(Bosquejo de una entrada que no escribiré)

Implantada como canal televisivo a nivel nacional, quintuplicando en audiencia en un par de meses a cadenas que se dicen de sí que defienden la libertad mientras emiten documentales pro-vida sin rigor informativo alguno (cámara oculta con gente sin identificar) donde la opinión se transforma en verdad y se nos dice que no se debe reformar la ley del aborto citando casos bárbaros (se supone que vemos un aborto de un feto de cinco meses), deformaciones de ley, la defensa por un gobierno de izquierdas de los intereses millonarios de las clínicas abortistas y la necesidad de que las mujeres sean informadas (según ellos que van a cometer un asesinato contra una persona indefensa), que llevan años en funcionamiento e implantando sus mecanismos de funcionamiento convirtiendo su franquicia local “Cambio de clase” en una cantera para posibles estrellas del pop (1, 2), tratemos de ver que nos ofrece Disney a través de sus propuestas.




Al regresar de vacaciones y tratar de ponerme al día leyendo según que medios especializados en el tema, la campaña a favor de esta chica (Savannah Outen), como una lucha contra el sistema, siendo una artista sin contrato y llegar a lo alto de la lista de Radio Disney gracias al voto democrático del público me resultó tan avasalladora, tan descarnada e interesada comercialmente como para escribir sobre ella.

Dividamos esto en dos aspectos:

El poder democrático del voto. De acuerdo que los votantes de Radio Disney (como los de Los 40 Principales y otras emisoras por el estilo) son libres para votar lo que se les ofrece por parte de la emisora (y en segundo plano por las compañías de discos). Y también es cierto que cuando un producto no se adecua a aquello que anticipan encajan con los gustos que les han inculcado son muy capaces de hacer que artistas mainstream (adultos o no) se queden fuera de las listas de emisión de la cadena (a veces condenando al fracaso a artistas infantiles cuyo plan de marketing se resumía en entrar en las emisoras). Ahora bien, hay que analizar cual es el motivo de la lucha, cual es la diferencia que se propone que demuestre el valor de la acción: la idea de conseguir que alguien que está fuera de la industria consiga un número uno y su sueño de vivir de la música.

Carezco de información o no la he buscado, pero que alguien no tenga un “contrato” en la actualidad no significa gran cosa. Pongamos dos ejemplos de artistas que graban para Hollywood Records (la compañía que publica a los artistas made in Disney): Jordan Pruitt y Marie Digby.

Marie Digby se hizo muy popular como estrella en Youtube, donde sus interpretaciones “personales”, acústicas, rodadas en toma única de canciones populares en ese momento o no la convirtieron en el prototipo de artista de “verdad” frente a “los artistas que necesitan a los productores para sonar bien”. La polémica saltó cuando se descubrió que Digby, que en su perfil público admitía no tener contrato, en realidad lo tenía desde hace tiempo con Hollywood Records (de hecho había grabado algún tema en recopilatorios), y que el canal de YouTube era un ejercicio de marketing para generar atención a través de las nuevas redes sociales.

Jordan Pruitt no mintió sobre si tenía o no un contrato. Su caso es diferente. Jordan era miembro de un coro religioso que giraba con cierta frecuencia y donde le sacaban partido escénico. Un productor se fijó en ella y le ofreció un tipo de contrato distinto: ella graba, ensaya, compone y se prepara como estrella en la agencia o la compañía de este productor y después si se consigue un contrato, obviamente, un alto porcentaje del dinero irán a este “inversor” además de que su material posiblemente genere derechos de autor al ir dentro del disco.

