La que dicen es una de las canciones del verano



y el que dicen (no se ve nada) es el videoclip de las Clique Girlz

Antes de esto...




mucha gente estaba hablando de esta mixtape...





no incluye la canción de este videoclip



El nuevo videoclip de esos tipos que rondan los treinta tacos y se hacen llamar "niños negros".


U-oh. Como está el reggaeton...






y esta también (pese a la letra y pillar de Debbie Deb y "When I Hear Music")...

link

¡300!



Trescientas entradas en cuatro meses. Habrá que ir pidiendo hora para el psiquiatra, el psicólogo y el psicoanalista.

En este post rebuscadísimamente de relleno, empezamos pensando en poner un link a una reseña escrita por Jace Clayton sobre este recopilatorio de hiplife (la unión del hip hop con el highlife de Ghana), pero resulta que el artículo sólo era para suscriptores en la web de Frieze (algo que no era ayer). Más info en los siguientes enlaces.
1 2
Podríamos poner los scans de una revista dedicados a las chicas de Perfume (total hasta sigo su programa de televisión), pero son minúsculos…



Así que dedicaremos la entrada a uno de los dúos musicales más vendedores en la historia de la música: Brooks & Dunn (según Allmusic superados por Simon & Garfunkel). Simplemente porque esta canción suena bien. Ya está, acabado el trámite.


Como cambia la manera de promocionar los discos indies…

(De todos modos no está tan lejos de las revistas dedicadas a música. Una muy sesuda a la que me suscribí hace no tanto, dedica la mitad de las páginas de sus artículos a fotografías de los entrevistados.)


Necesité descargar el videoclip en formato .mkv para poder leer lo que se habían inventado para la definición en el diccionario. Ya fuera de bromas, me quede muy, muy impresionado cuando descubrí que esta chica se había inventado las coreografías para dos de los bailes que se extendieron por Youtube estos últimos años (ambos de Nueva York): el tone wop para “Aunt Jackie” y la del “Chicken Noodle Soup”, además de la coreografía de este videoclip de Beyoncé. Y todo eso antes de la mayoría de edad o de haber publicado nada. U-oh.

Mientras esperamos de modo paciente que “The Carter 3” se filtre este fin de semana a internet (las copias promocionales ya están distribuidas): ¿Mejor que “Lollipop”?

Nuevo video de Elephant Man

Más beats y sintetizadores hechos añicos…

Elección difícil del día:

1. Cantante rubia de country



2. Cantante rubia de country
link
3. Cantante rubia que se pasa al country


Come On Over - Jessica Simpson

Entrevistas de archivo a Michael Rother y Klaus Dinger (Neu!) para The Wire.

Otro anuncio japonés con Hilary Duff cantando para vender el modelo de teléfono móvil exclusivo de Disney.

Leyendo las tonterías que dice Tricky ¿de verdad debemos esperar algo de su regreso?

Entertainment Weekly ha estado publicando durante esta semana una lista de las “100 Mejores Canciones del Verano”. Es una lista muy, muy, muy mainstream, y sinceramente me ha dejado un poco fuera de juego con las selecciones. Algunas parecen diversión de algún verano pasado, otras simplemente evocan mejores tiempos, la carretera, la playa, quién carajo se pone a Dylan para sentir el verano, etc. etc. Pensando en cosas geográficas, seguramente yo hubiera elegido canciones donde se nota más la pesadez de la atmósfera y el calor cerca del mar, básicamente porque crecí al lado de uno. Quizás sin la vista de este, las sensaciones son distintas, aunque los meses de verano que he estado por Granada, tampoco me dio por escuchar a los Beatles. Pero claro, he quedado descartado porque no nací ni me crié aquí. En fin, esta es la lista:

1 The Lovin’ Spoonful “Summer in the City”
2 The Beach Boys “California Girls”
3 Alice Cooper “School’s Out”
4 Martha and the Vandellas “Heat Wave”
5 The Drifters “Under the Boardwalk”
6 The Doors “Light My Fire”
7 Martha and the Vandellas “Dancing in the Street”
8 Madonna “Borderline”
9 Sly & the Family Stone “Hot Fun in the Summertime”
10 The Rolling Stones “Satisfaction”
11 Eddie Cochran “Summertime Blues”
12 The Hues Corporation “Rock the Boat”
13 Outkast “Hey Ya”
14 The Beach Boys “I Get Around”
15 Grand Master Flash & the Furious Five “The Message”
16 Mungo Jerry “In the Summertime”
17 Rod Stewart “Maggie May”
18 The Beatles “A Hard Day’s Night”
19 Gnarls Barkley “Crazy”
20 The Surfaris “Wipe Out”
21 The Beach Boys “Wouldn’t It Be Nice”
22 The Police “Every Breath You Take”
23 Tupac Shakur “California Love”
24 The Carpenters “Close to You”
25 Elton John and Kiki Dee “Don’t Go Breaking My Heart”
26 Bob Dylan “Like a Rolling Stone”
27 John Travolta and Olivia Newton-John “You’re the One that I Want”/ “Summer Nights”
Frankie Valli “Grease”
28 Steppenwolf “Born to be Wild”
29 Chubby Checker “The Twist”/ “Let’s Twist Again”
30 Sheryl Crow “All I Wanna Do”
31 Bananarama “Cruel Summer”
32 TLC “Waterfalls”
33 Rolling Stones “Miss You”
34 The Knack “My Sharona”
35 Aerosmith “I don’t want to miss a thing”
36 The Allman Brothers Band “Ramblin’ Man”
37 Ben E. King “Stand by Me”
38 Eric Burdon & War “Spill the Wine”
39 The Rascals “Groovin’”
40 Hugh Masakela “Granzing in the Grass”
41 Chic “Good Times”
42 Donovan “Sunshine Superman”
43 Booker T. & the MG’s “Green Onions”
44 Elvis Presley “Don’t Be Cruel”/”Hound Dog”
45 Sonny and Cher “I Got You Babe”
46 Paul McCartney “Live and Let Die”
47 Beyoncé & Jay Z “Crazy in Love”
48 Bill Haley & His Comets “Rock Around the Clock”
49 The Eagles “Take It Easy”
50 Bee Gees “You Should Be Dancing”
51 Peter Gabriel “Sledgehammer”
52 Gwen Stefani “Hollaback Girl”
53 The Box Tops “The Letter”
54 Elton John “Philadelphia Freedom”
55 Bryan Hyland “Sealed with a Kiss”
56 Santana ft. Rob Thomas “Smooth”
57 Looking Glass “Brandy (You’re a Fine Girl)”
58 The Beatles “All You Need Is Love”
59 Frankie Valli “Can’t Take my Eyes off You”
60 Rihanna “Umbrella”
61 Little Eva “The Loco-Motion”
62 Phil Phillips with the Twilights “Sea of Love”
63 The Supremes “Where Did Our Love Go”
64 Paul Simon “Kodachrome”
65 Elvin Bishop “Fooled Around and Fell in Love”
66 Sister Sledge “We Are Family”
67 Prince “Little Red Corvette”
68 Notorious Big “Mo Money, Mo Problems”
69 The Go-Go’s “Vacation”
70 Marvin Gaye “Let’s Get It On”
71 Procol Harum “A Whiter Shade of Pale”
72 The Righteous Brothers “Unchained Melody”
73 Maroon 5 “This Love”
74 Tina Turner “What’s Love got to do with it”
75 Rufus “Tell Me Something Good”
76 Human League “Don’t You Want Me”
77 Ricky Martin “Livin la Vida Loca”
78 Bachman-Turner Overdrive “Takin’ Care of Business”
79 Foreigner “Hot Blooded”
80 The Troggs “Wild Thing”
81 Nelly “Hot in Herre”
82 Red Hot Chili Peppers “Under the Bridge”
83 Justin Timberlake “My Love”
84 Scott McKenzie “San Francisco (Be sure to wear flowers in your hair)”
85 Don Henley “The End of Innocence”
86 DJ Jazzy Jeff & the Fresh Prince “Summertime”
87 Abba “Waterloo”
88 Stevie Wonder “My Cherie Amour”
89 The Village People “Macho Man”
90 Seal “Kiss from a Rose”
91 Coolio “Ganster’s Paradise”
92 The Jamies “Summertime, Summertime”
93 The Coasters “Yakety Yak”
94 Lipps Inc. “Funkytown”
95 Bruce Springsteen “Dancing in the Dark”
96 The Jackson 5 “The Love You Save”
97 Golden Earring “Radar Love”
98 Grand Funk Railroad “We’re an American Band”
99 Arrested Development “Tenesse”
100 Lisa Loeb “Stay (I Missed You)”

