Habla de sentimiento de culpa. Ya que no pienso escribir esa segunda parte de aquella entrada tan pedante que escribí hace algunos días ni me interesa lo más mínimo discutir acerca del tema, pero puede haber gente interesada al respecto, en lo básico era una explicación de la teoría en Adorno (toda la música pop es basura sin ambigüedades ni excepciones (eso es perder el tiempo tratando de buscar que es basura es “mejor”, porque se basa en fórmulas convencionales, porque apenas se diferencia una de otra y si nosotros lo hacemos es por una búsqueda fetichista admirando el timbre de la voz, el sonido de la grabación o cualquier otro elemento que no está contenida en la idea de obra de arte según la música clásica (la partitura como puerta de conocimiento a la auténtica dimensión de la música), porque está basada en la tonalidad y eso es algo que hay que dejar atrás como todo, ya que fue absorbido por el fascismo y ya no puede usarse sin volver a la vida ese espectro, la innovación musical es una vulgarización de recursos que se han explorado mejor en la tradición clásica, dentro del capitalismo la única dialéctica es la negativa, etc. ), tratar de borrar la idea de que “riot sounds produce riots”, esa fantasía corporal, masculina, burguesa, romántica sobre la revolución, la ruptura como gesto a alcanzar, no como el momento donde todo es posible, sino cuando se nota que los buenos “valen”, la idea de que el ruido despierta al público de su alienación, de su pasividad que en la práctica es un conjunto de conocedores, gente con un capital cultural, que hablan de “impacto sonoro”, “nuevos sonidos” que fingen que cambian el rumbo del mundo entre el viaje a su casa y una pasada al bar más cercano para hablar de la experiencia con el lenguaje de la estética que desarrollaron las clases burguesas hace algún par de siglos, la idea tan ansiada en el rock de una actuación tan agresiva que provocara la confrontación con el público (como Suicide, como los Futuristas italianos, como Daphne & Celeste) y sus buenos valores, es simplemente otra comodidad, tan asumida como deseada, codiciada e incorporada a los mecanismos de marketing, revolucionarios acoquinando para poder tener su revolución con barra, retretes funcionales, etc. No es que tuviera mucho más que decir, usar este artículo (páginas 72 a 77 del PDF) y tratar de hacer la traslación de los supuestos expuestos en el cine a la música pop actual, tratando de debatir cosas, combatir prejuicios, explorar contradicciones internas, buscar matices y gradaciones, aunque el texto al estar escrito a finales de los 60 obviamente no tiene en cuenta el post-modernismo. Whatever. Como si estuviera escribiendo un opus o algo por el estilo. Ya me pueden llamar contra-revolucionario, que estoy equivocado, que soy estúpido y no comprendo, esto o aquello. “But frankly I don’t even care”.

1 comentarios:

Ana Saturno dijo...

Justo al terminar de escribir un comentario en la entrada de hace unos días es cuando he leído ésta. La temporalidad es lo malo de internet.

No puedo abrir el pdf, me dice que está dañado, así que me temo que no podré tratar de entender lo que querías decir. De cualquier forma, si en algún momento te apetece volver a comentar algo sobre el tema, estaré a la escucha.

Saludos

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