El caso de Savannah bien puede ser una suma de ambos. Su videoclip no es precisamente barato (y resultaría raro que Disney se lo pagara sin razón alguna), sus maneras sonoras están destiladas en estudio así como sus rasgos de composición. Si uno visita su canal de Youtube, vemos que el material seleccionado en la mayoría de los casos son versiones de canciones que son populares dentro de la propia Radio Disney. Como suponemos que las compañías son torpes pero no estúpidas, el admitir que no tiene un contrato (tras el escándalo mediático de Marie Digby), significa eso: que no ha firmado todavía ningún contrato, no que no esté dentro de la industria. Claro que está dentro, la elección de material, la diferencia de que no hay ninguna diferencia, habla claro de que esta es la estrategia de marketing (ya sea para forjarse un público (y poder negociar a la alta su contrato), ya sea como lanzamiento público).

Así que en la práctica, el “éxito” sirve como refuerzo de que el sistema funciona, que es válido, que todos formamos parte de él y somos importantes, en cierto modo, gracias a ello. Es algo que está implícito en el segundo aspecto: la canción misma.

Este es el tipo de canción, de estribillo poderoso que destaca melancólico y emotivo sobre un desarrollo uniforme, era la típica que a uno durante la adolescencia le hacía sentir una alegría extasiada si se encontraba con amigos o gente querida o una tristeza brutal, la palpable sensación de ausencia de algo o alguien en tu vida, cuando estabas solo. Hace unos años alguien trató de explicar el éxito que tuvo una canción de Natasha Bedingfield en EE.UU. y lo encontraron en el hecho de que la canción fue la que se usó en casi todos los actos de graduación de final de curso, colegio, instituto, universidad. Este tipo de actos celebra la individualidad de uno, la potencialidad, el futuro por delante que uno se ha labrado con su educación y trabajo, mediante la puesta en escena de una comunidad que reconoce este hecho porque está presente por un familiar, conocido o amigo. Así que la individualidad, la emoción surge de estar uno dentro de la comunidad. Y es precisamente este tipo de composición en su función ¿teleológica?, lo que transmite. Es decir, justo lo mismo, pero a otro nivel de discurso, que el aspecto anterior.

Está bien, los dos siguientes son esquemáticos.

Demi Lovato quiere ser rockera. Fijense en las siguientes portadas.



La canción me gusta mucho, aunque han sustituido la mención de “kiss me” por “hold me”, supongo que para no inquietar a las radios cristianas. Este plegarse le quita casi toda la subversión que pudiera tener una artista que hace rock pero que no puede funcionar como rock (la sonrisa, la elección de vestuario como moda y no como gesto de poder (subversivo o no), etc.), pero en modo alguno es un proceso nuevo.




Charlie Guillett en su “The Sound of the City” documenta algunos casos de cómo las letras de las canciones cambiaban desde las grabaciones por parte de artistas negros (enfocados a un público adulto que acudía a clubs nocturnos) a las más populares (por mera inversión y por funcionar dentro de lo establecido en el circuito) de los artistas blancos (dirigidas a un público adolescente que en ese momento histórico no tenía acceso a ese tipo de clubs) por miedo a las acusaciones de obscenidad. El artículo siguiente está ubicado en un sitio patético de internet, lo que no significa que no sea un texto que sea parte de la bibliografía que algunas universidades norteamericanas piden en sus cursos sobre música popular, y en lo básico trata de explicar como la música afroamericana con su religiosidad y su carnalidad, resultan paradójicas desde una perspectiva religiosa eurocéntrica donde existe la división alma/cuerpo, donde el segundo es un subproducto al que no se debe obedecer y lo que uno debe hacer es centrarse en los aspectos del alma para lograr la salvación. Esa diferencia no existe en muchas de las culturas religiosas que tenían los esclavos africanos que llegaron a las colonias. De hecho, en las ceremonias de vudú (es más complejo ya que este nombre sólo representa algunos aspectos y ceremonias) lo que se hace es ser poseído por los espíritus, ya que hombres y espíritus conviven al mismo tiempo sobre la tierra, así que estas “posesiones” son la liturgia de celebración. Esto lo pensé un día después de que me diera mucho el sol en la cabeza, pero a veces uno cree que la historia del rock consiste en imponer en el rock’n roll la división alma/cuerpo. Así que Demi es simplemente producto de ese proceso como lo somos el resto, aunque Demi también lo es del entorno (un montón de amigos que llevan anillos de pureza), así como supongo de sus propias creencias. Lo que me fascina es lo asimilado que tiene el proceso de que uno puede ser diferente (y pregonarlo) pero que debe adaptarse a los moldes establecidos si quiere hacer algo en la vida. Por ejemplo, Demi es fan del metal y dice que le encantaría poder grabar un disco y tocar en una banda (si nadie la conociera). Pero resulta que no es mera estrategia. Aunque su banda favorita es Paramore (que también son cristianos),va y cita que le encantó ir a un concierto de Dimmu Borgir. Podría decir que los he escuchado, pero el nombre me suena de haberlos visto en la portada de Terrorizer, así que yo soy el fake no ella, yo soy el que aparento saber de metal cuando no estoy dentro de la escena como ella.