link


Ahora saquemos al rockero que llevo dentro: ni una canción jamaicana, ni una canción de música house, ni una canción de southern rap (eligen a Outkast pero eligen “Hey Ya”), ni creo que ninguna música de Nueva Orleáns. En fin, por no poner, no ponen ni esto dentro de lo rock:


Penoso. Si quieren dejar sugerencias de escucha, en los comentarios.

Dios… esto va a sonar maquiavélico. Quitan Fly Music para emitir Disney Channel en abierto.

El nuevo videoclip de Tickley Feather

Siendo como es el video tremendo, a veces preferiría escuchar la canción...

Tenía pensado dedicar una entrada con la lista de los discos y canciones de lo que llevamos de año. Como la anterior que hicimos (la de abril) fue como poco patética, pensé en ser más concienzudo y exhaustivo en la elaboración de esta. Así que durante días fui apuntando todo lo que me venía a la cabeza. La mayoría de las cerca de cuarenta canciones y más de veinte discos (la mayoría recopilatorios o de finales del año pasado) surgieron en las primeras horas. El criterio resultaba más o menos sencillo: todo aquel disco o canción que había escuchado con cierta regularidad y no se había consumido en el camino (algunas canciones del Hello Project funcionan de ese modo). Pero lo que comenzó a resultarme intrigante era cuando pasadas varias horas o un día, recordaba una referencia y con ello todos los pensamientos aparejados a las escuchas, claramente, como si hasta hace unos días no las hubiera olvidado como si nunca hubieran existido. ¿Eran casuales esos olvidos? En algunos casos sí, pero en otros, coincidía con cierta desilusión o ponerlos en cuarentena durante un periodo preventivo de tiempo. Extraño. No creo que ponga la lista, resulta demasiado reveladora e intensiva sobre mis gustos, está el factor sorpresa, además del hecho que hace unas horas he añadido alguna referencia más. Pero cualquiera de estas 12 podría llegar a un top 10. Mi disco favorito del año es el de Perfume y es algo que seguramente no cambiará. Es curioso como mis listas siempre parecen un paisaje después de la explosión:

Filly “Sweat (Drip Drop Song)”
Wiley “Wearing My Rolex”
Mr. V(irgo) “Hypnotiq”
Trim “The Low Dan”
Mavado “On the Rock”
The Juan McLean “Happy House (Lee Douglas remix)”
Kimura Kaela “Jasper”
The Mole “Baby You’re The One” (versión larga)
Skepta “Nokia Charger Wire”
Joker “Gullybrook Lane”
Lykke Li “Little Bit”
The Ting Tings “Great DJ”

A decir verdad, cuando uno lee como una exhibición fotográfica es cerrada por la policía por acusaciones de contener imágenes pornográficas de menores, el primer ministro diciendo que encuentra la exposición revulsiva, artistas defendiendo la libertad de creación, etc. uno no espera encontrarse con imágenes de este tipo.


La policía retiró 20 de las 41 imágenes. Algunas de estas se pueden observar censuradas en esta web de noticias australiana y el resto en la web de la galería. Tirando del Internet Archive, pueden consultar la obra a lo largo de la carrera del fotógrafo Bill Henson. Uno considera las imágenes pornográficas de menores como algo horrendo, que me produce físicamente arcadas y que merece ser castigado con todas las consecuencias por la ley. Aparte de no ver por ningún lado lo pornográfico en estas u otras imágenes más directas del artista, uno se pregunta por la mirada del censor. En este caso, siendo todas las imágenes muestras de adolescentes insatisfechos si se trata de ocultar el hecho de que estos tienen impulsos (y relaciones) sexuales. Si esta es su concepción del horror y después les sobresaltan como algo inconcebible el hecho de que las redadas arrojen material que van desde los bebés hasta estas edades. Me parecen dos temas completamente distintos (la sexualidad adolescente/infantil y la representación explicita de la genitalidad de los menores de edad) que hay que deslindar. Para más información sobre el artista o las reacciones despertadas pueden visitar los siguientes vínculos.

1 2 3 4 5 6 7

Ayer descubrí este proyectito que trata de reflejar cual es el coeficiente intelectual musical de los distintos países del mundo. Obvio resulta decir que es una memez y que no tiene ninguna validez ni base objetiva en sus resultados más allá de la bondad de sus participantes (que dicen ser de algún país en concreto y no representan todos los estratos de población por sexo, edad, estatus económico y social, etc. sino aquellos lectores de emusic que se enteraron de su existencia) y de cierto grado de estadística (si sólo dos personas en Togo participan y contestan bien todas las preguntas, Togo será el país más inteligente). Pero es que viendo el cuestionario en cuestión a uno le dan ganas de volver a las cavernas, si es que eso representa la inteligencia musical. Casi tan bueno como el reality que prepara la BBC con famosos que se convertirán en directores de orquesta. Este fue el ranking de los diez primeros:

1. Islandia
2. Japón
3. Irlanda
4. España
5. Gran Bretaña
6. Nueva Zelanda
7. Suecia
8. Estados Unidos
9. Francia
10. Canadá

Tan tonta, tan grande


Marion Raven - Falling Away
Cargado por abessolo

!

!!

!!!


Rachel Stevens - So Good
Cargado por Rachel-Stevens



(^ω^)


,


Wonder Girls - So Hot MV
Cargado por sunshinerain

.



VISION!

CREATION!

NEWSUN!

Lo prometido es duda, y tras tardar mucho tiempo en descargarlo, aquí tienen el vídeo de la gira de 1985 de SST. Son cinco bandas las que actúan (SWA, Saccharine Trust, Meat Puppets, Minutemen y Húsker Dü), respectivamente en ese orden, la calidad de imagen es esta:


si descargan todas las partes y crean una carpeta con el título “VIDEO_TS”, pueden grabarlo como un DVD, si solo les interesa partes de esto, los dos primeros grupos ocupan el grueso de la primera parte, los tres siguientes la segunda y el final del concierto del grupo de Bob Mould más una medley cacofónica de “Louie Louie” con todos los músicos en el escenario ocupa la tercera (más breve).

