parecen una forma de presentación de un tipo de cultura, algo parece rechinar en esta “representación” de la protesta, esta “espectacularización”. ¿Hasta que punto sólo sirven para hacernos insensibles a estas imágenes (o a estos temas sociales) con su acumulación? Y sí, hay cine que juega con esas convenciones y que te hacen preguntarte si lo que has visto es un timo o no (como Raya Martin), si esto puede ser cine. Pero no se. Lo más árido que he visto estos días han sido de una tacada las veintisiete versiones distintas de “Baby, baby, baby” de AKB48. Esta respuesta es una tontería. Buscando alguna descarga de “Cosmic Pulses” de Karlheinz Stockhausen me encuentro con un tipo que escribe en su blog, como las últimas obras del compositor no le han parecido, “duras” o “complejas” o algo así. Que él es muy macho y necesita experiencias más fuertes. En realidad pensando en lo que consiste “Cosmic Pulses” más de veinticuatro capas de sonidos girando por un sistema de altavoces (cada uno con su propia trayectoria) a lo largo del espacio donde se encuentra el público, o ese tipo es muy inteligente o no se ha enterado de nada de lo que realmente está pasando durante el concierto (y si no prueben ustedes a tratar de identificar veinticuatro señales sonoras distintas a la vez). Pero, no se, todo parece tan encantado consigo mismo, todo parece encajar tan bien, todo el mundo parece entender lo que se intenta, lo que se hace, lo que se expone, que resulta como ponerse otro traje de trabajo para acercarse a ellas. A decir verdad, después de tanto miserabilismo, tanto énfasis, tanta toma larga y tanta reflexión sobre el ser y el tiempo, que por desgracia se quedaba en eso, en quedarse uno aplastado por ello y sin capacidad de reacción alguna más allá de la depresión, tuve que desengrasar con esto,



que mezcla gore, pantsu, doramas, gravure idols, shonen mangas, guro, yakuzas, ninjas, sociedades en soledad que necesitan expresarse mediante la violencia, humor post-moderno, Honoka como madre malísima de su retoño que se dedica a matar a sus compañeros de clase por diversión y gilipollez y mal gusto a raudales (la escena donde la protagonista atraviesa la cabeza de una madre de uno de sus rivales, lo que hace que esta vomite sobre la cabeza de su hijo que acaba de descubrir estaba dentro la cena de esa noche). Es decir, ponerme otro traje. (”Deseando ver “Tokyo Gore Police)

Mi vecina de arriba escucha “Los 40 Principales”. Eso, los niños y el diferente ritmo de sexualidad (no es sólo que se escuche todo por las paredes, es que el dormitorio lo tienen encima del mío, ni a favor o en contra de uno u otro), me indica que se han ido las chicas del año pasado. En cualquier caso, estaba escuchando música mainstream de hace unos cuantos años. Alguna me gustaba, otra no. Seguramente ella pensará que a mi me gustan sólo productos de Disney, porque la única música que he escuchado con cierta consistencia últimamente es el disco de Demi Lovato. A decir verdad, sea una reflexión objetiva o subjetiva, de un tiempo a esta parte no encuentro el hilo de por donde se mueve la música. Quizás antes me interesaba por cosas tan microscópicas que siempre parecía estar pasando algo, pero no se, parece como si ya no tuviera que prestar atención a la actualidad, porque dentro de un par de meses, las cosas interesantes (las que se quedan en la cabeza de uno), quizás se puedan contar con los dedos de una mano.

Por ejemplo, esta mañana me desayuno con una entrada de Blissblog con las portadas de aquellos discos que está escuchando y me topo con esta mixtape. Después busco uno de los nombres y me encuentro con una entrada en otro blog que se supone leo, sobre un disco que se supone es el más esperado de la escena del UK Rap. Creo que puedo entender la clase de resortes que le llaman la atención al sr. Reynolds. Pero vamos, que ni enterarme de que venían o ya se había publicado. También están los discos mejor o peor distribuidos de Data 70 o Moon Wiring Club, que conozco por la generosidad de tener sus respectivas páginas con clips sonoros en MySpace, no por los formatos elegidos. No he escuchado todavía el nuevo de T.I., tampoco he escuchado el disco de High Places. Estoy tratando de reconstruir mi escuálida apreciación del año dentro del pop más o menos mainstream escuchando discos de Leslie Roy, Anna Ternheim o el nuevo de (la cristiana y cercana a Disney) Krystal Meyers (y los dos últimos en apariencia están bastante bien). Tengo que escuchar esto o aquello, se que realmente no marcará una diferencia más allá del marco predeterminado. El disco de Jah Cure, es en la práctica un refrito de sus sesiones de grabación en la cárcel con algunos temas nuevos, Busy Signal publica un nuevo disco este año, pero ya lo han puesto a parir. Decidí mis temas favoritos de este año durante el verano, aunque creo que más allá de lo personal, de representar como me siento este año, de no poder sacármelos de la cabeza por esa razón, son decepcionantes. ¿Hace cuanto tiempo que no escucho un lanzamiento nuevo de dubstep? Tengo temas nuevos de Ramadanman, pero parecen meses desde que escuché con atención alguna referencia. Aunque en la práctica, esa es mi realidad. Pero también hay una visibilidad cada vez más evidente de un cambio de camisa en el gusto de la crítica que se está reorientando hacia la escena “funky”. Kode 9 por allí, primers en según que medios, la famosa sesión de Marcus Nasty. ¿Debería escuchar el nuevo de TV On The Radio? ¿Y profundizar, no habiendo escuchado ninguno de los anteriores?