Uno de los microculebrones del verano pasado fue el supuesto desvelamiento de unas fotos eróticas de Miley Cyrus, hechas para un ex. La descripción de la más explícita era algo así como: frontal, camiseta mojada que se transparenta, pezones, vulva, sin pelo. La foto obviamente nunca apareció como uno se imaginaba cuando el supuesto revelador de la verdad quería convertirse en un héroe por las amenazas que estaba recibiendo por parte de la compañía. De todas maneras, todo tipo de comentarios sobre su relación con Joe Jonas, fotos con colgantes con su nombre, etc. llenaron los espacios. La misma Miley, que al regresar a su canal de YouTube tras el castigo por el escándalo de las fotos de una revista donde enseñaba la espalda, ese canal que tiene con su “mejor amiga” Mandy (una de las bailarinas de su show que le saca unos cuantos años) se dedica a parodiar el canal de YouTube de Demi Lovato y Selena Gomez.

Esa misma chica, es la que según informativos televisivos y revistas, representaba una ruptura con lo anterior y un paso hacia la madurez. La escucha del disco es una experiencia fascinante por el mero hecho de tratar de reconocer cuales son los rasgos sonoros y compositivos que funcionan como símbolos de madurez y que representan socialmente. En lo básico el disco es así: aburrido (todas las canciones son del mismo palo), monotemático (de las 12 canciones, 10 hablan sobre su ex), continuo/homogéneo (todas las canciones están envueltas en guitarras con apariciones de algunas cuerdas esteticistas frente a sus grabaciones anteriores donde podía saltar de un tema de baile a uno pseudo new wave o uno country), previsible (en todo momento sabes lo que dirán las canciones), centrado, productivo, austero, etc. Vamos, apenas diferente al proceso que nos presentan gente como Nick Cave u otros rockeros cuando dicen que “evolucionan”. “Córtate el pelo, sienta la cabeza, búscate un trabajo, ten una familia, pide una hipoteca, compra una casa, trabaja, educa a tus hijos, sal a entretenerte viendo una película o una obra de teatro, continua haciendo esto hasta que te mueras”. Y todo ello sin que la potencialidad de Miley como intérprete salga perjudicada, pero completamente un movimiento estético de la compañía para evitar comparaciones con gente que se apellida Hilton, Conrad, Lohan o Spears. Hemos mencionado que había dos cortes diferentes. Uno de ellos es el remix de una de sus mejores canciones “See You Again”, una canción que fue un éxito sin ningún apoyo por parte de la compañía ni lanzamiento físico como single. Se supone que es un remix bailable, pero es este tipo de remix que se supone enfatiza unos valores “bailables” que uno ante el resultado, pulido, profesional y completamente uniformizante, no encuentra por ningún lado. Es el single en el Reino Unido.




La otra es esta artefacto con ínfulas ecológicas donde se pone de victima porque cree que la gente creerá que es una charlatana por ser tan joven aunque el peligro es real. Inolvidable:



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