Escribiendo una entrada sobre el nuevo libro de fotografías que Soul Jazz piensa publicar en octubre sobre la escena del dancehall jamaicano de los ochenta simplemente parecía que no llegaba a ningún lado (lo habitual por aquí) y escribía páginas y páginas que no tenían conexión alguna con la referencia inicial. En un momento determinado de ese marasmo usaba a Mississippi Records como ejemplo. En el número de este mes de The Wire, Steve Barker reseña dos de sus recopilatorios y termina una de las dos de este modo: “This is the kind of rare album that when encountered for the first time can change the way you listen to music forever”. Ese tipo de encuentro, acontecimiento y huella que puede dejar un recopilatorio, suele encontrarse entre lo emocional, la necesidad de encontrar conexiones entre temas que parecen surgir de lugares distantes, y lo comprometido, un esbozo bueno y urgente con las ideas claras puede crear una afición a un estilo musical para toda la vida que ni la caja más completa y minuciosa podrá hacer nunca, y que suele servir más como un punto de partida que como la última palabra en la materia. Y bueno, la idea de fondo es que aunque los lanzamientos de Soul Jazz no suelen llenar de contenido la cita de Steve Barker si han capitalizado ese sentimiento como estrategia comercial y hacen que uno esté pendiente de lo que puedan publicar a continuación como si fuera un deslumbramiento, ya que uno cree que su aparato teórico, su visión de la historia de la música de baile (que les permite saltar en el mundo de variaciones microscópicas de los sellos de reediciones especializados en géneros, de época a época y de continente a continente siendo esto no solo comprendido por sus seguidores sino aplaudido como voluntad de riesgo) se resiente un tanto cuando uno analiza el desarrollo histórico del sello al amparo de la escena acid jazz y rebufo de los rare grooves pasando por sus incursiones muy noventas en la música espiritual como algo exótico que visitar desde las grandes urbes pasando por los embajadores de la música jamaicana o ahora todo el rollo de la bass music.

Mississippi Records es un sello que resulta muy cool en estos momentos. El sello está ubicado en Montreal pero su origen está en una tienda especializada en discos de vinilo situada en Pórtland. No tienen página web. Las tiradas son de 1000 ejemplares. El precio por unidad es de 10$. Los lanzamientos van desde las bandas actuales semidesconocidas a música africana, tex-mex, tailandesa o blues que se puede retrotraer hasta principios del siglo pasado. Como su intención no es convertirse en un sello de culto sino hacer visibles y disponibles una serie de grabaciones, no tienen ningún problema en reeditar las referencias descatalogadas. En tiradas de otras mil unidades (aunque las reediciones no llevan el single de vinilo de regalo).

En la otra crítica en The Wire, dicen que la recopilación es “una delicia absoluta”. Pero los fans del sello no acaban en los niños y alguna niña de esta revista. En el último número de Arthur, Byron Coley y Thurston Moore también se rinden (“There’s been a whole ark-full of gospel comps the last few decades and Lord yes they are always welcome but just when you think the well is dryin’ up along comes this motherfucker of amanic backwoods backstreet romper”). Y en Vice, uno se encuentra con un artículo escrito por otro amante obsesivo de la música como es Jason Pierce derrochando elogios. Quizás después de haber leído todo esto, sientan nostalgia por los modos antiguos de entrar en contacto con la música. Esperar años y años hasta que una copia aparece delante de uno, se te acelera el corazón al contacto con la portada y te vas corriendo con el mundo convertido en una mancha borrosa más allá de un metro de ti. De no sentirse tan románticos ni analógicos, pueden probar con los cuatro siguientes. (1, 2, 3, 4)

0 comentarios:

Archivo del blog