1,2,3 y resto.


Novedades del Hello! Project que nunca comenté:



¡Gaitas!


C-ute goes latin!


De los cuatro videoclips que Morning Musume realizó para promocionar “Resonant Blue” (algunos sólo disponibles en las distintas ediciones limitadas del single (algo que obviamente cuenta después en las listas de ventas)), creo que este es mi favorito, supongo que por el hecho de que está rodado en una época del año distinta a la fecha de publicación del single, así que las chicas llevan una ropa más ligera y están muertas de frío. No es tan sangrante como este videoclip(donde las escenas nocturnas se rodaron a unos 5º C), pero ayuda….


(Ya se que esto no tiene nada que ver pero, ¿debería haberle dedicado una entrada a Nana Tanimura? Al final son el tipo de cosas que recuerdo (o mejor dicho, me atormentan) del blog...)


Algo que ya nunca más podré hacer: ver por primera vez “La Maman et la Putain” de Jean Eustache.

(No era mi fuente, pero toda la película está colgada en Youtube, busquen en los archivos de este usuario)




Behind-The-Scenes "Leave It All To Me" Music Video
Cargado por dbcentral

Miranda Cosgrove, la chica que hacía de manager en la película “School of Rock” en el rodaje de su primer videoclip, el tema de apertura de la serie televisiva “iCarly” (que protagoniza).

Sí, yo también lo veo (cuarta canción).

Mu.

Quiero comprar esto, aunque no tenga mucho sentido si The Criterion Collection ya está saltando al mercado del Blu-ray.

Estamos en esto por el dinero.


Un disco muy cuco de library music.


¿Alguien ha escuchado ya el disco?





El nuevo video de Cut Copy.





Y el nuevo de Laura Marling.

Tenía una cita de un artículo sobre una película de Chantal Akerman, “Jeanne Dielman” pensada para enlazar con un disco del que tenía ganas de hablar. La cita era la siguiente:

Akerman once said in an interview in Camera Obscura that Jeanne Dielman is a feminist film "because I give space to things which were never, almost never, shown in that way, like the daily gestures of a woman. They are the lowest in the hierarchy of film images. A kiss or a car crash comes higher, and I don't think that's accidental. It's because these are women's gestures that they count for so little."

Recién termino de ver las más de tres horas de duración de la película y creo que es apabullante. El modo de crear la ficción, la manera sistemática y trabajada con la que construye su estructura, en su uso del tiempo, el espacio y la planificación, en lo incisivo de su comentario dentro y fuera del lenguaje cinematográfico. Ha resultado causa de admiración, asombro, perplejidad y sorpresa, el modo en el que la película con una caligrafía impecable jugaba con las convenciones de lo que uno espera de un film experimental así como de uno comercial, logrando que lo que parece un exceso formalista acabe cobrando sentido a medida que la trama aparece ante los ojos del espectador. Los primeros cuarenta minutos son una filmación desapasionada, hecha de planos fijos, normalmente el cuerpo encuadrado en plano medio salvo cuando atraviesa un pasillo, registrando toda esa serie de gestos, actos y sonidos cotidianos en toda su crudeza, vacío y aburrimiento. Encender la luz, apagarla, encender una cerilla, acercarla a un fogón de la hornilla, ponerse el batín para cocinar, ir a otra habitación, recibir a un señor, recoger su abrigo y sombrero, ir a la habitación, salir de esta, entregar sus enseres al caballero, cobrar, retirar la toalla, abrir la ventana para que ventile la habitación, poner la toalla en el cesto, todo el proceso de frotarse en la ducha, vestirse, limpiar la bañera, volver, cambiarse, poner el mantel, recibir a su hijo, llenar los platos, servirlos, comer, limpiar las migajas, etc. Y maravillarse como toda esta minuciosidad en el registro, funciona después como en una obra de música minimalista, para producir inmensa desorientación, angustia y nerviosismo con el menor gesto. Además, la aridez de la mirada propuesta está en consonancia con el tema nunca se sitúa por encima del quehacer cotidiano, o el vacío si no hay nada que hacer, de muchas madres durante casi toda su vida, mostrando algo que nos resulta próximo y cercano (confieso haber llorado las lágrimas más amargas que recuerdo viendo como la protagonista simplemente rebozaba unos filetes (2), los dejaba en un plato, les colocaba un papel de plata encima y los guardaba para freírlos después).

Pero creo que resulta problemático usar esa cita o mencionar esa película para lo que yo tenía pensado contar, es como tratar de cazar moscas a cañonazos. Me interesa el proceso mediante el cual decidimos que mostramos o no cuando nos creamos una imagen idealizada de nosotros mismos, como ensalzamos determinados aspectos y otros los descartamos como no relevantes o que directamente inconvenientes para la llegada a buen puerto del proyecto. Y me interesa como eso se traslada a la música popular, ya sea mainstream, semi-conocida o underground. No resulta encontrar temáticas extremas en las letras de las canciones (y artwork), proclamas antisociales, radical politics, soflamas incendiarias contra la hipocresía de lo que oculta esta sociedad tras la puerta de su casa, pero ¿existe una traslación de esa temática a los sonidos? En la mayoría de las ocasiones, se usa la música como arma de confrontación, mediante el uso del volumen, la velocidad, la distorsión, el feedback o el puro ruido, pero no es un reflejo ni una reflexión sobre ello. Y no estoy en contra de la confrontación, que según el caso sera buena, necesaria o gratuita, pero no estoy buscando eso. O en el caso de la música más experimental, puede tender hacia la deriva, el ensimismamiento o la abstracción. Y podemos achacarlo al hecho de que el discurso musical, todavía basado en los principios del rock y la contracultura es muy, muy conservador (salvo artistas y colectivos puntuales y normalmente ya conocidos). Pero en parte también esta mistificación es la traslación de ese proceso de ocultamiento o exhibición de las características de uno, así que puede resultar interesante detenerse un momento para comentar algunos tópicos.

Desde hace décadas la publicidad nos enseña que el más preciado bien que debemos consumir es el de nuestras emociones, algo que debemos acumular y gestionar cada vez que consumamos un producto para saber que estamos vivos. Recuerdo varios anuncios recientes, en los que el producto se convierte en una obra de arte. Ambos son anuncios de automóviles. En uno, un pequeño conjunto instrumental interpreta una pieza de claras resonancias clásicas con unos instrumentos construidos con piezas del corazón de un coche, señalando la relación directa entre gran arte y la emoción como motor de este. En otro, un coro mixto interpreta bajo la batuta de un director una partitura expresionista que emula los sonidos que produce un coche durante la conducción, esto es, la interpretación de la emoción pura, del placer. Quizás esto sea un discurso que ha sido absorbido por el mundo de la publicidad y del consumo, pero el problema es que resulta ingenuo pensar que sabiendo esto se puede volver a un estadio edénico primitivo. Pero además resulta contradictorio en si mismo dicho discurso de la emoción con la supuesta inteligencia (emocional o no, claro) que dice representar. Corazón o cabeza, emotividad frente a frialdad, belleza frente a ruptura, la subjetividad por encima de cualquier tipo de registro analítico, etc. Hermoso mundo de dicotomías que no se sostienen por ningún lugar. El corazón que se acelera antes de que sepamos que emoción o peligro nos acecha, así que por tanto, la emoción sigue un camino diferente al entendimiento. Años de estudio, para averiguar que el cuerpo necesita producir sustancias, llámense adrenalina o neurotransmisores como la dopamina o la serotonina para producir esos cambios dentro del cuerpo o del equilibrio neuroquímico del cerebro, pero obviamente no se pueden comparar con ese razonamiento medieval. La emoción es como en esas pinturas religiosas donde un fuego sagrado se posa sobre la frente de los creyentes iluminados por el contacto directo, sin mediación humana, con lo divino. Claro que hay emociones, pero estas se producen como respuesta a algo. No se puede enamorar uno de nada, ni reírse o llorar sin motivo alguno, lo habrá pero será nimio. Nos emocionamos porque reconocemos algo que tiene un significado para nosotros aunque tardemos mucho tiempo en darnos cuenta de ello o nunca encontremos las palabras adecuadas. Pero el significado es un puro objeto de ideología.

