Estoy leyendo, o tratando de leer, este libro. Hay un par de ideas de fondo: que la música occidental (clásica) sólo representa una fracción de la música que se hace en el mundo y que esta produce un modo de consumo de la música pasivo, donde la única opción que tiene el público (incluso el intérprete) es la de la contemplación extasiada, ya que su significado es algo que tal vez, sólo conoció el compositor de la obra. El autor prefiere pensar que la música no es un objeto (una partitura), algo que se nombra sino una acción en la que todos los presentes participan simbólica y socialmente. Se supone que la música, aparte de ser arte y esas cosas, también se ha usado como una manera de situarse en el mundo, de integrarse en la sociedad. Si uno va a un concierto de folk, se está incluyendo en una pequeña comunidad que se materializa en esos momentos y que mediante este ritual se reafirma en sus creencias y valores personales y el lugar en el que se sitúa ese microcosmos en el macrocosmos que representa la sociedad (y el mundo) en general. Y el punto que se quiere destacar es la importancia de este acontecimiento y como existen múltiples modos para practicarlo, todos ellos igualmente válidos, desde escuchar un disco en un reproductor de mp3s a participar en una procesión. La estructura del libro, pues es una narración en la que se trata de manifestar cuales son las ideas y relaciones que se manifiestan durante un concierto de música clásica en un auditorio. Como todo blogger que se precie sabe, resulta más sencillo exponer las ideas de uno atacando a lo que se tiene en contra, que partiendo desde cero.


El primer capítulo habla sobre arquitectura. Un edificio debe ser funcional. Da igual si el uso es público o privado, residencial o no, si se construye debe servir para algo. Un edificio de viviendas, un aeropuerto, un monumento, un edificio de oficinas. Y al tratar de servir a esos propósitos y tratar de resolver sus necesidades, el arquitecto ha de hacer tanto una interpretación de las costumbres de la sociedad como de la de aquellos que le contratan. Así que el único sitio donde regularmente toca una orquesta es en un auditorio o una sala multiusos. Mediante la narración de todo el proceso, nos va indicando como el edificio está situado literal o metafóricamente separado del resto de la ciudad. Puede estar en las afueras, puede haber un acceso mediante unos jardines, puede tratarse de una escalera que eleva a la persona que lo visita a un nivel diferente, o puede tratarse sencillamente de los accesos a vehículos que lo aíslan del tráfico rodado o humano. En definitiva, subrayar la importancia de la ocasión y de lo que sucede dentro de ese lugar, separándolo de la vida común y de las relaciones comerciales. Tras pasar para comprar las entradas (es decir, representar que nos cuesta y valoramos lo que va a suceder) llegamos al hall de espera. Y este ya ha de servir como un elemento preparatorio y como muestra de que ya nos encontramos en un lugar que se rige por unas normas diferentes, en fin, que ya estamos en otro sitio, en otro mundo que no es el de todos los días y que debemos dejar atrás nuestras preocupaciones (como hemos hecho con el propio mundo).

Aquí se enfatiza como en este sitio se permiten las conversaciones, el socializar y sobre todo el figurar, el comportarse como si se perteneciera a una elite de conocedores, de gente culta que es capaz de apreciar el arte. Pero me llamó la atención como proceso mental. Por aquí había una sala de conciertos que estaba a dos niveles. El de la calle era un bar y después bajabas al sótano donde sucedían los conciertos. Así que en cierto modo, también servía para mistificar el acontecimiento. También pensé en la diferencia de apreciación que tiene la gente por el vinilo y el CD, y como los primeros muestran el amor por la carpeta del disco que es el primer contacto que se tiene con la música que contiene. La narración continúa con la entrada al auditorio propiamente dicho y como una vez dentro, las relaciones sociales vuelven a cambiar, la gente tiene que entrar antes de la actuación, la gente se sienta en filas de asientos que dirigen la mirada hacia el escenario, uno apenas si puede hablar más que con su acompañante (es decir, la persona que está en su misma fila) y no debe hacerlo durante la duración de la obra, etc. que es una muestra de que la comunicación sólo se ejerce en una dirección y que el público está allí con el único propósito de contemplar el resultado (y seguramente ni siquiera para analizarlo). O también como el uso del espacio, las formas modernistas, las soluciones de acústica que combinan la idea de lujo y de superioridad tecnológica, o el hecho de que la sala no tenga conexión con el mundo exterior (por ejemplo, mediante la iluminación por ventanales) refuerzan la idea de protección (y exclusividad) de un objeto, de la dedicación económica que se necesita para poder mostrarlo en las condiciones que hagan al menos un poco de justicia a su grandeza, de cómo aquí se materializa lo mejor (la cumbre) del espíritu humano (en otra música no, porque no es la cumbre). Lo cual me recordó esta colección de fotografías:




( En la página web del fotógrafo, pinchando en “Patio de butacas” pueden ver más imágenes)


Supongo, que la idea no es tanto la crítica a la sacralización de la cultura que se hace en ese escenario, sino a las ideas que hay detrás de ello y como se ven alimentadas y retroalimentadas por el entorno hasta crear la idea ficticia de pertenecer y ser representante de una larga tradición cultural, no tanto porque no sea verdad en el fondo (el repertorio de la música clásica tiene unos cuantos siglos de obras a sus espaldas) pero sí en las formas, ya que muchas de las obras anteriores a un determinado periodo no fueron pensadas para ser interpretadas de este modo y en estos lugares (el ejemplo más claro la música sacra). Para poner un ejemplo material en los edificios, menciona este cuadro de Canaletto


(también pintó este)

En fin, parecía interesante mencionarlo como anécdota (supongo que se me ocurrió por ser asocial), pero me ha costado toda la tarde escribir ese batiburrillo de ahí arriba que tampoco se entiende gran cosa. Si no lo hubiera hecho, estaría ahora leyendo los capítulos siguientes.

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