Mucha gente coincide que este año está siendo muy bueno en los discos de R&B que se han publicado. El disco de The Dream (“Love/Hate”) (que se publicó a mediados de diciembre), el de Mary J. Blige (“Growing Pains”), el de Raheem DeVaughn (“Love Behind The Melody”) y el nuevo de Erykah Badu (“New Amerykah Vol.1: 4th World War”) (que alguna gente (no se si en sus cabales o no) está comenzado a comparar con algunos discos de Sly Stone). Siendo sincero he tratado de escuchar todos esos discos y me parecían demasiado monótonos, muy lentos en mostrar sus matices, incapaces de capturar mi atención con los cambios de ánimo que hay de canción a canción, demasiado largos en su duración. No creo que esto sea noticia, ya que mucha gente habrá apreciado los mismos comentarios leyendo cualquier crítica de un disco reciente del género hecha en una revista rock o en la prensa generalista de este país. Creo que en momentos como este me avergüenzo de haber tenido una educación escuchando música rock.


Esta mañana me he encontrado con el nuevo videoclip de Keyshia Cole sacado de su “Just Like You”. Ella ya está grabando su nuevo disco. Recordando las reacciones que hubo en la prensa anglosajona oscilaban entre los que consideraban el disco un pegote lleno de producciones dispersas que nunca arrancaba y los que consideraban que era un disco sobresaliente y su manera de presentar su candidatura a sucesora de Mary J. Blige como reina del hip hop soul. Resulta curioso porque yo escuché varias veces ese disco y estaba más próximo a la primera lectura, pero creo que la segunda tiene una importante parte de razón detrás y venía desde alguien que escuchaba con regularidad música negra. El problema está en el modo de consumo: el rock en sus discos tiene una estructura determinada, un ritmo si así quieren llamarlo, que es más vibrante y llamativo en las primeras escuchas, más evidente y fácil de querer. Uno sabe que un disco le gusta en la primera escucha si esta está de acuerdo con sus expectativas. Pero esto es una forma de consumo que se confunde con lo que debemos esperar del arte (por decirlo de alguna manera). Por ejemplo, alguien comentaba que la estructura clásica de un disco de soul era:



Cara A: temas animados
Cara B: slow jams/baladas



Y de repente, todas esas críticas de discos que se hacen interminables con un tramo final de baladas soporíferas, tuvieran o no tuvieran razón en su comentario estético, se mostraban ignorantes de la historia, la cultura y los modos de esta música.


Quizás sea una cuestión de sabores, o de tener que apreciar los detalles con las escuchas, cuando las canciones empiezan a pesar y cobrar su vida dentro del conjunto. He aprovechado para ver los singles que se han sacado de este disco de Keyshia Cole y desde luego me he quedado sorprendido cuando canciones que el año pasado recibí con total indeferencia o que descarté por fáciles, mostraban un rostro más atemporal, mejor perfilado, no demasiado sorprendente, quizás de relleno en el conjunto de las canciones que conoces de los años pasados pero ahí. Quizás el problema de los discos que mencionaba al principio está en que dos o tres de ellos se pliegan demasiado a la idea que tengo de un soul (o R&B) “bonito”, con “clase” (social). Quizás el problema con el disco de Keyshia Cole era que no tenía la masacre emocional de esta canción, o como rajar un tema de lado a lado en una sílaba.

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