En el mundo de la música occidental, la belleza y la emoción, ese jardín en el que nunca se deja de trabajar pero que nunca produce nada, se llama tonalidad. Nunca dejaremos de sorprendernos de cómo las costumbres que parecen atemporales, fuera de las condiciones de la historia y que vienen de tiempos remotos, surgen como respuesta a cambios sociales, económicos, políticos. El sistema de igual temperamento se introdujo en el siglo XIX para estandarizar los procesos de aprendizaje y de afinación además de cambiar de permitir la transposición de lo que se interpreta ya que las notas son iguales sólo que más altas o más bajas (algo que no es demasiado exacto en otros sistemas de afinación), pero con las décadas lo tomamos como algo natural. Aunque ninguna pieza estuviera compuesta con esos tonos con anterioridad a esa fecha. Pero es divertido pensar en Vivaldi y Bach tocando el mismo instrumento que nosotros, el piano (aunque tampoco existiera). Del mismo modo que esto se adopta cuando existe un mercado de público burgués que se reúne para interpretar al piano que han comprado para tocar las partituras que han comprado y mostrar el valor de las clases que tanto dinero les ha costado, la tonalidad es un sistema que surge como respuesta a unas condiciones históricas concretas. Aquí* dejo una cita al respecto. No deja de resultar curioso como los debates del arte culto se trasladan en sus argumentos al popular (en el caso de que existan ambos). El siglo XX fue muy convulso dentro de la música clásica por la aparición de la escuela de Viena, la a-tonalidad y el dodecafonismo. Ya saben que no soy ningún defensor del movimiento, pero hasta los mismos compositores, musicólogos, críticos y aficionados que apoyan un retorno a la tonalidad, lo hacen con un bagaje completamente distinto al que se tenía antes de este movimiento, del mismo modo que muchas ciencias sociales tras superar la “moda” estructuralista, no pueden volver a las estructuras anteriores sin planteárselas desde una perspectiva diferente. Pero en fin, que tocan feo porque no saben hacerlo bien.

El disco, si es que alguien se acuerda del disco tras descarrilar mi propia entrada, que me ha generado (o refrescado) esta serie de preguntas se llama “The Breadwinner” compuesto e interpretado por Graham Lambkin y Jason Lescalleet. Es un disco ensamblado tras varios días de encuentro y grabaciones de sonidos urbanos ambientales que, por sorpresa, en lugar de transmitir aridez trae consigo el reconocimiento de unas sensaciones concretas y cotidianas que pueden llegar a resultar inquietantes: tener un ataque de tos que te lleva darte cuenta de los límites de tu propio cuerpo, escuchar sonidos sin conocer las fuentes que los producen que provocan la ensoñación de querer interpretarlos o momentos en los que se hacen cosas de forma automática sin pensar. Ruidos de platos fregándose, cafeteras que bullen, ronquidos, voces distorsionadas, maderas que crujen, puertas, pasos, el viento pasando por la calle, etc. Todo ello sin convertirse en una grabación de campo inteligible como representación de un lugar real, una banda sonora para películas imaginarias o una suerte de monólogo interior sonoro donde la amalgama de sensaciones resultan en continuo bullir. Quizás esto último fuera más interesante, en su lugar nos encontramos con una yuxtaposición de sonidos que hemos aprendido a relacionar en nuestra vida cotidiana con una serie de momentos determinados y codificados, donde las composiciones fluyen y nos permiten ver reflejados esas pequeñas derivas, o aporías si están burros, que forman parte de nuestra vida interior.

*La siguiente y generosa cita no incluye las numerosas notas a pie de página que dirigen a otras fuentes bibliográficas, ni tampoco las cerca de cuarenta páginas que dedica a continuación a mostrar ejemplos musicales tomadas de obras musicales clásicas. Supongo que se le puede poner peros al texto (yo lo hago), pero:

The question I want to pursue in the course of this chapter is why the particular musical conventions that crystallized during this period appealed so much to musicians and audiences of the Enlightenment. What needs did they satisfy, what functions did they serve, what kinds of cultural word did they perform? I will concentrate especially on tonality, the convention that undergirds and guarantees all the others, discussing how it constructed musical analogs to such emergent ideals as rationality, individualism, progress, and centered subjectivity. Far from merely reflecting their times, these musical procedures participated actively in shaping habits of thought on which the modern era depended. They resemble strongly many of the other modes of discourse and representation that stabilized during the eighteenth century and that continues to influence us, even today.
(….)
As is the case with the blues, the general premises of eighteenth-century tonality are relatively easy to describe. The background of a tonal composition –itself the conventional linear descent of the sixteenth-century modal cadence– proceeds through a series of arrivals, beginning in the tonic key, moving through a few other keys, and returning finally home to the tonic. This background thereby traces a trajectory something like a quest narrative, with return to and affirmation of original identity guaranteed in advance. Whereas in the blues even narrative lyrics are rendered in strophes that minimize narrativity within the musical process, the linear unfolding of tonality almost always pursues a narrative-like series of dramatic events, regardless of the matter at hand. As anthropologists have pointed out, this kind of orientation with respect to time is so fundamental to those of us shaped by such forms that we tend to dismiss as primitive any cultural practices (whether blues or Philip Glass) based on other assumptions.

In any given tonal composition, a succession of hierarchically related harmonies animates the moment-to-moment activity, producing both coherence and a sense of spontaneity. As we saw in chapter I, these harmonies, based largely on the syntax associated with cadences, imply that closure is about to occur; they stimulate the expectation of or desire for that closure. Yet the composer need not –indeed, usually does not– deliver closure as soon as it is implied. Instead, various strategies (Schenker’s middle level operations) serve to postpone that expected arrival; these strategies, although they initially withhold certainty, eventually confirm the belief that rational effort results in the attaining of goals. The self-motivated delay of gratification, which was necessary for the social world coming into being in the eighteenth century, worked on the basis of such habits of thought, and tonality teaches listeners how to live within such a world: how to project forward in time, how to wait patiently but confidently for the pay-off.