Oh, ahora que lo pienso. Todo el tema de los primeros párrafos, ese ver la “escena desde dentro”, con todas sus taras y virtudes, ¿no es precisamente lo que estoy tratando de evitar dentro de mi consumo de música (eso que llaman un consumidor post-moderno, que mezcla clásica, industrial, soca, música étnica, indie y baladas marineras francesas sin pestañear, como una lista de reproducción cualquiera en un reproductor de MP3s con una memoria demasiado grande para llenar)? ¿Qué escuchan ahora la gente del rock underground (ya saben esa constelación de música rock improvisada, ruidismo, collages, etc. que se publica en tiradas limitadísimas con formaciones siempre nuevas e inestables). Estos tipos industrialesson recibidos con salvas de aplausos. ¿Por qué siempre se habla sobre el machismo, la violencia, la homofobia rampante en las músicas de emigrantes, de países del tercer mundo desde la posturita cómoda de un primer mundo “civilizado” y no se denuncia la “denuncia” que de estos temas se hacen en la música industrial? Uno de los tipos que publica Woofah, seguidor obsesivo de la escena industrial durante muchos años y que ahora está limpiando todos esos fanzines y ediciones raras en lotes que se venden por 10 libras en Ebay, escribió una entrada en la que comentaba la cantidad de veces que después de una fiesta, o en conversaciones largas con gente, estos habían terminado confesando que habían sido víctimas de una violación, algo que era el equivalente a la pasta y el arroz en las comidas de un estudiante universitario, algo que no te hacía ni pestañear y las aberraciones, la total falta de tacto, la complicidad que se hacía con la metáfora, para tratar de reflejar después algunas de las canciones de la gente que sí había sufrido esa experiencia dentro del mundo (mayoritariamente masculino) del industrial, que ofrecían esa realidad no como producto de la imaginación y visión del exceso, sino como testimonio. Whatever. Aburridos del demonio son estos tipos.



También ponen bien al grupo paralelo de estos. Esta es su versión digamos, que pace en los campos abiertos por gente como Animal Collective (visión primitivista, idealizada, mística de la relación del hombre con la naturaleza)(¿O son más Dodos?). Aburridos de la muerte. Siempre digo que todo es una mierda en la primera escucha. Quizá debería estar escuchando “Solar Bridge” de Emeralds. O Lucky Dragons. O algo así.

The Guardian tiene una sección dedicada a poner a parir lo que se dice en las revistas músicales. ¿Qué harán los blogs ahora? (Incluido el propio, por supuesto). El video de Silverlink con Jammer, donde la influencia del soca y el dancehall se hace estética en las propias imágenes, además de en lo sonoro.


Silverlink ft Jammer and Badness - The Message is Love
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Creo que me apetece escuchar las cajas recopilatorias de The Blue Notes y Chris McGregor, ya saben esa gente, refugiados políticos del apartheid, casi todos negros menos McGregor, blanco y “líder” del grupo, en un doble gueto: el de la negritud en Reino Unido durante los sesenta y los setenta, y la escena de la música improvisada frente al rock y el pop (McGregor tenía que sobrevivir tocando el piano en discos de estrellas de segundo o tercer nivel como Nick Drake), ya que era una obsesión la que tenían esa de hacer música que fuera “free”. (Aunque también participaron en discos de esos festivos que después reeditan la gente de Honest Jons). Oh bueno, me apetece más que pensar que el single de adelanto de Krystal Meyers se parece a cierto single de Kate Perry (¿el sexo existía antes de ella, no?).



Perdón por haberles molestado, con estas tonterías y estas derivas. Debería estar viendo “Honor de Cavallería”. No se preocupen, yo también encuentro consuelo en las certidumbres de la vida. Como que Aly & Aj tenían que publicar un vblog como este sobre lo que hicieron para celebrar el cumpleaños de su padre.



Curiosamente, escuchando el disco de otra chica de estas, creyentes en Dios y que publican en sellos afines a Disney, Jordan Pruitt (disco que no me parece un buen disco pero del que sigo canturreando seis ocho canciones no habiéndolas escuchado en casi un mes), me preguntaba si esa atracción por esas canciones, de un perfil tan bajo, tan relajadas, tan fuera de tensión, de relaciones incondicionales (como las de la familia), me fascinaban por su domesticidad, por su aspiración a un mundo más tranquilo en el que uno puede ser feliz. No tanto por la intencionalidad de la chica, que son sus ideas y sus aspiraciones y hace bien en plasmarlas con tanto gusto, sino por la sensación de que sigo aspirando a esa fantasía de “domesticidad”, como un deseo que uno nunca pudiera extinguir.

1 comentarios:

Ana Saturno dijo...

Quería ponerte un comentario desde que leí esta entrada, y al final veo que se me pasan los días y no lo he hecho. En realidad sólo quería decirte que me gustó mucho leerla, me gustó la manera en que ibas explicando tus razonamientos y también la naturalidad con que muchos de ellos se enlazaban con sentimientos.

Sé que hace unos meses leí una entrada de tu blog que me hizo pensar lo mismo y no llegué a comentártelo, así que esta vez no quería que me volviera a pasar.

Saludos

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