Within the relatively self-contained system of the tonal composition, events appear to generate themselves, to perform according to an abstract logic of cause and effect. Both surface and background are intensely goal oriented; they are, in other words, dynamic, progressive, rational, and driven by mechanisms that arouse and eventually satisfy desire. All moments of the composition participate in a hierarchy that guarantees the pre-eminence of the tonic. Even the most remote departure can be related logically back to the central core; indeed the more remote the event, the more its eventual resolution confirms the power of the tonic’s governing intelligence. As critics as different as Robert Morgan and Jean-François Lyotard have argued, the gap between the spontaneous-seeming of events of the surface and the underlying structure produces the illusion of depth. Thus the relationships between outward appearance and an unwavering core of subjective interiority –relationships that also preoccupied philosophers and literary figures at the time– find lucid articulation in tonal music.

Again, I want to emphasize that this is not in some transhistorical sense “the way music is supposed to go,” though it is often understood this way in metaphysical interpretations of Western culture. The historicity of tonality is clear not only to those who identify with (say) Indian ragas or free jazz, but also to anyone who relishes the music of the sixteenth or seventeenth centuries and who regrets the discontinuation of a whole range of formal options in favour of this one package of conventions, which were designed to deliver a particular set of effects; those other options worked perfectly well as means of structuring time and subjectivity. But as cultural priorities came to focus almost obsessively on progress, rationality, intelligibility, quests after goals, and the illusion of self-contained autonomy, eighteenth-century musicians came to concentrate on this single basic procedure.

Once the listener has accepted the premises of tonality, any specific manifestation of it seems virtually natural –as though it operates without cultural intervention: tonality erases its ideology as it unfolds. A more perfect analog to emerging Enlightenment ideals –reason, purposeful advancement, the compatibility of social order and inner feelings, the possibility of self-generation– would be difficult to imagine. To the extent that we still embrace these ideals, the music of the eighteenth century can still appear to speak to us directly. We experience that world as unmediated reality when we listen; we forget that these patterns were historically produced.

The fact that eighteenth-century tonal compositions follow a more or less standard set of procedures does not suggest that they are all alike –or even that the tonal dimension of each piece always means or accomplishes the same thing. As was the case with the blues, many other musical elements enter the mix as well, and these particularize, inflect, and sometimes even destabilize what the tonal aspects of the piece would appear to suggest. Indeed, tonality always serves as part of the expressive apparatus, as well as provides the formal framework. Although its conventional aspects help it to communicate intelligibly without apparent intervention from outside the music itself, they are still living parts of the complex, always subject to negotiation.


Susan McClary “Conventional Wisdom” pags. 65-69

Visitando la página web de Tim Lawrence me he encontrado con este artículo de ¡84 páginas! sobre Arthur Russell. Ya que están por allí, visiten la página dedicada a “liner notes”.

Y si aún necesitan más pueden leerse todos los artículos y entrevistas de aquí. Seguramente mis cuatro lectores nunca volverán a visitar este triste blog.

Esta mañana vi el cierre de temporada de “Gossip Girl”, previsiblemente, dejando todas las posibilidades abiertas y apuntando un par de tramas futuras, recuperando un poco la forma. El single de MGMT sonaba para ilustrar el proceso de preparación de la ceremonia y banquete de la boda.

Un artículo sobre My Bloody Valentine en The Guardian, y otro sobre influencias (en forma de canciones) de Death Cab for Cutie: new wave, country, soft-rock y Teenage Fanclub. Ninguna sorpresa por lo que a mi respecta.


We Break the Dawn
Cargado por yardie4lifever2

Este es el nuevo single de Michelle Williams


Este es el nuevo videoclip de Skye Sweetnam

Y este es el adelanto del nuevo disco de Nas (que ha pasado de titularse “Nígger” a titularse “Nas” y a no titularse en 6 horas).

Un mini-documental/entrevista/viaje por carretera + pruebas de sonido sobre Flying Lotus.

Reseñas de una sola frase.

Todo el mundo cuando habla de su crítica musical favorita citara un extenso artículo probablemente sobre una canción o un disco donde su autor tocaba tantos palos, con tanto talento, erudición y delicadeza que cambió su vida. En mi caso, seguramente citaría algún artículo de Quim Casas, Simon Reynolds en Dancedelux o los artículos que había en la web de The Wire. El problema es que no quizás no estoy hecho para ello y no puedo escribir de esa manera. Además ya dedico bastantes palabras a una sola canción, como para intentarlo con un disco. Pero admito también ser fan del estilo opuesto a este, en particular de la sección de discos del suplemento de El Mundo, donde el conteo de palabras es tan sangrante que las críticas se quedan en fogonazos de subjetividad, sin argumentos, recitados de ideología y prejuicios sin rastro alguno de términos musicales o conexión alguna con la música a la que se refiere, la cumbre más alta coronada por el actual periodismo musical, el antecedente directo del fenómeno troll en internet (al menos en su sección musical). En particular me fascina como la opinión se desnuda de escudos y sólo queda el motivo primigenio “esto es música comercial así que es mierda pero menos mala que la española”, “este disco es ni fu ni fa”, “obra maestra”, etc. quedando la presencia cruda del periodista o crítico de turno. Aquí no contamos palabras porque somos demasiado dispersos, pero nos resulta divertido el hecho de contar frases. En concreto una, ya hemos dicho que nuestro grado de atención está por los suelos. Y sobre el problema de que alguien pueda descubrir como soy realmente, bueno, I don’t care.

No Age “Nouns”

Arties como son ellos, si su primer disco fue una reflexión sobre algunas de las emociones y sensaciones asociadas al mundo del rock, hábilmente evocadas en bosquejos que remitían a canciones, ruido, velocidad y furia, en esta ocasión quieren evocar lo que uno sentía cuando escuchaba por primera vez discos de noise-rock creyendo que el mundo se abría ante él y lo estaba descubriendo.


Lau Nau “Nukkuu”

Quizás sea otro ejemplo arquetípico de un disco que se recibe como la única pieza que encaja en el único espacio que uno ha dejado, pero tras varias escuchas, con sinceridad: sí.



Jesse McCartney “Departure”

Uno de los motivos por los que el sistema monárquico se extinguió como sistema político en Europa fue por el motivo claro de parodia o de actual decadencia que supuso la suma de matrimonios entre hermanos y primos generación tras generación durante siglos, lo que me lleva a pensar que en el disco de uno de los autores de ese monstruo llamado “Bleeding Love” es un signo del tiempo actual, donde la transversalidad de songwriters y productores dentro del mundo del R&B mainstream, convirtiendo cada artista en interesante, cada disco en algo a descubrir y cada canción en pura potencialidad o todo lo contrario a costa de la personalidad y el carisma del artista o grupo implicado y si tal poligamia dentro de un ámbito tan cerrado los hará desaparecer a todos y con ello extinguir mi fe en el género.

V.A. “Dubstep All-Stars Vol. 6”

Es una de las mejores entregas de la saga, y sí es asombroso como con tan pocos nombres y una selección solvente puede crearse un mundo de sonido, tal narratividad, pero no puedo quitarme de la cabeza la primera escucha de este disco mientras leía los dolidos comentarios de los niños rojos en la blogosfera británica tras perder los laboristas Londres, cagándose en la generación de jóvenes indolentes, consumistas, sin ideales, supuestamente irónicos e inteligentes que votaron a un bufón del que no quieren saber nada ni en su partido, sintiendo que quizás no este giro hacia la sutileza que representa el sonido de esta entrega, pero gran parte de este movimiento, como banda sonora del agotamiento político de la tercera vía.

(Actualmente las entradas originales escritas en dos minutos eran más divertidas y cutres. Trataremos de mejorar en posteriores entregas.)

En otro aldabonazo de gloria para la “industria” de este país, este tipo se ha pasado al porno.

Y ya que estamos con ese contexto, un momento que ni pintado para colgar el primer single de Namie Amuro, de la época, y ver como se trasladan algunas de las ideas codificadas en el house tras pasar por Europa y de allí a Japón.

Ayer viendo un canal musical francés, me encontré con esto*:


En realidad no estoy en la franja demográfica correcta (+35), como para sentirme incluido, aunque sí recuerdo perfectamente la canción. Curioso porque era el segundo aviso. El sábado recordé que tenía que ver el decimoséptimo capitulo de “Gossip Girl” (que ha entrado en caída libre en los últimos capítulos, incluso saltándose las leyes espacio-tiempo), y uno de los lugares donde se desarrollaba el episodio era el plató de televisión donde grababan un concierto de “Recordando los 90”. Si llegaron a ver el vídeo que subí el otro día, el señor que aparecía al principio es en la ficción el padre del chico que aparecía a continuación y se supone que tras ser estrella del rock, montó una galería de arte, incluyendo bastantes de su ex esposa. Una de las tramas menos dibujadas de la serie es la idea del padre de volver a tocar con el grupo tras la aparición de un artículo que los nombraba una de las 10 bandas olvidadas de esa década. Volviendo al punto de partida, para dar credibilidad a esto, Lisa Loeb aparecía en el episodio. Y además el grupo del padre interpretaba una canción que trataba de emular las características formales de la época. Tampoco debería sentirme incluido (sí escuché la canción en su época, pero casi siendo un crío todavía) pero es una forma curiosa en la que la sociedad me va diciendo que ya soy pasado, que debería tener una vida, que debería añorar mi infancia y en el fondo, que gaste mi dinero en ello o me muera para dejar sitio.
*Ojalá hagan versiones de Dr. Albarn, Technotronic y Haddaway.



Oh, pensaba comprarme la caja recopilatoria de Gas (nada cara, unos 28 €) sin pestañear, pero al mirar en la lista de discos que la tienda virtual recibiría próximamente me encontré con la reedición en R&S del recopilatorio de Derrick May “Innovator”. Y entonces pensé en añadir un par más de cosas a la cesta de la compra (Basic Channel, Ricardo Villaloblos), y… puff. Creo que debería dedicar el presupuesto a esa lista de 25 libros sobre música que necesitaba leer que recopilé hace poco. Y además debería comprarme ese DVD de Girls Aloud y el cofre de 12 CDs de Bernad Parmegiani. En fin, no se, cosas recientes hacen que la idea de comprar este tipo de cosas sean más un intento de capturar algo de mi pasado que otra cosa, y la verdad no me gusta nada esa tendencia. Bonita excusa para colgar un videoclip de Minilogue.

Una de links:

La BBC emitió esta semana un programa realizado por Don Letts titulado “The Blues Dance” que era el nombre que los emigrantes jamaicanos daban a su versión de los soundsystems en el Reino Unido. Es poco más que una serie de anécdotas y recuerdos de los distintos entrevistados (Linton Kwesi Johnson, Vivien Goldman, el propio narrador, etc.), pero tiene su interés. Mi rip (volver a instalar el real player para capturar el streaming de la BBC, tsk, tsk,…).

En The Guardian, hay una entrevista de Nelson George a Ice T sobre como el hip-hop lo salvó de ser un delincuente publicada como adelanto de un libro “Crime: A Series of Extraordinary Interviews Exposing the World of Crime - Real and Imagined” que gira en torno al mundo del arte y el mundo del crimen.

Un articulito acerca del documental sobre Arthur Russell.

Hace dos semanas, leyendo un libro sobre música, encontré algo que me dejó bastante fuera de juego. El libro es bastante aburrido ya que tiene que ir construyendo un aparato teórico en el que exponer sus ideas y tiene que hacerlo con una metodología que sea evidente y asimilable por el lector. En particular hablaba sobre si hay relación directa entre la música y las emociones. Bien, lo que me asombró fue que la respuesta obvia (yo me he emocionado) fuera descartada por ser un apreciación subjetiva, y por tanto, un dato que no se puede comprobar. No se, es algo que se hace en todas partes: en un juicio, en el procedimiento científico, etc. La verdad es que me dejó bastante desencantado (mejor dicho, me recordó el porqué) con mucha de esa cosa que llamamos periodismo musical y el zumbido que aparece alrededor en foros, comentarios o blogs. El dato objetivo que se podía aportar eran los cambios fisiológicos, pero estos podían deberse a las circunstancias en las que uno se encontraba con la música más que por el propio objeto sonoro. Quiero decir, si uno va al dentista, tiene una entrevista de trabajo o hace un examen, ¿se debe a la situación (preámbulos, esperas, la visión de determinadas imágenes, objetos, etc.) o se debe al hecho en sí (la operación, entrevista, examen)? Además hay emociones que no producen “excitación. En ese momento el autor decidía invocar y explicar las teorías sobre la emoción en psicología, momento en el cual (haciendo honor a la inteligencia demostrada por el planteamiento) cerré el libro pensando que había sido escrito en 1954, y que esta rama del saber, sufre revoluciones que dejan los libros obsoletos en cuatro o cinco años. Según Wikipedia estas son las teorías surgidas a lo largo de los últimos siglos.

En cierto modo, esta anécdota me sirvió como puntilla, ya que llevaba bastante tiempo dándole vueltas a la necesidad de tener que reinterpretar esa historia más o menos oficial que todos conocemos de la historia del rock, más allá de la acumulación de fechas, lo estético o lo personal y ver como afectó a su devenir el estado de la tecnología disponible, las circunstancias económicas, los desarrollos empresariales, estrategias de mercado, la legislación vigente, etc. etc. Puede parecer una exageración, si al final lo que uno quiere decir que el nuevo disco de Al Green, Peter Broderick o Bun B no están mal, pero quiero quitarme el lastre de muchas ideas preconcebidas que uno hereda y no me importaría saber porque determinadas cosas se hicieron como se hicieron y como estas marcaron el devenir de los acontecimientos. Me acordé de esta parte de un artículo que Mark Sinker publicó hace bastantes años, como adelanto de su libro “The Electric Storm” (que todavía no ha publicado pero sigue rescribiendo a medida que el material va aflorando y la perspectiva va cambiando con la edad), que en parte pone en evidencia que cualquier acercamiento a un objeto siempre es incompleta, en la que contaba como se produjo el cambio de las orquestas de jazz al bebop y el rhythm & blues. En realidad esto, que parece tan largo es el resumen, la historia es bastante más larga y creo haber identificado el libro (bueno, en realidad es una serie de tres volúmenes) de donde surgió esta información que ya tengo encargado, pero en fin, sirva de apunte:

Throughout the 1940s, sectors of the music-producing world were contesting the reins and rewards of creative control. From the mid-1930s, radio programs in which disc jockeys spun records had been turning audiences on to modes of music presentation that dispended with real-time musicianship and musicians. In 1940, Judge Learned Hand at long last –but controversially – ruled for radio over publishers, that playing a disc on the airwaves did not infringe sheet-music copyright.

ASCAP (the American Society of Composers, Authors, and Publishers) had been set up in 1914 to collect royalties, in line with the 1909 U.S. copyright law, for live performance and to agitate for a royalty percentage on its collection for sheet music sales (to homes, orchestras, and player piano an music box companies) and also on the sales of disc recordings of songs. Since radio’s arrival in the 1920’s, ASCAP had been agitating for the payment of royalties for airplay of live and recorded material. A Supreme Court ruling in 1917 had established that not charging admission to a music performance in a hotel or a restaurant did not therefore make the performance an act of charity or excuse it from copyright levy.

But a second decision that same year had tied the institution of royalties directly into the writing of music for years to come: a former member of the Original Dixieland Jazz Band had sued for his share of proceeds of their hit record “Tiger Rag”, and one Judge Carpenter had ruled, in effect, that no claims could be made on the intellectual property rights of mere horrible noise. Here was affirmed with immense force in juridical-financial terms the link that classicism assumed between acceptable artistic creativity and competent paperwork. By establishing the noncopyrightable nature of music that wasn’t “writable” (in the dots-on-staff sense), a line was drawn dividing sound into composed music and chaos.

Radio stations argued that because they had bought a disc, they had already paid to use it as they wished; by playing recordings, they were publicizing compositions at least as much as exploiting them (and besides, may radio stations in the early 1920s made no profit at all). Individual agreements were reached over yearly license fees (for example, with New York’s pioneering WEAF, which did turn a profit), but in the 1930s as radio grew in power (along with the jukebox), conflict increased. In 1939, with ASCAP threatening to rescind radio’s right to play any ASCAP registered recordings if a general royalties agreement was not reached, a number of stations banded together to set up Broadcast Music Incorporated (BMI), a rival copyright registration service, which made a point of courting less respectable (or “writerly”) forms of music, including country, blues, and Latin, allowing jazz improvisers and others to register recorded songs for publication prior to their even having a written version (where ASCAP refused membership to anyone without at least five songs already published)- in paperwork terms, a blow on behalf of incompetence.

With Learned Hand’s ruling coming on top of BMI’s arrival, a furious ASCAP withdrew all permissions for its songs to go on air from December 1940, driving radio straight into BMI’s arms (greatly increasing the number of DJ’ed disc-only broadcasts, ASCAP having the lock on live performance). And with union allergic Disney turning on them, as well as certain big houses, held out for less than a year before settling for about a third of the percentage they’d been demanding (and very close to that percentage BMI had been structured by its radio masters to accommodate).
The year 1940 was also the year that James Caesar Petrillo was elected president of the American Federation of Musicians to carry on a war against the jukebox he had waged for years as a local union man in Chicago. In 1942, 140.000 angry AFM members voted in Dallas for militant action: an on-air ban of all recordings. When record companies ignored a demand that a royalty on every disc sold be paid into the AFM’s Perfomance Trust Fund –in compensation for moneys and work lost to the jukebox and to discs played on radio– Petrillo called a strike: from August 1942, no union member was to record. It lasted more than two years, until the youngest major, Decca, with no stockpiles to speak of and a commitment to the newest dance-music fashions, capitulated in September 1943. The following year, Victor and Columbia caved.
The victory was pyrrhic at best: the effects of BMI’s earlier triumph over ASCAP combined with the effects of the (other) world war, on musician movement and consumer desire, to shift the favoured surface of inscription for sound from staff to shellac groove –with the further result that such rowdy and nominally “unwritable” musics as bebop and rhythm and blues arrived in force to oust the subtle paper orchestrations of swing (or else to push them toward Las Vegas kitsch). A second recording strike, in 1948, would sputter out as the industry transformed technologically, replacing seventy-eights with thirty-threes and forty-fives, shellac with vinyl, and inserting magnetic tape (a war spoil from Nazi Germany) into the studio process. Vicious battles between BMI and ASCAP would surface again in the 1950s, but from the early 1940s, paper ownership and paper capability began losing their financial clout within the industry, and even more their aesthetic priority.

Según su perfil en la agencia Alternative Modeling, Rylie Cyris de 20 años de edad está disponible para las siguientes actividades:

Adult Nude Photos
B/G Vaginal
Bondage/Tickling
Boy/Girl Oral
Cum Swapping
Deep Throat
Feature Dancing
Foot Fetish/Foot Sucking
Foot-Jobs
G/B/G
Girl/ Girl
Glamour Nude Photos
Hand-Jobs
Live Cam
Non-Condom (full tested)
POV
Softcore
Solo Masturbation Video
Squirting
Swallowing

Actualmente cobrará algo así como 900$ por escena, decreciendo o incrementándose dicha tarifa según la complejidad de esta .

Pitchfork en Business Week

Esto lo subí hace un par de semanas, si alguien está interesado:

Deep Roots:

Ya avisamos de que esto se veía fatal, dos fragmentos de la serie que andan por Youtube




Haciendo los deberes

9 días para la llegada de la era post-Chikilicuatre.


Esta es una selección de algunos de los temas de electrónica (minimal y alrededores) favoritos de los últimos meses. Está incompleta, no refleja algunas tendencias que aún no tengo claras (los samples “africanistas”, Oslo records) y tampoco otros que son demasiado recientes (STL, Mr. G, Ricardo Villalobos publica nuevo material dentro de nada y es remezclado por Shackleton).


Tengo que escuchar la discografía completa de Hessle Audio para ser “in” hablando de dubstep. Estas son las tres primeras referencias.



Hace poco descubrí a Ladyhawke. Esta en Modular, el mismo sello de Cut Copy, es de Nueva Zelanda y en la voz me recuerda a Cindy Lauper y en el estilo musical a las producciones new wave cuando llegó el AOR (la música me recuerda a Springsteen, pero supongo que para los insultos sacarán los nombres de Stevie Nicks o Bonnie Tyler). No se si el público indie tragará con ese revival pero desde luego sería divertidísimo.

El nuevo disco de Ciara “Fantasy Ride” es un ¡triple CD! La broma fácil sería hablar sobre la cantidad de relleno que puede tener un disco de R&B de esas dimensiones, pero en cierta manera, la idea de que cada CD sea temático, concentrándose en el club o en las slowjams, puede ser una solución natural a la cada vez mayor cantidad de productores y escritores de canciones que van apareciendo incestuosamente de artista a artista en el género.

Según El País, las compañías discográficas quieren una “ley Sarkozy” contra la piratería, pero el problema de aquella era la logística (alguien está usando mucho ancho de banda así que está haciendo cosas ilegales), así que no se muy bien que quieren hacer aparte de salir en las noticias. El otro día leí que Warner había logrado un incremento de beneficios del 9% este último año gracias a la reducción de plantilla, que ya estamos acostumbrados en el mundo empresarial es la forma de siempre incrementarlos mediante la reducción de costes.



La resolución de Youtube siempre nos dejará con la cuestión de la presencia o no del vello púbico de una de las componentes de t.A.T.u..

Mi vida sería mucho más feliz sin la primera escucha de cada disco o canción. Invariablemente acaba en “menuda mierda”. Que es lo que pensé ayer escuchando el nuevo de Lau Nau, aunque ya va creciendo en las escuchas posteriores. Es más abiertamente indie aunque hay todo tipo de ruiditos raros y caprichosos. Apunte mental: evitar hacer la comparación de este disco con el de Tickley Feather, otra madre que compone su música en las horas en que su bebé está durmiendo.

Estoy descargando de forma lenta, muy lenta, un dvd-rip que ha hecho alguien de una cinta de vhs con una grabación de una gira del sello SST en el año 85 que incluía a Husker Du, The Minutemen, Meat Puppets y Sachharine Trust. Supongo que ya lo subiré algún día de estos.


Ai Otsuka - Rocket Sneaker
Cargado por mcl-del


Otsuka Ai y BoA, son dos chicas muy populares en Japón, una de la tierra la otra coreana, que según el single me convencen o no, y que es el principal motivo de no haberlas puesto nunca por aquí. Aquí van los respectivos últimos de cada una:


JUDY AND MARY "PEACE strings version"
Cargado por GO-GO-STALIN

El otro día descubrí que Naomi Kawase había dirigido un videoclip para un dúo de hace algunos años. La verdad es que la canción es interesante (con sus orquestaciones psicodélicas) pero el videoclip es un tanto aburrido (aunque muy riguroso en su estilo). Y ya que estamos con cineastas de culto, tengo pendientes por ver “Halb Mensch” y “Burst City” de Sogo Ishii, la segunda con bastantes grupos del punk japonés.

Para mi asombro, estoy escuchando varios discos de Anthony Braxton, sin pestañear, alegre de hacerlo, época cuando aún mantenía relaciones con la AACM (que terminaron cuando aquellos supuestamente le recriminaran a este el hecho de trabajar con músicos blancos).

How time flies (y II):

Clique Girlz son el nuevo fichaje de Interscope Records. Los escritores de algunas de sus canciones son Kara DioGuardi y John Shanks, que por separado tienen un listado de trabajo bastante aparatoso de resumir y juntos crearon el sonido entre bubblegum y AOR rock de los primeros discos de Hilary Duff y Ashlee Simpson. Supongo que es un sonido que me intriga porque tirando del hilo uno puede desmontar el conglomerado y encontrarse con rastros de los distintos estilos que el rock comercial ha tenido en las últimas cuatro décadas (del folk-rock californiano al post-grunge pasando por el hair metal) en EE.UU. y hacerse la pregunta de por qué en determinadas condiciones dichos trucos (formas de cantar, construcción de la canción, tipo de interpretación en la guitarra, temática de las letras, etc.) siguen funcionando y persisten en el inconsciente colectivo, en la memoria de una sociedad. Como este “poder conectar con cualquiera”, pese a ser un fantasma en estos tiempos, se transforma en tradición y en una construcción ideológica de lo que resulta “natural” y de donde procede uno, preguntas sobre como la música puede reflejar el paisaje e implícito en lo anterior, la idea de nación y como esta se acepta, estando a favor o en contra (obviamente este sonido es el resumen de todos los males que aquejan a nuestra…) de dicho sonido. El problema es que se ve que me estoy haciendo viejo y la media de edad del grupo (12.6 años) me dice que mejor dejarlo.

How time flies (I):


Aunque el olor de la calle húmeda entra por el balcón abierto y mi ropa de entretiempo apenas existe, sí, se nota, el verano ya está aquí.

La semana pasada decidí volver a ver la televisión con alguna regularidad. Pensé en volver a ver series de televisión y coincidía la reposición de “Buffy” y de “Las Chicas Gilmore”. Pensé que eran series a las que ya me había enganchado hace cinco años, así que opté por un cambio y me pasé todo el fin de semana viendo los primeros dieciséis capítulos de “Gossip Girl” y las tres últimas temporadas de “The Wire”.

Se supone que la primera proviene del equipo que creó “The O.C.” así que algunas de las características formales y temáticas de aquella están presentes en la nueva serie: los conflictos sociales entre la clase media y alta que convivían, allí en L.A., aquí en los colegios privados neoyorquinos, el miedo a los comentarios de la sociedad en la que viven (“Gossip Girl” está puntuada por las entradas de un blog de cotilleos sobre los ricos y famosos de estos colegios), el ambiente adolescente que permite los escarceos de los adultos, el tratamiento supuestamente rupturista (embarazos, drogas, prostitución, intentos de suicidio, crímenes, etc.) de la adolescencia y el trasfondo tranquilizador familiar que reconduce la posible carga de profundidad hacia el terreno de los errores, defectos y problemas que todos tenemos, etc. Y también las múltiples referencias a la cultura popular. Si en “The O.C.”, los protagonistas podían quedar en un concierto de Death Cab for Cutie o hablar sobre “Please Kill Me”, aderezado con referencias a comics de superhéroes o películas como “La Casa de las Dagas Voladoras” o “Hellboy”, en esta la música lo invade todo. Una serie que en los tres primeros minutos de su primer episodio utiliza cinco canciones (“Young Folks”, un remix de Rihanna, “What Comes Around… Goes Around” y dos sin identificar) para indicar el estatus social, las emociones de los personajes o como música incidental, obviamente resulta interesante como objeto para crear tendencias o reconocerlas en el mainstream. Las referencias también se introducen en los diálogos. Tres que captaron mi atención: “Pienso atacarte en modo Naomi Campbell”, “Ahora sabes como se siente Vanessa Hudgens” (referido a la supuesta homosexualidad de un novio) o seleccionando el modelo que llevará una chica de catorce años y las reacciones que despiertan en su anfitriona “Demasiado Beyonce”, “Demasiado gemelas Olsen” y “Demasiado Hannah Montana”. En fin entretenimiento, aunque esta escena donde la pareja protagonista trata de tener su primera relación sexual me produjo mucha risa por la elección musical que hacía el chico inteligente, sensible, con educación rock (era su piso).


“The Wire” está en el extremo opuesto. Cada una de las cinco temporadas va tocando diferentes temáticas alrededor de la unidad de escucha policial que da nombre a la serie: el tráfico de drogas y su cultura, la descomposición industrial en forma de trabajadores portuarios, (tenuemente) el blanqueo de capital, la política y la educación de menores y adolescentes y en la última temporada los medios de comunicación. Casi todos los guionistas son o han sido periodistas especializados en los distintos temas tratados en periódicos durante años, así que por ejemplo, la construcción del ambiente portuario, la tradición católica de los inmigrantes polacos o las tradiciones y costumbres laborales de los estibadores, son pasmosas, tan crudas y desapasionadas que hieren. El mismo enfoque periodístico de atención hacia el detalle que da verosimilitud a la escena se va concretando en distintos aspectos a medida que avanza la serie. Uno de ellos es la música, que va reflejando tanto las características y edad de los personajes (como en sus bromas (impagable el uso de la canción “Love Child” de las Supremes en la segunda temporada)) o de los lugares que frecuentan o en los que habitan, como ya en las últimas temporadas, documentar la escena local, con el sonido B-more, oyéndose en las fiestas, o los grupos y artistas locales de hip-hop sonando en los coches (se supone que Darkroom Productions recibieron una llamada para participar en la banda sonora, pero la verdad no los he escuchado tanto como para reconocerlos) en lugar de los tópicos (rap tipo The Roots escuchado por gángsteres en las dos primeras temporadas). El disco de la banda sonora, publicado este año, queda como reflejo de esa búsqueda y realidad fragmentaria.


Serebro _ Opium
Cargado por algard







Archivo del blog